Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Privacidad

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Snowden, Assange y Bradley Manning, son apenas tres lados de un triángulo más peligroso que el de las Bermudas. Estos tres expertos en computación, dos de ellos perseguidos y uno prácticamente sentenciado, han demostrado que la privacidad es un mito, no solo para los personajes públicos, cuyo ámbito personal por la naturaleza de sus funciones se reduce, sino para cualquier mortal seducido en mayor o menor grado por una herramienta tecnológica. Las personas pagamos por el último grito de la moda en teléfonos móviles, tabletas o computadoras personales, lo cual nos hace localizables debido al GPS y sutilmente nos saca información de identidad, gustos, intereses, composición de nuestros círculos familiares y sociales. Es difícil tomar precauciones ante la posibilidad de ser espiado, no solo por gobiernos o consorcios poderosos que pueden colocarlo en una lista de presuntos terroristas —si acaso está escribiendo una novela cuyos personajes sean musulmanes—, secuestradores, ladrones de identidad o lavadores de dinero, sino por cualquier joven genio —los hackers tienen tantas posibilidades de trabajo como las de algún sicario— con capacidad técnica para llegar incluso a información privada archivada en el disco duro de su máquina. ¿Por qué, si usted buscó en la internet información acerca de una escuela, de pronto su correo se ve saturado de propaganda de centros con diplomados y talleres que le ofrecen cualquier cantidad de estos productos educativos? ¿Quién fue el genio que lo pescó a partir de palabras claves que le sugirió señalar en su blog o espacio de face book el propietario del servidor con el cual se conecta con el mundo cibernético?

Espiar ha sido una constante histórica con diversos matices si la meta es descubrir secretos —militares, industriales, gubernamentales e incluso familiares— ya sea para vencer al enemigo, quitarle posibilidades de expansión de mercado, desprestigiarlo social y personalmente o derrotarlo en juicio. ¿Por qué el gobierno del país considerado el más poderoso del mundo ha reaccionado con tanta molestia ante las revelaciones de un ex empleado de la CIA sin dotes extraordinarias y bastante comunes? ¿Les molesta que este hombre sin habilidades de súper dotado haya sido mejor descubridor que el gobierno resguardando secretos? ¿Qué tanto se relaciona este “espionaje” con Safeweb[1] y otras empresas contratadas por diversas agencias desde finales de los 90, según fue publicado, entre otros, por el periódico Washington Post? ¿Ya se nos olvidó el incidente de descuido de un jefe de la CIA, que por llevar trabajo a casa fue exhibido laboral y sentimentalmente?

Por más que las empresas proveedoras de internet le juren que sus datos privados serán reservados, lo cierto es que si alguna autoridad les exige entregarlos 3como en el caso de investigaciones de pornografía, pretexto noble por el cual millones de usuarios pueden ser espiados— será casi imposible la defensa. Un buen número de incidentes íntimos del hogar o vinculados con amistades, son ampliamente conocidos, por la “vigilancia” —advertida casi siempre— a empleados de empresas que usan computadoras, redes y conexiones de internet pasando por alto que dichos equipos y tecnología no les pertenece. ¿Le ha ocurrido que un director general al dejar de trabajar para usted, desde su casa o nuevo empleo sigue utilizando claves de la computadora que la compañía o la oficina de gobierno les facilitó para usarlo laboralmente?

Lo cierto es el engaño de la privacidad. Vale más reconocer este riesgo cada vez que compramos, pagamos, transferimos, buscamos información, jugamos o incluso nos comunicamos con nuestros íntimos. La posibilidad de sellar de manera absoluta lo que es solo mío es mínima. A no ser que me vaya a un cerro, viva dentro de una cueva, me olvide de los teléfonos y las computadoras, a lo más que puedo aspirar es a dificultar el acceso a mi esfera íntima. ¡Claro, esto también resulta un negocio! Usted puede manejar sus artículos, cartas, documentos de trabajo etc. en una máquina que nunca se conecte al ciber espacio, y otra distinta para este fin, siempre y cuando no estén vinculadas. Además se vende infinidad de software para evitar ser espiado, hackeado en suma para lograr cierto grado de privacidad. ¿Recuerda las tarjetas postales? Por ellas cuando menos el cartero, se enteraba, que usted andaba en Europa, su casa estaba sola y su familiar o amigo tenia las posibilidades financieras para hacer el viaje. Algo similar ocurre con las expresiones en Twiter y todas la redes sociales tan buscadas por una humanidad de “solos” que se sienten menos aislados en proporción directa al número de “seguidores” ¿De verdad se traga el cuento de que el presidente le está contestado sus reclamos en las redes sociales? ¿Sabía que la genialidad de potenciar el uso de la redes se dio a iniciativa de grupos de “la sociedad civil” en una cumbre de Túnez, mucho antes de la conveniente —habría que analizar cuáles de aquellas empresas socialmente responsables patrocinadoras de dicho evento se beneficiaron— “primavera árabe”? Antes de la tecnología, se evitaba la intrusión en lo íntimo “lavando la ropa sucia en casa”. Hoy jóvenes y adultos inmersos en una vida egoísta, proclive a eliminar de la memoria todo lo doloroso o desagradable, sin reserva alguna de experiencias productoras de madurez —casi como autómatas parecidos a los caminantes hacia los hornos crematorios del mundo feliz de A. Huxley— se enlistan en las filas de los sacrificables. Que los atrapen secuestradores, asesinos, agentes de “la ley” o compañeros escolares para victimarlos por medio del bullying es irrelevante, porque a fin de cuentas sin privacidad cada cual no tiene más destino que convertirse en estadística o en nota sensacionalista para aumentar el rating de los poderosos medios comerciales.

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[1] Desde el 2008, con motivo de la celebración del tercer “Día Mundial de la Sociedad de la Información», se supo que Safeweb, uno de los servicios anónimos más conocidos, tiene lazos con la CIA y empezó a recibir desde 1999, pagos de una inversión de capital de $8 millones vinculados con In-Q-Tel, otra compañía de Virginia creada por la CIA para “estimular el desarrollo de tecnologías de Internet”. Ya entonces la CIA concibió un software —“Triangle Boy”— para que sus agentes se mandaran e-mails y visitaran websites sin conocimiento de los gobiernos de los países espiados.