¿Sucedió?

La infraestructura es fundamental

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(Foto: Especial)

Ahora que están cayendo las medallas en las manos de sus ganadores y los países de los mismos se sienten con el orgullo de ser los mejores del mundo, es menester echar una mirada al proceso —largo y complejo— de generar la consecución de medallas en las competencias olímpicas.

Por prontas providencias, llama la atención que países con menor población que el nuestro (Cuba, por ejemplo) tengan mejores resultados deportivos que México; me dirán que no es cuestión de cantidad, sino de calidad; a lo que yo contesto que ambas vertientes tienen una indiscutible conexión, que se implican la una a la otra.

Las autoridades deportivas mexicanas preconizan que mucho se ha ganado ya, que antes el atleta mexicano estaba solo frente al mundo (recordemos, si no, el caso del primer medallista olímpico mexicano, Paco Cabañas, quien llegó como pudo a Los Ángeles en 1932, para conquistar medalla de plata en boxeo).  Ahora, dicen, a partir de que son “descubiertos” (momento en el que las estructuras deportivas se enteran de su existencia y potencialidad) tienen acompañamiento permanente para que se conviertan en deportistas de alto rendimiento.

Dichas autoridades, y para precisar, me refiero a Bernardo de la Garza, titular de la Conade  (Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte) sostiene que donde todavía hay mucho que hacer es en las etapas tempranas de los deportistas, en su infancia, pues ahí todo depende, reconoció, de los padres de familia.

Es innecesario enfatizar que la niñez es justamente la cantera en la que abrevan todas las ligas deportivas de todos los futuros niveles, por lo que lo más lógico es pensar que es justo ahí donde hay que invertir mayores sumas de dinero, esfuerzo, talento, creatividad e innovación. Sin embargo, en opinión de propios y extraños, no se le da la atención que merece este rubro.

Si es cierto que una vez descubiertos, los atletas reciben el mejor de los acompañamientos, según dicho de De la Garza, y que en el origen de los mismos hay una gran interrogante acerca del camino que debieren seguir los futuros competidores de talla mundial; es hora de plantearse la necesidad de hacer de esta tarea una razón de Estado; no se trata tan solo de satisfacer una vanidad nacional, de contar con campeones olímpicos, no, eso es lo de menos y lo que se dará por añadidura, si se emprende una Cruzada nacional en pro del deporte desde la más temprana edad.

Somos el país que lidera en obesidad infantil, con tasas cada vez mayores de enfermedades que están asociadas al sedentarismo, por lo que un impulso bien dirigido, con voluntad política y basado en señalamientos generales hechos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), redundaría en una población más sana y más feliz, con comportamientos más sociables, mejor encaminados a la convivencia y al trabajo en equipo; que nos alejarían, como economía, como sociedad, de las conductas que atentan contra la producción de riqueza y de bienestar.

Es pues indicado que recapacitemos como nación en la importancia de estas medidas y exijamos a las autoridades el cumplimiento de las mismas. Mucha gente piensa que es superfluo, que se requieren otras políticas prioritarias anteriores a las deportivas, por lo que propongo que le demos una buena pensada, recordando el bienestar y la consecuente conducta agradable que manifestamos la última vez que nos ejercitamos.

La próxima semana bordaremos más sobre el asunto, teniendo en cuenta lo mucho que las políticas hasta ahora emprendidas en la materia, han quedado a deber a nuestros conciudadanos.

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O.A. Morales. Esforzado nadador y ciclista ocasional, muy temprano dejó su natal Guanajuato para avecindarse en la delegación Gustavo A. Madero del DF. Su experiencia de más de cuatro décadas, ha girado alrededor de temas de calidad, comunicación y educación,   abarcando los sectores público, privado y social.  Comunicólogo y maestro en Ingeniería de la Calidad, es locutor, periodista y docente en licenciatura, maestría y extensión universitaria. Amante del arte, disfruta particularmente de las artes escénicas y la literatura. Vive enamorado de las palabras y las imágenes.