Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Resentidos

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Hay dos respuestas en la conducta del ser humano, que de no superarse o de hacerse comunes y generales a diversos grupos sociales, se convierten en verdaderos problemas incluso de sobrevivencia al extremo de las patologías.

Una de dichas reacciones es la denominada “resentimiento”. Se dice resentido a todo aquel que habiendo recibido algún daño es incapaz de superar el dolor, aun cuando se trate de una simple ofensa. Mucho se ha escrito acerca del descontento de pueblos cuyas mujeres fueron violadas, sus hombres asesinados, las familias despojadas y en el mejor de los casos respetados físicamente pero humillados personal y socialmente. Lo mismo en los Balcanes, pasando por Argentina, Chile, Irlanda o violencias tan antiguas como las de los bárbaros pretendiendo conquistar Roma o los romanos en contra de cristiano; la paralización por el miedo a resultas de diversas formas de agresión al congénere, a veces se trasmite generacionalmente.

Cuando el lastimado no tiene un entorno que le permita procesar el origen de su amargura, vivirá impedido de confiar, por el recuerdo de “lo malo” que le hizo víctima a él o a sus ancestros. Estos rencorosos consuetudinarios son muy hábiles para afinar la lista de agravios[1] El resentido en su interior tiene la certeza de que “el otro” —por ser rico, güero, negro, extranjero, migrante, musulmán, judío, palestino, jefe, obrero, etc.— es egoísta y mezquino; le guarda rencor por su “historia de maniobras para aprovecharse” —los 70 años de corrupción del PRI, la mediocridad y voracidad crematística del PRD, el dogmatismo conservador y explotador del PAN— y por lo mismo no le perdona y, si acaso lo hace como una forma de evitar parecerse a su enemigo, “no olvida”

A partir de este refinado sucedáneo del resentimiento, los esclavos de viejos rencores incapaces de enmendar el origen de sus venganzas, agreden a patadas y de manera cobarde a su conciudadano solo por ser policía. Se justifica el vandalismo en contra del comercio o del coche porque sus dueños o poseedores son “burgueses” y frente a estas justificaciones de la persona esquiva y solitaria espiritualmente hablando, el agredido también permite germinar su propio resentimiento, en vez de dar espacio a la maravillosa experiencia de vivir en paz y armonía.

Miedo y desconfianza son el caldo de cultivo perfecto para el resentimiento que hace de los seres humanos sujetos fácilmente manipulables.

Y es aquí en donde aparece la otra conducta degradante de las personas: la irresponsabilidad. Pasando por alto las dispensas de responsabilidad legal a los menores de edad o a los que por su condición de salud —vejez, enfermedad mental, narco-dependiente, etc.— carecen de capacidad para tomar decisiones adecuadas para si mismo o para quienes le rodean, el número de sujetos que responden inadecuadamente por sus obligaciones, se ha incrementado potencialmente. ¿Los programadores de contenidos en medios masivos, cumplen con sus deberes humanos y son capaces de asumir sus errores? ¿Son consecuentes con sus acciones funcionarios que usan el presupuesto para su beneficio y dejan sin fondos los programas de beneficio de la gente? ¿Se pueden decir responsables, aquellos simuladores constructores de obras defectuosas? ¿Qué tanta responsabilidad hay en aquel que deja pasar al incumplido sin sanción alguna?

La línea entre el informal y el prudente, el consciente y el insensato, es tan tenue que con facilidad se puede estar de un lado u otro y en algunos casos de cinismo extremo brincando entre ambas según convenga al interés egoísta.

Siempre he dicho que esto es el mundo y no el paraíso, por eso adolecemos de defectos y debilidades pero; si estos jamás se matizan con mayores actos de moralidad y civismo, en el ámbito individual es una muestra indubitable de inmadurez, aunque proyectado hacia lo social estas conductas pueden llegar a ser criminales. ¿Un secretario de Estado debe responder a las obligaciones marcadas por la ley o a sus apetitos e impulsos? Ante conductas de plano agresivas —daño en propiedad ajena por graffiti o vandalismo, hasta robo de partes o participación en delitos mayores como el secuestro— en las que cada vez con más frecuencia los jóvenes son partícipes ¿existe algún tipo de atenuante por ser pobre, tener padres ocupados o haber sido rechazado en una escuela? ¿Será la imposición castrense el único camino para propiciar la responsabilidad colectiva? ¿Cuáles son los ejemplos de vida para generaciones saturadas de frases de denostación acerca de sus maestros, sus legisladores y todo aquel que ostente algún cargo?

Lo más grave que le está ocurriendo a la raza humana, es haberse convertido en una manada, sin apegos a los suyos y a sus cosas. Estos individuos son en general desordenados, incapaces de mantener un trabajo o ciclo escolar por mucho tiempo. Este tipo de humano del siglo XXI, miente como algo natural[2] y así entre parejas incapaces de responsabilizarse ni siquiera de su afectos, algunos llegan —por aquello de que en la tierra de los ciegos el tuerto es rey— a posiciones en las cuales influyen en la vida de otros, propiciando o aguzando el resentimiento social que se ha convertido no en la excepción sino en la regla. ¿Nos gusta vivir en medio de quejosos, disgustados, amargados, pesimistas y vengativos? El remedio está en cada uno de nosotros. Actuemos, denunciemos, pero con responsabilidad y conocimiento de causa.

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[1] Por igual, los fallecidos en el 2 de octubre, que los desmembrados por la inquisición, los despojados a causa de la revolución —primero los pueblos originales y luego los terratenientes— los muertos en la torres gemelas o los “mártires” echados a los leones en el circo romano.

[2] “Mi mamá no está”, enseñan algunos padres a sus hijos cuando de enfrentar una responsabilidad se trata; yo si hice la tarea pero me robaron en el metro; vámonos de pinta pues me aburre ese maestro; soy libre y ese trabajo me disgusta; ¿casarme? ¡Para que si lo más valioso es la libertad!