Presenta Jorge Olmos Fuentes poemario en estado de Hidalgo

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Guanajuato, Gto. 15 de septiembre de 2013.- Concebido como un viaje al origen, el poeta guanajuatense Jorge Olmos Fuentes presentará el próximo 21 de septiembre a las 13:00 horas su cuaderno de poemas En el aura de Zacualtipán en el Museo Regional de la Sierra Alta en la ciudad de Zacualtipán de Ángeles, del estado de Hidalgo.

Con miembros de su familia, hace cerca de cuarenta años, Olmos Fuentes en Zacualtipán (de izquierda a derecha, el segundo de los niños sentados).

Aún inédito, el poemario se propone, asegura Olmos Fuentes, recuperar del irrefrenable paso del tiempo personas, experiencias, sitios, ideas y expresiones, cuyo influjo, a la manera de un aura, marcó su existencia. Quizá concebido como un paraíso personal, visto lo vivido desde la infancia, Zacualtipán es en estas páginas un protagonista, el que posibilita la presencia de vivencias extraordinarias, si bien todas forman parte de lo habitual de quienes habitan este universo. En consecuencia, asegura, la intención de estos poemas es recuperar de las aguas del olvido hechos especiales, cuya marca es indeleble en la sensibilidad, en la manera de mirar el mundo del poeta, cuya familia materna le ha otorgado ese don.

Más en detalle, el poeta nacido en Irapuato (1963) comentó que integró este cuaderno después de haber compuesto varias piezas sueltas que están diseminadas en prácticamente cada uno de sus libros publicados. También relató que viene a ser una manera de saldar las cuentas sentimentales con una tierra a la que se siente muy ligado, donde nació y ha vivido su familia materna, y donde pasó largos periodos de la infancia (mínimo los meses de las vacaciones) y otras semanas del año, en contacto con algunas de las experiencias más significativas.

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EN EL AURA DE ZACUALTIPÁN (fragmento)

Julio y agosto. Vacaciones de verano. Un viaje. Zacualtipán: paraíso de la infancia. La casa de Roberto y Engracia. Erguido como aguja que hiende el cielo, en un loma, un ocote vigoroso. Un emblema. Cada mañana era indispensable verlo para saber que ya estábamos en ese reino. Y el bosque. Y la niebla. Y la lluvia pertinaz. El sol a ratos. Y la llovizna. También en ese reino. ¡Qué de aromas en aquel verde monte! Inolvidable día. Inolvidable noche. Como digo: un viaje.

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De Don Roberto, primero, su violín. La música. Instrumento de juventud. Banda del pueblo. Fiestas, ceremonias. Interpretar, leer las partituras. Su gozo. El pie como metrónomo para decir «no» a quien quiso bailar con Engracia. Luego su revólver. Debió tener varios en la vida. Uno pesado y cromado, hermoso en la caja bajo llave: el último. Una vez en la plaza se baleó con otro. Se olvidó la historia. Y sus cuchillas. Filosas como ninguna. Intocables para las crías. Dormían su misterio en el cajón. Aptas para el cuero crudo y la piel de los borceguíes. Zapatero y sus zapatos. Qué delicia tocarlas sin ser cortado. Y Carmen La Paloma fue su madre. De mi abuelo.

Detrás de una puerta, el machete, envainado en su funda de cuero. A la entrada de un tejabán, cerca de la huerta, el hacha. Qué ganas de tenerlos en las manos. Andar entre los árboles sajando el viento. Terciada la funda desde el pecho. Cortar hierbas del camino. Desjegüitar la cerca. Escuchar el ruido del metal contra las piedrecillas. Aires de pelea con espadas en la sangre. Coger el mango y descargar el golpe. Con una se sostiene. La otra mano se desliza, hace que caiga el hierro. Y salta la leña. Indemne. Pasado el tiempo, en dos trozos partida. Inevitable alguna vez el golpe contra el propio cuerpo. De leña seca. Rajas para el fuego. Esencia, aceite de ocote dentro de la casa. Hoguera viva. En la memoria el metal destella.