Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Abstinencia de Horror

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Tan peligrosa como los excesos —de alcohol, droga, alimentos o cualquier otro consumo— es la abstinencia. Se reconocen como los síntomas más comunes del síndrome de abstinencia la taquicardia, inestabilidad de la presión arterial, ansiedad y temblores. No tratar adecuadamente estos trastornos que aparecen luego de algunas horas del último uso, puede causar fiebre, alucinaciones y hasta la muerte.

En el mundo de hoy, las adicciones han pasado del simple abuso de sustancias hasta la asiduidad exagerada a alguna actividad, que consume a las personas prácticamente todo su tiempo libre —y a veces hasta el productivo o de descanso— con el agravante de no poder reducir su uso aun cuando el deportista, el internauta o el televidente, se lo proponga repitiendo varios intentos sin éxito. En este contexto hay adictos compulsivos al consumismo —compradores— a las pantallas —televisión, computadoras, juegos virtuales etc. — y al juego. Interesante sería en este contexto medir el estado de ánimo de una sociedad que por años recibió diariamente una buena dosis de violencia a través de los noticieros, las telenovelas, los espacios informativos del internet, durante la exposición y después de la reducción de tales contenidos, como ha ocurrido en México luego de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto.

No estamos en la posibilidad de saber si la disminución de esta violencia informativa se originó en algún tipo de “línea” del gobierno o si los propios medios se han puesto una nueva forma de comunicación, sobre todo ante una innegable realidad de condena popular que los califica de manipuladores, insensibles y hasta faltos de ética. ¿Arribamos a tales excesos que han dado pábulo al miedo colectivo y el aumento de suicidios, de manera espontánea? ¿De verdad esto vende más que un buen reportaje educativo? ¿Por qué los medios —en todo el mundo— se han dejado de asumir como eso y se han convertido en actores políticos? ¿Están los gobiernos en la posibilidad de salir sin rasguños, cuando intentan[1] recuperar para las naciones que representan el dominio en términos de espacio aéreo, de ondas y otros?

Sin descartar que esta reflexión dé el pretexto para una “encuesta” que enaltezca la labor mediática, destaco la sorpresa de algunos televidentes eufóricos por una escueta nota acerca de “11 muertos en la ciudad de México”. Más allá de la efímera mención televisiva, poco se recogió en otros medios, pero lo interesante es la reacción de auténtica abstinencia que acusaban quienes me compartieron esto. Parecía que por fin alguien les ofrecía “otra vez una copa” de violencia, como las que han consumido por años. Sobre todo los televidentes, parecen extrañar el desquite de cambio de gobierno. ¿De verdad van a poner en su lugar a la maestra? ¿Por qué nadie ha dicho nada del encarcelamiento de tantos corruptos que nos fastidiaron? ¿Solo siete alcaldes de Chiapas? ¿Y los gobernadores se van a quedar tan campantes?

Pero el daño por la adicción a la información amarillista —en la cual el medio se constituye en fiscal, juez y verdugo— va más allá. Al igual que algunos alcohólicos incrementan sus reacciones violentas por el exceso, muchas comunidades se asumen como víctimas y legitiman su “ojo por ojo”, con mantas y armamento ilegal anunciando posibles linchamientos y hasta castigos de muerte a los ladrones, secuestrados y violadores[2], sin más “recompensa” que salir en la tele o en el periódico. Un aspirante a gobernar ¿es héroe porque los medios reproducen su amenaza de meter en la cárcel a los políticos ladrones? Sin faltarle razón a todos quienes en ejercicio de la libertad de expresión hacemos señalamientos, el hecho es que el camino idóneo para componer las cosas no es el discurso ni mucho menos la nota de prensa; sino la denuncia y el trabajo jurídico eficaz.

Me queda claro que hay policías ineficaces, fiscales o MP corruptos, jueces atiborrados y sin posibilidad de analizar con profundidad cada hecho que se les presenta y hasta abogados muy mal preparados pero ¿justifica esto el declinar cada cual de su responsabilidad y dársela a televisoras, periódicos y otros que se justifican con una equívoca interpretación de la “protección al derecho a la información” cuyo obligado es justamente el gobierno y no los medios?[3].

Antes que continuar con una tónica informativa, de violencia, todos deberíamos ejercer nuestra libertad de expresión con responsabilidad, respetando los limites que la propia ley impone, y por supuesto exigir como sociedad a los gobiernos se nos satisfaga nuestro derecho colectivo a la información. Si no lo hacen hay que denunciar. Por supuesto esto no muy factible pues la muy deficiente labor legislativa ha sido la principal responsable de que este sea un derecho solo harto imperfecto. (De ello podemos expresarnos en otra entrega)

*

[1] Como en el caso de Argentina y antes de Venezuela aun cuando procedimientos hayan sido distintos.

[2] Casos de varios municipios del estado de México, algunas delegaciones del DF y ahora en las regiones: Ayutla de los Libres y Tecoanapa en Guerrero y en Urapicho Michoacán.

[3] En tesis de esta escribidora (en el año 1979 de ingreso a la Barra de Abogados y 1982 a la Academia Mexicana de Derecho Internacional), concordando con la opinión jurídica del maestro José Trinidad Lanz Cárdenas.