Las cosas como son

Crecer y crecer

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Un asunto de suma importancia en las familias y en las relaciones interpersonales tiene que ver con el crecimiento, con el desarrollo personal. La vida de uno comienza al ser procreado, al ser procreada, como hijo de una pareja (sea que esté junta sea que esté separada). A partir de ese instante comienza un continuo movimiento de crecimiento, de  desarrollo de facultades y talentos, de incremento de habilidades, de suma de responsabilidades, que marca asimismo la inserción en el mundo, primero a través de la ruta escolar, luego por medio de la vida productiva. La familia, al principio en extremo importante, va dejando de serlo, en cuyo caso el mundo adquiere cada vez mayor preeminencia. La persona, en un momento de su itinerario vital, se consolida en su individualidad, constituye una familia, plenamente inserto en el trajín cotidiano, en el intercambio mundano.

Sin embargo, se dan casos en que ese crecimiento se ve entorpecido, frenado, por múltiples razones, entre las que podemos contar, de entrada, la resistencia al cambio, la culpa debida a hechos anteriores que (a juicio de los padres o de los hijos mismos) produjeron algún daño, la sobreprotección, la necesidad de mantenernos en cierta condición, y muchas otras más.

La resistencia al cambio es quizá el factor más complejo y difícil de remover. Está relacionada con un deseo muy profundo de que las cosas sigan siendo de cierta manera, “a mi satisfacción”, y que no se modifiquen. Se resiste al cambio aquella mamá o aquel papá que siguen procurando a su hijo o hija como si tuviese una edad en que los padres son imprescindibles, como si no estuviese preparado y listo para el amor o la vida sexual, como si siguiera siendo un pequeño a pesar de que su edad muestra otra realidad. Igualmente cabe la posibilidad de que los hijos prefieran mantenerse bajo el techo familiar y opten por no madurar, como suele decirse, por no hacerse cargo de su propia existencia en todo sentido. A este respecto, ¿quién puede impedir el paso del tiempo, cómo se detiene el flujo del agua de la vida?

Por lo general, cuando eso sucede, hay otros hechos que están relacionados, ocurridos con anterioridad, y que producen tales resultados. Por ejemplo, una enfermedad acaecida en la infancia de los hijos puede traer consigo el imperioso deseo de ayudar al hijo, a la hija, de modo permanente, de tal modo que se le evitan (amorosamente, hay que decirlo) las experiencias crudas o difíciles o riesgosas. La persona, por este camino, es natural que no adquiera toda la fuerza que capaz de desarrollar, lo cual tendrá consecuencias.

La culpa de los padres hacia los hijos también es a veces un factor decisivo. Y puede generarse por ejemplo porque los padres se separaron cuando los hijos eran muy pequeños, o porque alguno de los padres pasaba el día fuera de casa por motivos laborales y no acompañó en su crecer a los hijos, o porque se era muy joven y no se sabía cómo cuidar, o porque ocurrió algún incidente que afectó al pequeño o a la pequeña, como la enfermedad de algún pariente que requirió la atención del padre o de los padres, o aún la reclusión carcelaria de alguno de los progenitores. Muchas de las veces, estos hechos, además de que en ocasiones llevan a los padres a extremar su prodigalidad hacia los hijos, se combinan con una especie de distorsión en el crecimiento de los descendientes (quienes perciben la culpa, la tristeza, la inquietud, de los padres) que los ha llevado a hacerse grandes antes de tiempo bajo la exigencia.

Hay que mencionar, además, que aunque uno también es responsable de sí, no siempre sabe cómo instalarse en la condición que le corresponde, en cuyo caso hablamos de la persona como promotora de su propio crecimiento, de la instalación plenipotenciaria en las exigencias y en las ventajas de su edad y condición. No obstante, a todas las personas nos llega el momento en que nos toca hacernos cargo, nos toca impulsar el movimiento del río, volvernos corriente y mantenernos en el movimiento constante. Entonces todo lo anterior cesa, deja de influir como lo hacía. Esta es siempre una opción al alcance de la mano, de los padres tanto como de los hijos, y no tiene secreto: solo hace falta ser lo que corresponde: hijos para los padres, esposo para la esposa, padre o madre para los hijos, colaborador para la sociedad. En ello se sostiene todo, y cualquier momento es bueno para comenzar.