Un Cronopio

El amor como concepción divina: El collar de la paloma

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Olvídense de los amigos, búrlense de un artista,

denigren, rebajen a un espíritu profundo,

Dios los perdonará.

Pero nunca perturben la paz de los amantes.

Friedrich Hölderlin

Mucho tiempo se ha tratado el tema del amor. Su sentido es, quizá, tan viejo como la propia existencia humana. Y aun así las connotaciones obedecen a ciertas épocas o enfoques, y su valor se adquiere justamente por su multiplicidad. Pues lo que entendemos hoy en día por dicho concepto dista mucho de hace cincuenta años, y más aún de diez siglos. Y ¿cómo saber el sentido que cada cultura le da al amor? ¿Existe la posibilidad de que el amor contenga algo en sí mismo que le otorgue su propia esencia, o se trata simplemente de una cuestión subjetiva?

Empecemos por declarar que existen clases de amor, no tratándose de una jerarquía, esta variedad contiene grados de valorización. Se pueden amar muchas cosas en la vida: la familia, los amigos, el amante, Dios, el conocimiento, etc. Y ¿qué cualidades posee cada objeto para poder ser amado? ¿Hay alguna semejanza entre Sócrates que amó la filosofía hasta su muerte, y Abraham que amaba a Dios y pudo ofrecer a su hijo en sacrificio por su fe, o entre el poeta que muere en cada instante por la pérdida de la mujer a la que ama? Los tres casos contienen una elevación mística, no son ya condiciones superficiales y objetivas. Existe una pérdida de universalidad y una profunda interiorización. Además, el amor es una forma de autoconocimiento.

El anhelo de este texto no es denunciar una búsqueda histórica del concepto, o enumerar las condiciones del que ama; es más bien comprender un poco el texto que es en sí un tratado sobre el amor:  El Collar de la paloma de Ibn Hazm de Córdoba, hermosa obra en muchos sentidos del pensamiento árabe.

Pensemos primeramente que hablamos de una cultura oriental que a su vez ha adquirido la tradición greco-romana y que no puede escapar a sus propias raíces, ni tampoco a la influencia occidental. Entonces la obra contiene algún acercamiento a la teoría platónica del amor. Mientras Ibn Hazm dice que las almas de los amantes han quedado divididas de su esencia original y que por ello tienden a buscarse, en el Banquete Aristófanes narra el mito del Andrógino que encierra la separación de las almas por Zeus, que han de encontrarse para volver a ser una misma.

Es preciso aclarar que  aunque el texto árabe pueda contener algunas similitudes con el neoplatonismo, sus vertientes parten de distinta fuente. En la cultura griega, sobre todo en el periodo clásico, Eros se presenta en las relaciones de los sabios (en las reuniones de los filósofos y en sus vidas en general) y la concepción del amor adquiere un rango espiritual que va ligado a la búsqueda de la verdad, que a su vez, es lo bueno y lo bello. La línea que se plantea es de carácter formal aunque esté impregnada de mitos e ideas religiosas no muy claras. Para Ibn Hazm el sentido del amor es puramente místico y religioso, pues es una causa en sí misma que no necesita de otras cualidades y encierra sus propios misterios.

Entonces podemos pensar que el amor ha de participar de lo divino, por ello nos eleva a la contemplación pura de las almas. La búsqueda de este bienestar es al mismo tiempo la búsqueda de Dios.

En el interior de El collar de la paloma se hace una descripción partiendo de mitos, y sobre todo ejemplos para explicar el sentido que tiene el amor; desde la parte del enamoramiento simple hasta la elevación total de las almas. Aunque también se presentan todas aquellas cualidades que le acompañan en su naturaleza; el dolor, la traición, el engaño, el sufrimiento, la separación. Todas estas características van inclinadas a un solo propósito: entender el amor, no como una mera atracción carnal, sino como el estado de sublimación que nos permite acariciar con los dedos el principio de la divinidad. Aquel que buscase explicar el amor por medios racionales estaría violando la regla principal de toda creencia. Pues amor es al mismo tiempo fe, y ésta se adquiere por las vivencias y la existencia personal del sujeto.

Entonces, cuando se piensa que el amor es de un carácter universal surge la renuncia, o más bien la superación de este estado, para hacer un pacto en la intimidad de uno mismo. El anhelo de amar y ser amado es precisamente la consumación de todos los caminos que conducen a Dios.

Lo interesante en un primer momento es que el cristianismo ortodoxo renuncia a los placeres y a las pasiones, porque distraen al hombre en los medios y no en el fin último de todo, que es amar a Dios. Ibn Hazm revela justo lo contario, pues las pasiones nos elevan poco a poco al amor puro y verdadero que se origina en Dios.

Y he aquí que las pasiones no han de convertirse en actos impuros sino en la fuerza vital que conduce al amor espiritual. Podemos aclarar que el sentido de pasión ha variado considerablemente a lo largo de la historia, pero nos referimos a lo mismo que Kierkegaard: “La fe es un milagro del que, sin embargo, nadie está excluido, pues toda existencia humana encuentra su unidad en la pasión, y la fe es una pasión”. En consecuencia la vida espiritual va acarreada por las pasiones que ayudan al individuo en su autoconocimiento.

Desde esta perspectiva es válido afirmar que el amor en sublime y divino, y ¿qué pasa por vía racional? Porque también es cierto que nuestro organismo funciona por la secreción de sustancias químicas que provocan la unión de dos cuerpos. Y como plantea Schopenhauer que el amor no es sino la trampa de la voluntad para la procreación de la especie humana, una venda que nos ciega para engañar a nuestra supuesta “libertad”.

Y justo aquí volvemos a la fe, el pensamiento árabe tiene un enfoque, no desde lo empírico y racional, sino desde los preceptos religiosos. Y a pesar de ello no todo ha de limitarse a  estos principios pues la experiencia mística del amor queda aún envuelta en un halo de misterio.

¿Y si se equivoca el camino y no podemos creer, porque la realidad no lo permite? siempre poseemos la capacidad de renunciar y de dudar. Porque el que duda afirma y niega dos realidades distintas, pero no permanece en ninguna.

El tratado del amor en la obra nos brinda la opción de creer, y a decir verdad toda religión posee el mismo sentido.  Y podemos suponer que todo el texto no es más que una cursilería de un hombre creyente y rechazar tajantemente la idea de que el amor es incomprensible y que posee, al igual que un sinnúmero de conceptos, el valor de lo abstracto y subjetivo. Pero en ningún momento podremos detener la problemática que acarrea la sola mención del concepto; presente desde la filosofía a la literatura. El amor provoca desconcierto, risa, miedo, dolor, duda y sobre todo fe. El amor que en sí mismo se hace palpable en la existencia, permite que el hombre se haga presente en el mundo. Se pelea y se reconcilia con lo divino, se niega y se afirma innumerables veces. Y el sujeto sigue ahí de pie, negándose a creer totalmente y progresando en la ciencia, que le cierra la puerta de la fe, sumergiéndolo en la realidad concreta y universal; en el ámbito de lo general.

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Adriana Ugalde Delgado estudia la licenciatura en Filosofía, es además una lectora ferviente de obras poéticas, literarias y filosóficas; en algunas ocasiones cuando encuentra la inspiración, gusta de escribir poesía, ensayos y/o artículos de opinión. Le apasiona el arte en todas sus representaciones, en especial la música y la pintura. Actualmente se desempeña como reportera en un periódico de difusión nacional.

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La columna “Un cronopio” porque tiene como referente a la obra literaria de Cortázar, quien explicó que el nombre cronopio se le había ocurrido por primera vez en el teatro,  como resultado de una visión fantástica de pequeños globos verdes flotando alrededor en el semi-vacío teatro. Finalmente los cronopios terminan siendo poemas sin rimas, dibujos fuera de cuadro, personajes de cuentos de la obra de Cortázar.