Igeteo cultura
Guanajuato, Gto. 03 de junio de 2012.- La desnudez emotiva es posiblemente el rasgo que define con mayor propiedad a los poemas de Bruno Karazola. Su concreción refiere cuánto anhela el autor la conquista del amor, cuánto ahonda en sí mismo cuando lo tiene cerca. La de Karazola es por ese motivo la aventura de un amoroso en el sentido que lo plantea Sabines, terrenal también a la manera de Neruda, y claro a su propio aire. Esa desnudez y tal emoción vendrían a ser el derrotero por obra del cual se resuelve la sugerencia del título: hay una roja llama latente bajo lo opaco de la ceniza, es decir, entre lo gris de los días permanece la vitalidad del fuego de amor; furor que es otras veces un anhelo, una especie de promesa. Más en específico, La llama bajo la ceniza no trata sólo del Amor, el de la letra mayúscula —excelso, sublime y trascendente—, sino también del que llega a resolverse en actos específicos —de la letra minúscula, digamos—, que es unas veces carnal, otras ocasiones contemplativo, aun meditabundo y prospectivo, el que sucede a ras de piso.
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Abandonado
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S a c i a d a de pezón a pezón caminas.
Despiadada, me despides
me abandonas con tu olor a hierba recién llovida.
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Ausencia que mi corazón disfruta
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T e c a r g o como dolor quedito, azul tenue, terco, terco
con rayitas, no te sufro, te gozo,
como dolor sabroso.
Me dueles sin herirme, vivo con dolor
me das paz, eres herida que no quiero que cicatrice.
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De profundis
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Q u é p l a c e r que digas “¡No!”
mientras sucumbes
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La tarde espera el fruto
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N o e s p e r o ya otros amores
ni veo con claridad el escenario,
actúo de memoria mi papel de amante
el lugar debido de las cosas.
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El insondable espejo miro, me acecha
para olvidar el último reflejo,
para morir despacio:
la tarde espera el fruto que le debe la mañana.
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Bruno Karazola, La llama bajo la ceniza, Edición de autor, León, Gto., 2012.