Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Tolerancia

Compartir

El 16 de noviembre de 1995, países miembros de la UNESCO suscribieron una Declaración de Principios sobre la Tolerancia, definida en términos lingüísticos como el respeto por los pensamientos y las acciones de terceros cuando resultan opuestos o distintos a los propios. Un año después, la asamblea General de la ONU invitó a los estados miembros a observar ese día —que ocurrió en México plagado de mensajes de manipulación invitando a consumir— en el marco del compromiso de los gobiernos firmantes a “fomentar el bienestar, la libertad y el progreso de los seres humanos en todas partes, así como de alentar la tolerancia, el respeto, el diálogo y la cooperación entre diferentes culturas, civilizaciones y pueblos”[1].

En su origen el concepto tolerare —latín— encierra la capacidad de soportar. Dicho coloquialmente los ciudadanos del centro de Coyoacán toleraron el pasado 16 de de noviembre la ruptura de su vida cotidiana, el anhelo de limpieza de sus calles, la libertad de disfrutar el Jardín Hidalgo o la Plaza Centenario, valores que por cierto el responsable de la política delegacional no comparte.

Y es que en un mundo dominado por la palabra engañosa —con el indudable apoyo de los medios electrónicos— pareciera que la capacidad de escuchar y aceptar al otro no forma parte de la responsabilidad de pseudo políticos que entienden el gobernar como una oportunidad de servirse, aun cuando ello atente contra los derechos fundamentales de la persona. Al ciudadano se le exige que escuche —informes, spots, conferencias de prensa, noticias— paciente y con respeto al gobernante; pero este último cada vez es más renuente a aceptar la diversidad de opinión —social, cultural, religiosa— al grado que deja sin protección a las víctimas del crimen, y a los valientes que se atreven a denunciar[2]. Al comprometerse ante el concierto internacional ¿entendieron que los más obligados a ser tolerantes son los gobernantes? ¿Captan los delegados abusivos que México tiene el compromiso de respetar al otro? ¿Cómo pueden creer que gobiernan si cotidianamente se pelean con sus gobernados? ¿Por qué les cuesta tanto trabajo admitir una manera de ser diversa a la propia?

Quizá el ejemplo más ilustrativo de Tolerancia, fue el de Gandhi: “dado que el mal sólo se mantiene por la violencia, es necesario abstenerse de toda violencia” era su postura continua para oponerse al gobierno británico en la India; pero, tal generalizada postura de tolerancia popular, es interpretada por los poderosos carentes de cultura, valores cívicos y conocimientos básicos como un signo de debilidad. En este mes que incluye entre otros muchos días de celebración el de la tolerancia, se cumplen también 4 años de una lucha respetuosa por mantener vigente el Estado de Derecho.

Los protagonistas, hemos sido las famillas de habitamos el barrio de la Concepción en Coyoacán. Autoridades federales[3] han sido omisas —ni siquiera responden los escritos enviados o lo hacen con frases vacuas y alejadas de la obligación constitucional de analizar y responder con propuestas—, las locales además se han prestados a salidas corruptas y todos a una, han visto solo la posibilidad de taparle el ojo al macho, respecto de una supuesta librería que se construyó sin planeación, con excesivo gasto y sustentada en la corrupción incluso de autoridades menores del poder judicial.

La tolerancia de los vecinos de Coyoacán a la librería EDUCAL tiene como límite la obviedad de que el remedio —seguir aguantando— es peor que la enfermedad. Con el producto de nuestros impuestos se gastan millones de pesos en un capricho que atentó contra la cultura e historia de la delegación Coyoacán. Nuestra salud se agrava por el grado de contaminación propiciada por un exceso de tráfico cuya solución simple se ha planteado por los vecinos y que tanto el jefe de gobierno, Setravi y el delegado ignoran. El vital líquido se sigue tirando al drenaje, después de que por la faraónica obra perforaron un ojo de agua ¿Debemos seguir siendo prudentes? Es ya tiempo de que alguien escuche a una centena de familias que hemos dado un ejemplo de tolerancia durante cuatro años.

Hasta el más sencillo ciudadano entiende que la tolerancia “se mama” desde los primeros años de la vida. Sin ella es imposible la paz. Los que sabemos protestar sin violencia seguiremos fomentando la comprensión y el respeto entre todos; pero ello no significa claudicar de los derechos ciudadanos que nos asisten. Si nos hemos opuesto a la destrucción del acervo histórico de Coyoacán, lo hacemos porque deseamos contribuir a un mundo más justo, sin violencia y sin discriminación. Los habitantes de la Conchita en Coyoacán, merecemos respeto —que se nos escuche— y que se resuelva en aras del bien común y no del capricho de una funcionaria visceral y su cómplice en el ámbito local, que tanto nos ha costado.

Salvemos Coyoacán, defendamos la ciudad, protejamos a México y cuidemos con diligencia la herencia de nuestros hijos y nietos. Enseñemos a los funcionarios corruptos cual es el límite ente lo tolerable y lo intolerable. No somos indiferentes, estamos al tanto de sus agresiones, deseamos seguir viviendo en armonía.

*

[1] Esto se oficializó mediante resolución 51/95, y finalmente hubo un documento en la cumbre de la materia en el año 2005, que podemos ubicar como A/RES/60/95.

[2] Hay que ver cuántos periodistas son coartados, amenazados, levantados y hasta muertos por revelar actos de corrupción; recibieron como respuesta la intolerancia.

[3] CONACULTA, EDUCAL, la Función Pública, SEP, la Presidencia de Calderón, entre otras.