Candil de la Calle

Tan inundados como siempre

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La corrupción lleva infinitos disfraces.

Frank Herbert

Inundación en Pénjamo (Foto: Especial)

Para casi nadie que se precie de tener memoria en este país —aunque a veces pareciera que el número es mucho más reducido de lo que se necesita para alcanzar la llamada “memoria histórica”— resulta lógico, correcto, protocolario, preparado, el actuar de las autoridades federales, estatales y municipales ante los desastres naturales que, año con año, llegan.

Y año con año, sí, son recibidas con la misma improvisación, la misma indolencia, la misma ignorancia… o el mismo dolo y la misma corrupción que tanto tiempo atrás.

Vidas humanas, animales, bienes inmuebles, enseres, carreteras, caminos, infraestructura. Todo se lo ha llevado el agua con su furia en más del 60 por ciento del territorio de Guerrero, que se nos muestra como el estado más devastado por los fenómenos meteorológicos.

Pero no el único.

Acompañan a las imágenes, crónicas y reportajes sobre la tragedia otras tragicomedias, ésas del absurdo que suelen protagonizar algunos políticos y personajes creados e inflados por la televisión que alimentan más el morbo y los índices de audiencia —a veces también pagados por el erario público—, como son las escenas que han circulado mostrando al gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, metido hasta el pecho en el agua y frente a un entrevistador con micrófono de Televisa que encontró la mejor toma ahí, también con el agua hasta el pecho, para hacerle las preguntas de rigor al mandatario.

El mismo que, como ya se supo, el día que comenzó a hacerse sentir la furia del viento y las tormentas, brindaba y brindaba con colaboradores y empresarios amigos.

Pero en este país de las maravillas nunca es necesario ir tan lejos. En Guanajuato tenemos ejemplos de sobra para demostrar que no importan los colores, el partido; si las ideologías le tiran a la derecha extrema o al priísmo de convicción centralista (en muchos sentidos).

Para el caso, es lo mismo.

Este fin de semana, cuatro días después de que en una conferencia de prensa encabezada por el Secretario de Gobierno, Antonio Salvador García López, éste y otros funcionarios de Protección Civil y DIF aseguraran que ninguna de las presas del estado representaba un riesgo, que ninguna había llegado a acercarse a su nivel máximo (excepto la Solís) y que el monitoreo era permanente y reportaba “todo bajo control”, la contingencia se desató en Pénjamo, donde la presa La Golondrina no pudo más y desbordó su contenido al río Pénjamo, que inundó comunidades y parte de la mancha urbana de la cabecera.

Un par de días después, el gobernador Miguel Márquez confirma el trámite para la declaratoria de emergencia a fin de acceder a recursos federales pues con los del estado no se podrán hacer las reparaciones pertinentes; que fue una lluvia atípica, que el monitoreo es permanente, etcétera.

Y advierte que el aumento en el caudal del río Turbio ya representa un riesgo para municipios como Abasolo, donde en plena etapa de tormentas se procede a una “evacuación preventiva”.

Como remake (nueva versión) de película de terror, hace exactamente diez años —sólo para hacer la comparación entre los propios gobiernos de Acción Nacional en el estado— el gobierno de Juan Carlos Romero Hicks estaba haciendo exactamente lo mismo: solicitaba a la Secretaría de Gobernación emitir la declaratoria de desastre para Abasolo, Pénjamo (y Cuerámaro y Romita) por los daños causados por las inundaciones registradas en un mes de julio del 2003.

Romero Hicks estaba de vacaciones, y el anuncio de esta petición a la Segob lo daba, por cierto, quien entonces era su secretario de gobierno, Juan Manuel Oliva.

La magnitud de los daños de entonces, es cierto, fue mayor que la ocasionada por los fenómenos de la semana pasada: 500 viviendas dañadas, 33 caminos afectados, 14 mil hectáreas de cultivos inundadas en los cuatro municipios.

Pero los pronósticos de intensas lluvias y de otros fenómenos no han terminado, eso también hay que saberlo. Y daños ya hubo. Nos dirán que era imposible prevenirlos…pero por lo menos desde hace 10 años los tenían perfectamente conocidos.

La ausencia de acciones rotundas, definitivas (incluyendo obras y campañas de información y prevención) sigue exhibiendo que, o no se quiere aprender de tanta desgracia, o no interesa.

Porque el Fonden trae consigo muchos millones de pesos. Porque está demostrado que sirve para robar al erario y tranzar —el exgobernador de Tabasco, Andrés Granier es el ejemplo más inmediato— y porque si no, ¿cómo da la nota el gobernador entrevistado con el agua al cuello?

Esperemos que le haya servido para recuperarse de la cruda… realidad.