Literaria

¿Cómo dices que dijiste (s)?

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Andrés Bello, gramático (Foto: Especial)

La humanidad entera es una sociedad construida como un producto lingüístico, es decir influenciado completamente por la lengua y su convención.

Técnicamente hablando, la lengua es un sistema de signos doblemente articulado, pues la construcción y búsqueda del sentido se da en dos niveles: el de las unidades significativas (morfemas y lexemas) y el de las unidades sonoras (fonemas). Pero lo más importante y destacable en lo que a la lengua se refiere es definitivamente que se trata de una convención de la que todos participamos, pues somos conscientes de cómo es que se denomina un objeto, acción, concepto, etc., y es esa palabra la que utilizamos para designar aquello de lo que hablamos.

Sin embargo dentro de esa convencionalidad de la que somos sujetos, también encontramos múltiples variantes, que tienen que ver con la manera de pronunciar ciertas palabras, muchas de estas variantes son geográficas, es decir que depende de la región en la que el hablante viva es la manera que tiene de acentuar su habla o incluso de pronunciar las palabras, ejemplo claro de ello es el “acento norteño”, característico de las personas que habitan en el norte del país, o el acento costeño, que involucra una pronunciación a veces incompleta de las palabras que terminan en “s” (bienvenidos-bienvenido) o con la sílaba “do” (pescado-pescao), la omisión de estas letras en el hablar de la gente que regularmente vive en zonas costeras es un fenómeno llamado “economía del lenguaje” que se da inicialmente por comodidad de nuestro aparato fonador (órganos y músculos involucrados en el habla) y posteriormente se transmite de generación en generación como parte de la lengua misma.

Otro fenómeno muy común que escuchamos en el habla tiene que ver con el agregar una letra “s” a los verbos conjugados en pasado simple, por ejemplo: dijiste-dijistes, saliste-salistes, regresaste-regresastes, etc. Este fenómeno es catalogado muchas veces como de mal gusto y propio de la gente ignorante, sin embargo no es más que un fenómeno llamado “huella lingüística”, es decir un rastro que una pronunciación anterior dejó y que sigue manifestándose mínimamente. Explico más claramente: este fenómeno es la huella lingüística de la pronunciación castellana con terminación “isteis” como por ejemplo: dijisteis, salisteis, regresasteis, etc.

El último fenómeno curioso que me gustaría señalar es el que se nota cuando algunas personas hablan del sustantivo colectivo “gente”, pronunciándolo como “gentes”, fenómeno que hasta el momento es producto de una confusión muy simple, pues un sustantivo colectivo es justamente una palabra que está diseñada para referirse a muchas entidades, es decir “gente”, en singular puede referirse a muchas personas sin la necesidad de agregar la “s”, símbolo del plural más común en español. Hacer esto equivale a que el sustantivo “people” (gente), en lengua inglesa lo pluralizáramos haciéndolo “peoples”, por el momento la expresión correcta para referirnos a un solo individuo en español es usar la palabra “persona” y la palabra “gente” cuando queremos referirnos a muchos o varios individuos.

Sin embargo en cuestiones lingüísticas la costumbre es la que hace la ley y no sabemos en qué momento estos fenómenos puedan ser aceptados como una más de las reglas lingüísticas que aceptamos y utilizamos hasta ahora.

La lengua, aunque convencional, es un producto de seres individuales que están en constante cambio y por lo tanto también la lengua está cambiando constantemente dando pie a este tipo de fenómenos y por lo tanto no podemos cerrarnos a cierta evolución, pues sería negarnos a nosotros mismos como individuos cambiantes.

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Yunuen Alvarado Rodríguez (1989, León, Gto.) es licenciada en Letras Españolas por la Universidad de Guanajuato.