¡Bienvenido Pescetti! ¡¡No te vayas Pescetti!!

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Guanajuato, Gto. 03 de mayo de 2013.-Señalado con un rotundo “todo un éxito”, el espectáculo del cantautor e intérprete argentino Luis Pescetti, en el Teatro Juárez a finales de abril, deleitó al público infantil (y al público de edades no tan reducidas). La presentación se realizó como parte de la celebración del Día del Niño, dentro de las las actividades que ofrece el Instituto Estatal de la Cultura (IEC) a través de su programa “Todos al Teatro”.

Luis Pescetti en el Teatro Juárez (Foto: Especial)

De Luis Pescetti hay que subrayar la sencillez, rayana en la desnudez; el carácter ligero de su discurso, bastante próximo a la mentalidad de los niños; pero, claro, aderezada por el saber y la experiencia de quien ha dedicado buena parte de su vida a la observación de la conducta, los pensamientos, las sensaciones, los sentimientos, de los niños. Y cuenta también que es un autor que escribe y re-escribe historias para los pequeños, que cuenta con el bagaje del musicoterapeuta, y que además es pedagogo.

Más allá de que Luis Pescetti pudo atrapar la atención de chicos y grandes con canciones conocidas, coreadas por los asistentes, lo gozoso del recital es la frescura con que se conduce el intérprete, la alternancia entre canciones, chistes, juegos y bailes colectivos, interacciones con el público, que estructuran el programa. Y aún la atención que pone en cuidar a los asistentes, cuando detecta que un casi bebé se asusta y pide al iluminador poner más luz en la sala y al padre del pequeño quedarse aun si su vástago refunfuña y gimotea. Ese Pescetti sí que tiene respeto por los niños, y ellos a su vez también lo respetan y aprecian.

Es cierto que la majestuosidad del Teatro Juárez impone, sin embargo Pescetti consigue cautivar la atención y hacer que los decorados sean casi invisibles: lo importante es sumarse al coro, encontrar espacios para moverse siguiendo las indicaciones, disfrutar con nuevos poemas hechos canciones. Al final de cuentas, parece logrado el objetivo de contribuir a que las familias compartan un momento de alegría y diversión.

Hay que reconocer que Pescetti es uno de esos autores que uno desea ver con más frecuencia, pues su repertorio abarca múltiples géneros musicales, un sinfín de arreglos y composiciones, humoradas, y también un decir desparpajado a través del cual se materializan experiencias de infante aderezadas con incursiones en lo grotesco, lo altisonante, lo que es natural en el ser pequeño. Pescetti habla libremente de los mocos, de los pedos, de la caca, de los amores niños  imposibles, también de las frustraciones, las irreverencias, las calladas contorsiones anímicas de quien se ve indefenso, impotente, apartado y hasta avieso. Acudir al concierto de Pescetti implica ser parte de la vivencia niña y también participar de la progresión que lleva al umbral de la siguiente etapa, donde la inteligencia ocupa otros juegos, en la que hay otras necesidades y demandas.

Llegado el final del concierto, a uno le queda la impresión de que valdría la pena volver a verlo, uno abriga la esperanza de que la siguiente ocasión venga acompañado de su grupo, uno conserva el secreto anhelo de escuchar en vivo la canción más preferida. A Pescetti solamente se le puede apreciar o amarlo, que dijera  una niña de siete años en las afueras del Teatro. Y sí, Pescetti se queda con uno, permanece, mantiene su vigencia. Es decir: habla con experiencia y verdad. Ese, ciertamente, no es un mérito de menor valía en este tiempo.