Candil de la Calle

Mal y de malas

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La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa.

En la guerra podemos morir una vez; en política, muchas veces.

Sir Winston Churchill

(Foto: Especial)

Miguel Márquez Márquez se encontró el domingo 17 de marzo en la refinería “Ing. Antonio M. Amor” de Salamanca, con toda la parafernalia adyacente, en un escenario que no había tenido un gobernador de Guanajuato desde hace dos sexenios, por lo menos.

(En la acotación, habrá de recordarse que el primer mandatario panista de Guanajuato, Carlos Medina, contó no sólo con el beneplácito intrínseco del acuerdo de Los Pinos y cúpulas panistas, sino con un guiño casi amistoso de Carlos Salinas de Gortari, entonces presidente).

El gobernador de Guanajuato, único mandatario panista en el país en el escenario de la devastación blanquiazul después de julio del 2012, supo lo que es amar a dios en tierra de indios.

Le tocaron los abucheos, los chiflidos.

Le tocó escuchar las porras, repetidas, musicalizadas, priístas, de los sindicalizados petroleros en apoyo, loas, entreguismo, al presidente en turno, azuzados por un campechano —hasta con guayabera— y sempiterno líder, Carlos Romero Deschamps, el mismo que puso sus barbas a remojar y le ofrecía todo su apoyo, todo su respaldo, a la Reforma energética —la que sea— que proponga Enrique Peña Nieto.

Abundaron también los calificativos obsequiosos para EPN de parte de Romero Deschamps, el mismo que obsequia autos lujosísimos a su junior, el mismo al que muchos, muchísimos mexicanos quisiéramos ver en el siguiente banquillo de los acusados, investigado, revisadas sus cuentas, las del sindicato, las de su familia.

Miguel Márquez se quedó con la espinita porque el presidente no pronunció una sola sílaba sobre aquel ya viejo tema de la reconfiguración de la refinería salmantina, lo poco que se pudo sacar en el sexenio olivista tras la costosísima y aún oscura adquisición de cientos de hectáreas en la zona Salamanca-Villagrán, de facto un despojo de una amplia franja generosa en cultivos de sorgo principalmente, que hoy es territorio en disputa entre dependencias y secretarios que aún no se ponen de acuerdo en el destino final de lo que Oliva soñó ver como refinería Bicentenario.

Ni siquiera en Hidalgo han podido verla convertida en realidad.

Ni de la reconfiguración, ni de la nueva refinería habló Peña Nieto, el “presidente petrolero” como le gritaban con batucada de fondo los sindicalizados. El tema es otro, el PRI tiene sus modos y sus tiempos, y si en los sexenios del PAN no le interesó y nada hizo por avalar las reformas laboral o energética, ahora son su bandera de arranque, ahora sí quiere, ahora sí van.

No es el único tema en la lista de Márquez. Hay un legendario Tren interurbano, soñado por décadas, presupuestado por sexenios, que nada más no cuaja. Muchos factores lo han impedido, pero el último, por lo menos en lo que hasta ahora se ve, puede ser simple y sencillamente que un estado gobernado por el PAN no tendría por qué ser el más importante en la lista de Enrique Peña Nieto.

Así se ha jugado en la rueda de la fortuna que es el poder.

Incómodo, hasta desconcertado, se vio el gobernador en medio de la aplanadora priísta. Peña Nieto, Osorio Chong, Romero Deschamps, gobernadores  invitados (priístas también). De todos se despidió amable, de mano, el presidente, indiferente, lejano al de Purísima de Bustos (o Purísima del Rincón, como insisten en ponerle ahora).

Y sí. Al rincón sexenal, parece.