Candil de la Calle

Serrana

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La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano.

Concepción Arenal

La Sierra de Santa Rosa, en el municipio de Guanajuato (Foto: Archivo)

El chofer debe conocer a conciencia este camino que comienza en plano y asciende, asciende, bordea los cerros  a la mitad y luego, casi desde la cima, comienza un descenso hasta la entrada del pueblo.

De otro modo no me explico cómo, después de vender los boletos, acomodar a los pasajeros y arrancar con displicencia, se encuentre con la lluvia en un autobús sin limpiaparabrisas y con la neblina, sin más seguridad que la certeza de lo que tiene por delante sin verlo.

Estos caminos se recorren corriendo tras los candidatos en campaña, muchos de los cuales cuando ya son gobernantes, nunca vuelven. Por eso se siguen deslavando, por eso muchos no están pavimentados, por eso a estos rumbos se les sigue llamando “las zonas de más alta marginación” del estado.

¿Para qué quieren regresar, si aquí hay tan poquitos votantes?

Y se encuentran con personas como Doña Pera. Parada bajo el pretil de su puerta, recibe al visitante por encomienda de sus hijos —amigos entrañables— o porque sí, porque así es ella.

Doña Pera dice cosas tan sabias y tan ciertas como ésta:

“Yo lo que veo en los militantes del PAN es que van a misa y andan muy pegados con  los padres, pero luego en los hechos son otra cosa. No es necesario ir a misa, en los hechos, ahí es donde se ve lo que son las personas”.

A ella le dijeron, como a muchos, que cuando el PAN llegara a gobernar estos cacicazgos priistas por décadas, todo iba a cambiar.

“Y sí. Cambió para sus familias, las de los panistas que entraron a trabajar a la Presidencia, para sus amigos, para sus conocidos. Yo pago mis impuestos y por eso les voy a reclamar a cada rato, porque no se vale que nos traten desigual”, dice mientras nos ofrece el café, los frijoles y las tortillas tostadas en el comal.

Estos caminos se recorren para encontrar las verdades, las que no se ven desde el escritorio. A los periodistas también se nos olvida y también se nos deben recordar estos deberes, porque no somos ni candidatos, ni políticos olvidadizos, ni los habitantes de estas sierras son carne de cañón, visión paternalista, pretexto para justificar peticiones de recursos que luego no se aplican, para “los más pobres del estado”.

Por eso hay que venir, para no olvidarlo.

Para escucharlo de voz de mujeres como doña Pera, quien a sus 85 años todavía va a la Presidencia a regañar a los funcionarios, que quieren cobrar la gasolina que usan las camionetas para transportar al anciano imposibilitado a la oficina del programa “Setenta y más” porque tiene que firmar, o no le entregan la ayuda.

La gasolina que se gastan en el vehículo oficial los fines de semana.

Doña Esperanza dice que para ella todos los partidos son buenos. La mala es la gente de esos partidos cuando llega al poder.

“Yo pago mis impuestos. Que me traten igual”.

Gracias, doña Pera, por seguir tan de pie.