El único medio de vencer en una guerra es evitarla.
George Marshall
Me entero el día de la inauguración de los Juegos Olímpicos en Londres de que esta es la primera vez que todas las delegaciones de los países participantes, 204, incluyen a mujeres.
Veo a las clavadistas mexicanas Paola Espinosa de 26 años y a la jovencísima Alejandra Orozco, de 15, conseguir la medalla de plata en la plataforma de 10 metros y quedar a sólo unos cuantos puntos por debajo de la potencia mundial que es China.
Ellas tienen una entrenadora china y un entrenador mexicano.
Leo una estadística revelada por la agencia Comunicación e Información de la Mujer —CIMAC— que dice que el 60 por ciento de los casos de VIH-Sida en el mundo están detectados en mujeres y niñas.
Me escriben por correo electrónico que la Organización de las Naciones Unidas contra el Sida reporta 34 millones de personas viviendo con VIH-Sida hasta el año pasado, de los cuales 15.9 millones son mujeres y 3.4 millones son niñas y niños.
La epidemia “se ha feminizado”, dicen las expertas.
Leo que según el informe “Feminicidio en México. Aproximación, tendencias y cambios 1985-2000”, en nuestro país son presentadas unas 15 mil denuncias por violación sexual cada año.
En una tendencia que aumenta, en lugar de disminuir.
Leo que, de estas denuncias, unas 3 mil correspondieron en el 2009 al Estado de México. Sí, cuando gobernaba Enrique Peña Nieto.
Me pregunto cuántas de estas denuncias llegaron a una sentencia. A la impartición de justicia.
Y cuántas se quedaron en la impunidad.
Me entero que el Comité de expertas de la Convención Internacional sobre todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) acaba de emitir 27 recomendaciones al gobierno de México, resumidas todas en esto: que ponga fin a los altos niveles de inseguridad y violencia que afecta en forma desproporcionada a niñas y a mujeres, y cumplir con su obligación de prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres: violencia doméstica, desapariciones, torturas, asesinatos, feminicidio.
Veo a mi alrededor una multitud de jóvenes mujeres que comienzan en las lides del periodismo, que ya superan en número a los hombres, y recuerdo mis inicios, cuando ser mujer era, efectivamente, un estigma que te llevaba irremediablemente a empezar en la sección de sociales o los espectáculos —si se quería o si no—, con muchas otras condiciones de desventaja que se han desdibujado al paso de los años.
Comparto con mi hija las historias de tantas jovencitas de su edad adolescente, algunas embarazadas, otras ya convertidas en madres; primerizas, atolondradas, arrojadas por su inexperiencia y sus ímpetus desinformados al mundo adulto, lidiando además con el hecho de que ya no pueden o no quieren continuar sus estudios, o tuvieron pareja hasta que el embarazo se supo, o viven hacinadas con sus padres, hermanos, en alguna casa de interés social de esta ciudad capital, sede de los poderes del Estado.
Esta es la guerra de las mujeres.
Batallas que se ganan, y se pierden.
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Verónica Espinosa es periodista. Ha desarrollado una importante trayectoria en medios impresos y electrónicos de la región desde hace ya varios lustros. Actualmente es corresponsal del semanario Proceso en el estado. Con más de una década de emisiones radiofónicas a sus espaldas, Candil de la Calle, prestigiada columna de opinión, análisis y crítica política ahora llega cada miércoles a través de igeteo.mx por escrito, para descubrir la desnudez de la política y la observación acerada sobre la cosa pública.