El Laberinto

Ladrón que roba a ladrón

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Cajero automático que fue objeto de alteración (Foto: Especial)

El arte de robar es milenario. Ya en 1760 a.C. el Código de Hammurabi planteaba penas para los ladrones basado en la Ley del Talión, aquella que reza “ojo por ojo…”

Básicamente, se trata de transferir, contra la voluntad del desafortunado propietario, un valor a manos de un nuevo y poco honorable propietario, que a su vez puede conservarlo o pasarlo a manos de un tercero, o cuarto o quinto, es decir, para que un robo sea posible se requieren tres condiciones: propiedad, que es la capacidad que adquiere una persona del uso, goce y disfrute de un bien, valor que puede ser valor a secas cuando se suma la naturaleza y el trabajo que cuesta transformarla, de uso en cuanto a la utilidad que tiene por sí el objeto y de cambio que es su capacidad para ser intercambiado y que va relacionado con el mercado.

En términos más simples: debe ser de alguien, servir para algo y poder ser intercambiado por otras cosas. Si falta la primera, no hay a quien robar; si falta la segunda ¿para qué robar?; al faltar la tercera, solamente se convierte en un valor de uso para alguien más sin mediar dinero. Una empresa automotriz tomó este ejemplo y para evitar el robo de autopartes comenzó a reponerlas gratuitamente dejando sin salida las piezas robadas y por lo tanto evitando su extracción.

Para poder explicar los matices que encierra el delito del robo, que como vemos es un fenómeno en cadena, pongamos un ejemplo. Si usted tiene un libro y lo olvida en una banca y nadie se lo regresa aunque tenga su dirección, es un robo por omisión; si se lo quitan por la fuerza, es un robo violento; si se lo quitan por medio de su distracción o con artilugios, es un hurto; si se lo quitan convenciéndolo con engaños, es una estafa y si cualquiera de estas la concreta el gobierno de forma “legal” usted vive en México.

“La ocasión hace al ladrón” reza el refrán y en Los Bandidos de Rio Frío (1889-1891) Manuel Payno nos muestra las ocasiones que hicieron a cada uno de sus personajes amantes de lo ajeno, pasando desde la necesidad o el robar para vivir, la comodidad porque es más sencillo que trabajar, la maldad porque el odio a la sociedad debe salir por algún lado y la simple corrupción que es robar con poder y sin necesidad de hacerlo.

Ante el incremento de robos en el país, debemos pensar a qué tanta gente le estamos permitiendo ser ladrones ya sea a través de la desigualdad social y la falta de oportunidades que generan pobres, antisociales y trabajos que nadie quiere o a través de nuestros valores considerando que la riqueza es más importante que la honestidad comprando cosas de dudosa procedencia o justificando robos muy pequeños, como cuando los niños llegan con cosas ajenas de la escuela o exageradamente grandes tipo político, bancario o empresarial. Espero que no sea cierto aquello de que “piensa ¡oh patria querida! que el cielo un ladrón en cada hijo te dio”.