Literaria

“Edipo Rey”: La representación de la culpa y la inevitable tragedia del destino

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Edipo ante la Esfinge (Foto: ESpecial)

Bien sabido es que el teatro griego es el antecesor de cualquier otra forma teatral existente, pues Grecia es la madre de muchas manifestaciones artísticas que conocemos hoy en día. También sabemos que para la cultura griega el teatro era algo tan sagrado como la misma religión, pues de él participaban los dioses y sus disposiciones inamovibles hacia la vida de los personajes, disposiciones que se conocían con el nombre de “destino”.

El destino de los personajes de la principal manifestación del teatro griego, la tragedia, es totalmente inevitable, no importa cuánto hagan los personajes para impedirlo, pues como disposición de los dioses debe enfrentarse sin cuestionarse, pues tarde o temprano los alcanzará.

En la más famosa y clásica tragedia griega, Edipo Rey, de Sófocles, esta ley del teatro griego queda expuesta en su máximo esplendor, pues la historia nos narra la vida de un personaje que por tratar de huir de su fatal destino acaba por dirigirse directamente a él y peor aún sin darse cuenta de que lo que estaba haciendo era justamente lo mismo de lo que decidió huir.

El personaje principal, Edipo, recibe una noticia muy alarmante por parte del oráculo de Delfos, que consistía en que él estaba destinado a convertirse en esposo de su madre, padre de sus hermanos y a ser el asesino de su propio padre.

Edipo ante tal hecho huye de su pueblo, no tomando en cuenta que poco antes del alarmante suceso, recibió la noticia de que era hijo adoptivo, quedando así en un desconocimiento total de sus orígenes.

Tiempo después, Edipo se halla siendo ya Rey de Tebas, se desposa con la reina de dicha ciudad y es padre de cuatro hijos, todo esto porque el pueblo tebano se hallaba bajo el control de una esfinge a la que Edipo logra vencer, liberando así al pueblo; quien en agradecimiento le permite desposar a su reina y tomar el trono del antiguo y difunto rey.

Transcurren así los años hasta que un día el pueblo es atacado por una inexplicable peste, que nada han podido hacer para vencer; ante tal situación, un personaje clave entra en escena resolviendo la causa de la peste que aqueja al pueblo y condenando a Edipo a cargar con el peso de la terrible verdad sobre sus acciones.

Un adivino llamado Tiresias es contratado por el príncipe Creonte, cuñado de Edipo, para que mediante sus divinos dotes sea capaz de resolver la causa de la peste, a lo que Tiresias responde que la causa de tal mal es una consecuencia y un castigo de los dioses por un crimen de sangre que ha quedado sin resolver y que hasta que no se encuentre al asesino del antiguo rey, el pueblo seguirá sufriendo.

Edipo al querer presionar al adivino con la finalidad de averiguar más al respecto, lo enfurece y entonces sucede lo inevitable, Tiresias le confiesa a Edipo toda la verdad sobre él, sus hijos y su esposa, le explica que al final de cuentas él cumplió el destino que le había sido asignado; y le recuerda que él al querer cruzar el camino que conducía a Tebas, mató a un hombre y a los soldados que le acompañaban.

Ese hombre era nada menos que el antiguo rey de Tebas, padre de Edipo, quien tenía conocimiento previo de lo que sucedería con su primogénito y al saber a lo que estaba destinado quiso evitarlo y mandó matar a su hijo con un sirviente de su palacio, sin embargo el sirviente no cumple el mandato del rey y regala al niño con un pastor que cuidaba ovejas, el pastor se va del pueblo con su nueva familia y jamás ninguno se imagina que el presente que está viviendo Edipo fuera a hacerse realidad.

Es por eso que Edipo descubre ser hijo adoptivo, pero el personaje tratando de evitar su destino y huyendo de él, lo único que hace es provocar que suceda.

Ante tales acontecimientos Edipo decide hacer justicia aún sobre de él y decide desterrarse para siempre de Tebas, pero antes, su culpabilidad es tanta que decide cegarse para no ver aquello de lo que él ha sido causa: el sufrimiento de su pueblo, el suicidio de su esposa y madre y el rechazo al que condena a sus hijos.

De este modo Edipo se revienta los ojos usando dos broches que quita del cabello de su esposa y madre, quedando permanentemente ciego y dispuesto a asumir su completa y total culpabilidad ante los hechos acontecidos.

Luego, al leer la tragedia griega Edipo Rey, nos encontramos ante la mayor catarsis artística de culpabilidad que se haya escrito en la historia de la literatura, convirtiendo a dicha obra artística en una de las más emblemáticas del arte teatral griego.