Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Educación para vivir mejor

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Lo mismo si se trata de formar, instruir, sacar o extraer, según se opte por la etimología de educere o educare, desde los grupos más simples hasta las sociedades sofisticadas, el desarrollo de las diversas facultades —física, espiritual, moral y cultural— de las personas, ha sido una preocupación constante que, según diversos autores, es determinante en la evolución multifacética de la humanidad. Pasar de la simple trasmisión oral de conceptos —históricos, geográficos o de higiene— a la praxis, casi siempre ejercida por ciertos personajes —brujo, miembro del consejo de ancianos, guerrero, cazador, explorador, etc.— han sido etapas necesarias y previas a la organización social de la instrucción —para afinar sentidos, desarrollar deportes, ejercer normas de cortesía o convivencia, e incluso adiestrar conductas de animales como caballos o perros— de la cual hay vastos ejemplos  e incluso documentos en las culturas, china, hebrea, india y otras tantas en el continente americano y africano, hasta llegar a las diferentes paideias[1] y la humanitas del helenismo en la época greco-romana.

La docencia regularmente ha estado en manos de personas mayores. Los padres no solo trasmitían valores y costumbres, sino en muchas ocasiones en el seno familiar es donde se aprendía la escritura, la lectura, el gusto por la música u otras artes y hasta la diversidad de lenguajes. Consecuentemente también en ese entorno y en el social más cercano, es posible aprender conductas insanas —mentir, exagerar el uso de palabras hirientes, despreciar, manipular, odiar, discriminar— que llevan a distorsiones vinculadas con los vicios, las enfermedades psiquiátricas —paranoia, sociopatía, megalomanía, narcisismo, etc.— y otros tantos procesos inherentes en nuestras acciones, sentimientos y actitudes que en algunos grupos están llevando a la involución.

¿Qué están asimilando las nuevas generaciones en cuanto a normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo al escuchar y ver la reiterada denigración de sus profesores? Además de “socializar en las redes” lo que ocurre con el movimiento magisterial, ¿algunos de los estudiantes de universidades privadas estarían dispuestos a quedarse en las aulas rurales para educar a niños de zonas marginadas? Si esto ocurriera y el hijo de un empresario fuese reprimido por las fuerzas del orden hoy tan alabadas, ¿se unirían los miembros de las cámaras —Coparmex, Canaco, Concamin, etc.— para defenderlo a él y otros maestros de origen humilde?

La educación, durante el siglo XX, se convirtió en el eje rector de casi todos los derechos, se reguló no solo como un proceso de socialización formal entre varios individuos, sino como una estrategia de progreso y de acceso para vivir mejor. Ante el gran rezago existente en el mundo, se encomendó al Estado la responsabilidad de impartir conocimientos básicos, bajo premisas universales que permitieran a todos acceder a lo general con pleno respeto a sus particularidades. Se valoró entonces la laicidad educativa —y no necesariamente como un ataque a la religiosidad que en el caso de América Latina, era un monopolio de las iglesias católicas— y la gratuidad, a fin de que aun el que no tuviera nada, pudiera contar con el privilegio de la enseñanza.

El compromiso universal de la alfabetización, llevó a gobiernos de diversas latitudes a dar la categoría de maestro a todo aquel que supiera algo y tuviera la vocación de trasmitirlo. Fueron esos, tiempos de gran respeto por el bachiller e incluso por el autodidacta. El enseñante era reconocido por lo que sabía, independientemente de si hubiera o no un papel que lo avalara. ¿Qué pasó entonces en México? ¿Cómo es que llegamos al absurdo de tener maestros y doctores en diversas especialidades manejando taxis o vendiendo mercancía de quién sabe qué origen en la economía informal? ¿Son los profesores sindicalizados los únicos culpables de este desastre? ¿A quién se debe el irrespeto por la autoridad; el desprecio a los padres por los mismos hijos; la ausencia de armonía entre hermanos y el acoso de gobernantes contra gobernados? ¿Podrá la visión privatizadora de la educación dar opciones a los niños de más de 60 etnias no solo en Oaxaca, Guerrero, Chiapas o Tabasco, sino en Chihuahua, Sonora y otros lugares maravillosos que también son México?

Los que aun somos adictos a la historia, sabemos que cada gobierno ha tenido sus víctimas del reacomodo; en algún momento fueron los médicos, los ferrocarrileros y hasta los estudiantes. De cuando en cuando algunos personajes del poder han pisado la cárcel, pues supuestamente con estas acciones hay correcciones de rumbo; pero si en el contexto no se tiene una mejor relación —física, mental, emocional, espiritual, social y política— con nosotros y nuestro entorno, seguramente los sacrificios en libertades, vidas y recursos habrán sido vanos. La oferta privada para el desarrollo de capacidades en destrezas acordes con el desarrollo tecnológico es amplia y costosa, pero muchas empresas se están retirando del país al ver que no existe mercado cuando una sociedad tiene en las calles a niños genios en la música, tocando un acordeón y pidiendo limosna. Por más que se privilegie lo privado esto carece de futuro, sin educación básica que permita desarrollar capacidades físicas, intelectuales y de comportamiento, encaminadas a un fin social valioso que incluya no solo la transmisión de datos —repetidos hasta la saciedad para convertir en verdades lo que es dubitable— sino la posibilidad de dialogar para defender, sin agresividad, su identidad personal, histórica, nacional, humana a fin de conservar su existencia colectiva.

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[1] Del griego, “niño”.