Las cosas como son

Ser objeto de influencias

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Uno de los aspectos más relevantes de las Constelaciones Familiares, en el que basa su potencial, está relacionado con una visión contraria a la corriente hoy mayoritaria, e impulsada desde hace siglos. Se trata de considerar a la persona como objeto de unas fuerzas que disponen de su yo, y a las que se ve expuesto.

El ejemplo más sencillo a este respecto muestra cómo dependemos no solo de nuestros padres y cómo somos influenciados y marcados por ellos de muchas maneras. Y esto solo para referirnos a lo obvio, pues hay otras fuerzas más que nos hacen participar de hechos, de experiencias, y que incluso nos hacen actuar de maneras determinadas. Allí están, para señalar otros botones de muestra, las enfermedades propias de cada familia, tanto las heredadas por vía genética como las adquiridas con el correr de los años. También podemos señalar propensiones que en cada grupo familiar son vistas con normalidad, como el apartamiento y la soledad, como la elección de cierto tipo de pareja o el quedarse en soltería, nuestra visión del éxito y del fracaso también caben en este recuento.

En todos los casos descritos no hay quien carezca de argumentos para vivir lo que vive, para asegurarse de que ha elegido su derrotero. Cosa en la que sin embargo sale a relucir, cuando se mira desde otra perspectiva, que no es sino la repetición de un modo de vivir, de un modo de hacer las cosas, que ya tenía lugar antes en la familia. Otra manera de reconocer esas fuerzas que disponen del yo de una persona es mirar la nacionalidad de uno. ¿Por qué se es mexicano y no francés o tailandés o surafricano? Sencillo de responder: porque fuerzas más grandes, en las que no podemos influir ni cambiar, determinan qué sucede con nosotros, dónde seremos alumbrados y por quién.

A partir de este hecho no es difícil reconocer una interminable sucesión de hechos, derivados de esa primera gran “no decisión” y de su influencia. Hablemos, por señalar algo, de nuestro idioma, de nuestro modo de pensar, de nuestra idiosincrasia, de nuestra lealtad a la patria. Claro, vivimos como pez en el agua en este idioma, en este modo de pensar, en esta idiosincrasia, en esta patria, y a partir de ellos tomamos decisiones. Y aún existen otras fuerzas que nos toman a su servicio, y nos fuerzan a elegir, a impulsar cambios o a construir otros ideales.

Allí está la necesidad de tomar partido, y formarse en un bando. Base esencial del conflicto, del encaramiento, de las guerras, de las revoluciones. Es curioso pero todos los beligerantes tienen la sensación, la convicción, de estar del lado bueno, y desde esa seguridad acometen su hacer. ¿Pero saben a ciencia cierta por qué están de ese lado y no del otro? ¿En qué se diferencian de los del bando enemigo o adverso o contrario? Difícilmente se pensará que algo más grande los ha tomado a su servicio, independientemente de sus deseos y de sus temores, y que solo desde ese sitio son perceptibles las diferencias, encaminadas hacia fines que ni los mismos contendientes conocen.

Lo mismo sucede con nuestras preferencias religiosas, con nuestra consideración de Dios y sus designios. Y como éstas, muchas otras grandes influencias, condicionantes de nuestro pensar, de nuestro hacer, de nuestro sentir. Por eso, muchas de las veces, hijos de victimarios llevan vidas de víctimas, descendientes de acaudalados viran hacia la pobreza o el fracaso, hijos o nietos de desfavorecidos devienen tiranos, hombres o mujeres de buenas intenciones no pueden quedarse en el matrimonio, y todos con la conciencia tranquila, seguros de hacer lo que correspondía, si bien carcomidos a veces por dudas sin respuesta.

Ante todo ello, constelaciones familiares se asienta en una seguridad primaria: no tenemos sino un margen muy reducido de libertad, libre de influencias, y el camino para aprovecharlo de mejor forma pasa por reconocer y vivir los órdenes del amor, algunas de cuyas premisas señalan que lo primero es reconocerse pequeño, deudor de los antecesores, sujeto a la influencia de todos ellos, a quienes es necesario honrar si se quiere tener algún chance posterior. Cosa difícil de llevar a cabo, por supuesto, en una sociedad que se ha acostumbrado a poner en el centro de todo a la persona como el sujeto que piensa y luego existe, autónoma e independiente, aislada de su contexto básico familiar y dueña de su libertad para elegir. Y este es el aspecto relevante: se trata de considerar a la persona como objeto de unas fuerzas que disponen de su yo, y a las que se ve expuesto.