Las cosas como son

El número completo

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Entre las muchas maravillas de las constelaciones familiares, se encuentra la del “número completo”. Suena a matemática, y lo es, pero matemática del corazón, números enteros del alma, cuya consumación acarrea un sinfín de beneficios. Para decirlo en pocas palabras, esto del “número completo” significa, entre otras cosas, que no falte de incluirse ninguno, que estén todos los que pertenecen, que la unidad familiar sea tan extensa como la vida lo haya requerido. Si lo vemos desde una perspectiva inversa, cada persona es un fragmento de un grupo, y su bienestar depende de que se sepa con más o menos exactitud cuántos en total forman la unidad completa.

Caben en esta comprensión, por mencionar unos pocos ejemplos, los hermanos que nacieron de papá o de mamá en relaciones previas, las parejas que se hayan tenido antes de la actual, las familias de las personas que fueron adoptadas, las parejas de nuestros parientes que ya no están por la razón que sea, el padre o la madre de los hijos de matrimonios separados, las personas que murieron con los nuestros, así haya sido en un accidente, en una guerra, en un hecho violento o en un cataclismo, aquellos o aquellas que hicieron algo por el beneficio de nuestra red familiar, quizá una nana, una trabajadora doméstica, alguien que ayudaba a los nuestros de alguna forma, un empleado comedido, quienes padecieron la injusticia o el maltrato, bien sea de nuestra línea familiar o victimizados por alguien con nuestros apellidos, todos los muertos de nuestras casas paterna y materna.

Lo maravilloso de estas cadenas humanas, de la cual cada uno somos un eslabón importante, estriba en que solo podemos estar bien, sentirnos bien, ganar posibilidades, si está completo el número en nuestra alma, en nuestro corazón. Para que esto sobrevenga, naturalmente, hacen falta varios movimientos, como pueden serlo conocer algo de la historia de la familia, esa que muchas de las veces se desgaja en la mesa un domingo y que ya no parece decir nada anormal, hace falta comprender en lo profundo las motivaciones o los impulsos que sustentaron una conducta (del mismo modo que uno tiene motivaciones e impulsos para actuar como lo hace), hace falta dejar en las manos de los responsables la magnitud del hecho (normalmente gente más grande que uno o ancestros) y en el pretérito, sin juicios ni críticas lo que ocurrió antes de nuestra inserción en el mundo, hace falta reconocer que gracias a todo lo anterior hemos ganado esta preciosa oportunidad de vida, hace falta sentirse parte de un grupo muy numeroso (por lo tanto, nadie está solo) del cual se tiene de modo consustancial una manera de ver el mundo y la vida, una forma de comportarse, la precisión de determinados gustos y anhelos, la inquietud por alcanzar alguna cima, la seguridad de sentirse entre iguales.

Por eso la ley del número completo reviste una importancia enorme: en todo caso nos fuerza de alguna manera a recolocarnos cuando le hacemos espacio a otros, a esos otros que merecen (porque es suyo) un lugar entre nosotros, de tal suerte que en lugar de ser menos, somos cada vez más los miembros de una familia, en lugar de escasez tenemos abundancia de experiencia, en lugar de inmovilidad conquistamos una multitud de aventuras vitales. Todos los que se han ganado el menosprecio de sus parientes, todos los que han dejado el cobijo familiar, todos los que han sido en algún momento “malos”, le han acarreado un beneficio a su parentela, la han ayudado a sentirse buena, a mantenerse unida, a costa del propio bienestar.

En este sentido, llega a suceder, lamentable pero amorosamente, que hay miembros en las familias que asumen el infortunio, el fracaso, la enfermedad, la maledicencia, la pérdida, como una forma de hacer que los de alrededor vuelvan sus miradas a los que está fuera, excluidos, olvidados, no vistos, juzgados y sentenciados. La ley de número completo es como una forma de consciencia familiar que impide las pérdidas, la exclusión, la fragmentación. Para el efecto no duda en valerse de los destinos de las personas, de los descendientes, en cuyo caso produce efectos en los cuerpos, en la manera de vivir los sentimientos, en la fortuna laboral, en el desasosiego de su vida interior.

Esa consciencia familiar, de memoria rigurosa, quiere que no falte ninguno de los convidados, preserva el lugar para todos los que pertenecen al grupo, vela por que las injusticias sean resueltas y los olvidos deshechos. Solo después de ello sobrevendrá la calma, y el bienestar será una opción realizable.