Un Cronopio

Rousseau y la educación

Compartir

UN CRONOPIO

Jean Jacques Rousseau (Foto: Especial)

Sin duda, el periodo de la Ilustración fue de suma importancia para Occidente, además de sus repercusiones en la ciencia y en el ámbito político, influyendo enormemente en el inicio de la Revolución Francesa. Además del progreso paulatino de la ciencia, que había comenzado propiamente con la Modernidad, el pensamiento Ilustrado a través de la razón comenzaba a reordenar el mundo social, construyendo un nuevo enfoque ético para el hombre.  La nueva condición humana, alejada más aun de los siglos medievales, apuntaba al hombre como creador de la ciencia y el dueño de su propia voluntad; entonces la búsqueda de la felicidad recaía en él mismo.

Una de las figuras más representativas del pensamiento ilustrado, es sin duda, Rousseau. Filósofo preocupado por el papel del hombre en la sociedad, reconociendo que es ésta última la que corrompe la bondad innata del ser humano que vive en armonía con la naturaleza. Siendo un pensador autodidacta, basado en su propio criterio de rechazar cualquier sometimiento de la enseñanza, Rousseau creció en la búsqueda intermitente de la Educación; ¿cómo se educaba el hombre y hacia donde se dirigía cuando se sentía listo para afrontar el orden social? El hombre es pues bueno por naturaleza, como lo había expuesto anteriormente, y son las instituciones las que hacen malvado al hombre, tratando de volcarlo en un supuesto orden social para su beneficio. Y se es también un ser político, como siglos antes lo había señalado Aristóteles, por ello el individuo para Rousseau, no se desprende nunca de su colectividad y de su búsqueda constante entre lo moral y lo político.

Ahora bien el concepto de educación, no sólo juega un papel importante en la sociedad, sino que es el eje del momento ilustrado; que tenía por meta última la estrecha relación ciudadano- patria. Porque es mediante la educación en los niños que se les forjará el amor por la patria, el respeto por las leyes y el hábito de la obediencia, todo esto encaminado a engrandecer el espíritu de una nación y del bien público, forjando un carácter propio del individuo para su felicidad y gloria. Aunque Rousseau se antepondrá a esta idea de educar para ser un ciudadano, idea que desarrollaré más adelante.

Y es así como nace el Emilio, como carta a Madame de Créqui, que le había pedido consejo para la “peste” de su hijo. La obra trata de esto primordialmente, es decir de la forma en que deben ser educados los hijos, para convertirlos en personas de bien. Sin embargo, no es sólo una labor de estilo pedagógico, sino de un carácter antropológico para impulsar el desarrollo del hombre en la sociedad, o mejor dicho para el encuentro de una finalidad, como la felicidad misma. Una reflexión filosófica en la que el hombre es primordialmente bueno, y será sólo mediante la educación que pueda evitar ser malvado, apartándose de su auténtico camino.

Sin embargo,  Rousseau crea en Emilio un alumno sobre el que experimenta, situándolo en medio de una sociedad concreta, sometido a la variación y a ciertas circunstancias sociales específicas, poniendo en tela de juicio la afectividad. Pues Emilio queda bajo una construcción de un niño encerrado en sí mismo, carente de afecto o emociones, sin piedad, y contradictoriamente razonable, frío y claro en sus decisiones. Y frente a este vacío emocional de Emilio también encontramos la esclavitud de la que es presa, pues está sometido con respecto a su educador, Emilio corre el riesgo de no volverse nunca autónomo, porque al parecer las relaciones que mantiene con su educador son dependientes.

Es importante mencionar una base elemental que Rousseau aporta a la pedagogía; el niño no es un adulto pequeño sino un niño, la presencia del yo del niño como autónomo, es una realidad totalmente distinta de aquello en lo que habrá de convertirse. Se trata pues de edificar, de construir, no de destruir. Aprender a educar es uno de los matrices más importantes para el bienestar de una sociedad.

El texto inicia comienza diciendo que no se conoce al niño, y que el hombre pensante se ha olvidado que la base de aprendizaje reside en la niñez. En un primer momento nacemos débiles, sin la capacidad de juicio, necesitamos de alguien que nos proteja, de lo contrario no sobreviviríamos. Y paralelamente esta protección la brindan nuestros padres, en los que recae la responsabilidad de educarnos.

Y un hombre bien educado, no es para Rousseau, un hombre civil, mantiene una clara diferenciación; pues para el hombre natural la unidad esencial de su yo deriva en sí mismo. En cambio el hombre civil trasporta su yo a lo común, para depender del todo. Esta no es más que una reflexión filosófica acerca de la condición natural del hombre y su capacidad de relacionarse consigo mismo, percibiéndose como un yo existente, como sujeto único.  De estas dos posturas contrarias, el hombre natural y el hombre civil, derivan dos clases de instituciones; la pública y la particular y doméstica. Del orden público derivan también los colegios que lejos de formar individuos sólo diluyen al hombre en lo común, apartándole de un juicio propio y de voluntad.

En cambio la educación doméstica se inicia para crear al hombre una conciencia de sí mismo. Lo primero es enseñarle a vivir, antes de adquirir cualquier vocación, pues es el primer llamado de la naturaleza: la vida misma. Aquel hombre que sepa soportar los males y los bienes en la vida es sin duda, el mejor educado. Encontramos aquí, no una idea pedagógica, sino esencialmente filosófica, educar está visto como en la antigua Grecia; se forma al hombre para enfrentarse a la vida que, la cual encierra sus propios misterios, es incluso un tanto instintivo, de sobrevivencia. El sujeto educado rebasa cualquier situación del mundo social, de un mero cargo político o de cierto estatus, es ante todo un ser que sobrevive y enfrenta la vida con su propia conciencia.

El hombre civil está sujeto siempre a las costumbres, es esclavo de las circunstancias exteriores que le rodean, no teniendo libertad de ser independiente y autónomo. Aunque ya he expuesto anteriormente la nueva esclavitud a la que es sometida Emilio, aparentemente libre de todo el contexto civil; aunque dominado por la figura del maestro. La reflexión filosófica que Rousseau plantea no deja de ser interesante para las nuevas teorías pedagógicas, pues no es sólo el educar desde un sector social, sino desde la necesidad natural del hombre por dicho desarrollo.

Hoy en día la educación es un servicio público, quizá justo lo que Rousseau aborrecería, además estamos más lejos de que las instituciones de educación formen hombres en el sentido humanista del término. Se educa para ser profesionista, y para miles de licenciaturas existentes, la educación sí que es un negocio en serio.  Tal vez no sería de menos reflexionar con una obra de la Ilustración como la de Emilio, que antes que nada propone el ser consientes de nuestra vida, más allá de todo orden político o comercial que nos impulse a vivir contrariamente a nuestra propia naturaleza.

*