Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Independencia y Paradoja

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Como parte de la multiplicidad de contrasentidos que nos abruman, el hambre —mil millones de personas en el planeta la padecen— y la desnutrición son una verdadera paradoja frente a las pérdidas y desperdicio de alimentos que, según la FAO, alcanzan 1.3 mil millones de toneladas al año y significan un tercio de los nutrientes producidos. Típico de la preocupación de una sociedad inmersa en una economía consumista, la “culpa” se endereza hacia los consumidores que desperdician alimentos, por motivos tan baladíes como: hoy se cumplió la fecha de caducidad, ya no tengo espacio en el refrigerador o me serví demasiado y ya estoy “lleno”. ¿Será solo responsabilidad de una cuantas personas con malos hábitos la causa del primer lugar de desperdicio de cereales en Asía? Según este estudio recién publicado por la FAO y originado en la investigación encargada a un grupo de especialistas[1] hace dos años la regiones de “abundancia” y America Latina, tienen el honroso primer lugar de desperdicio de cárnicos en el mundo ¿Qué papel juegan en este desatino los productores transnacionales que surten miles de comercios de comida rápida y grandes tiendas de autoservicio tanto en el país de origen como en todos aquellos a  donde exportan?

Este día de la independencia es un buen momento para pensar, no solo en los 115 kilos de comida que supuestamente cada habitante de México bota anualmente a la basura[2], sino en la pérdida de soberanía de la cual ya tantos especialistas se ha ocupado, sin que funcionario alguno presente programas serios para revertir hechos tan contundentes como que importamos productos —maíz, azúcar, soya, café, chiles, arroz, piña, etc.— que antes surtían nuestro mercado interno y hasta vendíamos a otros países.

¿Cómo aspirar que los productores nacionales siembren y cosechen con éxito, si el precio del producto es impactado a la baja en el mercado internacional? Por una política de precios amarrada al TLC los campesinos nacionales enfrentan tan altos costos de producción que la única salida parece ser el abandono del campo en beneficio de corporaciones multinacionales preocupadas solo por la cantidad y no por la calidad y ansiosas de comprar o rentar en un mercado inmobiliario afectado también por estas políticas.

La producción nacional de granos y otros satisfactores agropecuarios se ha desmantelado. La crisis del agro mexicano fue propiciada por una competencia perversa que mezcla la disminución de recursos financieros otorgados por el estado y la apertura indiscriminada a la importación discrecional para corporaciones transnacionales, aun cuando haya comida en cosecha o en bodegas.

Es este uno de los puntos que parece ignorarse en las campañas en contra del hambre[3], porque además del desperdicio atribuible a los consumidores, el otro factor importante para que mil millones de personas en el mundo la padezcan es, justamente, la pérdida de alimentos que no se cosechan o se pudren antes de la distribución.

Pero la distorsión en la forma de producir nutrientes que privilegia la cantidad —y por ende la ganancia— por sobre la calidad, tiene otras consecuencias fatales para la humanidad. Como resultado de la comida que se tira, las emisiones de carbono —3.300 toneladas— son factor importante de cambio climático y contaminación de agua, que dicho sea de paso se calcula en 250 kilómetros cúbicos desperdiciados cada año en siembras que nunca serán consumidas y que afectan el 28% del terreno cultivable del mundo.

Nada de esto, ni el deterioro ambiental, ni el desperdicio de agua, ni si quiera el hambre de muchos seres humanos, parece importarles a los ricos del planeta. Pero los estudios coinciden en que 750.000 millones de dólares anuales son la pérdida por este sistema capitalista mundial que derrocha alimentos, produce obesos y deteriora nuestro entorno. ¿Será esta preocupación la causa de políticas caritativas privadas —antes se criticaba el paternalismo estatal— que privilegia la dádiva por sobre el desarrollo? ¿Serán los bancos de alimentos la solución para 870 millones de personas  que pasan hambre diariamente?

En su instinto de supervivencia, algunos grupos de la raza humana, ensayan otras opciones: desde la siembra familiar de legumbres hasta la producción, en grupos pequeños, de alimentos orgánicos, para el consumo local, son opciones para algunos productores franceses[4] ¿Por qué no capacitar a ejidatarios comuneros y pequeños propietarios mexicanos en la misma vía? ¿Tendrán el valor las autoridades del ramo de no seguir apostando a la compra de productos importados baratos? ¿Serían capaces de impulsar y apoyar la organización de productores nacionales minifundistas y populares para gritar sin hipocresías VIVA MÉXICO?

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[1] El Instituto Sueco de Alimentos y Biotecnología (SIK) realizó dos estudios como base para el congreso internacional Save Food! celebrado el 16 y 17 de mayo de 2011 durante la feria internacional de la industria del envasado Interpack 2011, en Düsseldorf (Alemania). Concienciar sobre las pérdidas y el desperdicio de alimentos en el mundo, su impacto en la pobreza y el hambre mundial, así como en el cambio climático y la utilización de recursos naturales,  fueron las intenciones de esa reunión.

[2] El desperdicio per cápita de los consumidores en Europa y Norteamérica es de hasta 115 kg al año, y el promedio de América Latina es de 25 kg, en tanto que en Asia es de 11 kg

[3] De los 60 millones de mexicanos pobres, 26.5 millones padecen extrema pobreza. En esta miseria, tres de cada cinco hogares acusan los índices más altos de desnutrición  y riesgos de salud sin precedentes, pues el maíz importado de EE.UU. de origen transgénico —con semillas genéticamente modificadas— está ligado a crecimiento anormal y enfermedades fatales como el cáncer.

[4] 35.7% de la superficie total del país es cultivable y el 4% de la población activa trabaja en la agricultura —en propiedades promedio de 15 ha.  una parte importante se dedica a producir vid— la silvicultura y la pesca. Desde los 80, los franceses han sido pioneros de la agricultura orgánica —45% de las tierras orgánica de la CE— descendiendo en 1999 al quinto lugar después de Italia. Luego de iniciar su recuperación, esta actividad en el 2001, incluía 9,283 granjas orgánicas —básicamente en Bretaña y el valle del Ródano— destacando que  27,945 hectáreascultivaban frutas y verduras, como es el caso de papas, coles, lentejas, calabazas, lechuga y alcachofas. En 1998 el mercado minorista de orgánicos produjo más de 4 mil millones de francos.