Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Agricultura y desarrollo

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De las muchas actividades inherentes al desenvolvimiento de la civilización, el arte del cultivo y explotación de la tierra con el objeto de obtener alimentos o materia prima de beneficio para el hombre —de manera directa o indirecta como es el caso de los animales que alimenta para garantizar carne, leche, huevos, lana, aceite, etc. — ha sido el más constante e importante. Tenemos datos del desarrollo de la agricultura que se remontan a más de 8 mil años. El origen de esta antigua actividad ha dejado huellas en la prehistoria, cuando los grupos humanos cazadores y recolectores empezaron a reconocer los beneficios de preveer el abasto de alimentos, mediante el cultivo, la cosecha y en periodos posteriores el almacenamiento de estos.

Los cereales —trigo, maíz, centeno, arroz—, la caña de azúcar, remolacha azucarera, las verduras y frutas han sido importantes en la dieta de los humanos que con el paso del tiempo entendieron que los excedentes, luego de garantizar el alimento de la población sedentaria, casi siempre ha sido factor de progreso y riqueza, como ocurrió antes de Cristo lo mismo en Jericó que en Egipto. Actualmente la agricultura es un sector económico indispensable y fundamental no solo para la alimentación sino en renglones como la industria[1] urgida de productos agrícolas para producción de textiles, biocombustibles, sustancias básicas para la salud etc. todos ellos fuente importante de ingresos para una nación, a grado tal que se ha convertido en esencia de celebraciones —días, semanas y años[2] — y tema de acuerdos internacionales.

El crecimiento del imperio romano se vincula, no solo con prácticas agrícolas sino con la invención de herramientas e incluso la construcción de drenajes y sistemas rudimentarios de riego. Todo este acervo cultural de entre los años 2,500 A.de.C. hasta el 500 de nuestra era cristiana, pasó a ser el sustento de la riqueza y poder de la época feudal. En América, los colonizadores del viejo continente encontraron que la base de civilizaciones poderosas —como la azteca o la inca, por ejemplo—era precisamente la agricultura. Sorprendidos con variedades vegetales para algunos desconocidas, los europeos aprendieron de pobladores originales de América cómo satisfacían las necesidades alimenticias de los pueblos, que en general eran sanos, amén de que buena parte de lo producido por la tierra se convertía en materia prima para artesanías. Además del maíz, frijol o papa —en muy diversas calidades dependiendo de la región— nuestras tierras producían una inmensa riqueza de frutales como: aguacate, chirimoya, mamey, zapote, capulín, guayaba etc.

Hoy que la moderna concepción liberal pone a la ganancia como la meta máxima a lograr, la producción del campo se ha distorsionado a tal grado que muchas especies vegetales están en riesgo de extinción; países o regiones completas han reducido su actividad al monocultivo[3] como precursor de la deforestación, la emigración, la desnutrición y la obesidad; amén de prácticas comerciales tan dañinas como lo fue la piratería naval en su apogeo y que hoy, con un barniz de legalidad, ha llevado a países como China a decirse dueños exclusivos de la producción de nopal y otras cactáceas características de Mesoamérica. ¿Se reconoce en este año internacional de la agricultura familiar, la experiencia de los huertos familiares impulsada en México en el sexenio de Luis Echeverría? ¿Quién fue el perverso que sugirió que era mejor importar que seguir produciendo todo lo que nos mantenía delgados, atléticos y sin diabetes?

Con todo y la industrialización y los impresionantes avances tecnológicos, casi la mitad de la población mundial continúa dedicándose a la agricultura —60% de la población en África y solo 5% en USA pero en el global sigue siendo, mayoritaria— incluso en grupos muy marginados su agricultura es itinerante. Frente al reto de alimentar a poco más de mil millones de personas famélicas y ante el fracaso —de las campañas de donación y apoyo que permita a las trasnacionales productoras de volúmenes que no siempre pueden comercializar por deficiencias en la distribución— la solución parece ser volver a lo elemental: producción para el autoconsumo como lo hacíamos antes del TLC; rescate considerado por siglos como valioso: hacer producir a la tierra, lejos de convenciones, encuentros, tratados, luchas y campañas convertidos en esfuerzo fallidos que produjeron un alto porcentaje de gente con hambre crónica.

Mientras que los medios informativos se ocupan de darnos detalles de dimes y diretes por fraudes —línea dorada, oceanográfica, parquímetros, casinos que donan a ONG´s, utilizando incautas  esposas de funcionarios ansiosas de aparecer en el Jet set— y hasta la explotación del campo para actividades criminales —lo mismo siembra de estupefacientes, que establecimientos de laboratorios o excavación de fosas clandestinas—  ojala que muchos volvamos los ojos a la tierra, considerada por los humanos primitivos fuente de vida, resguardo de muerte y regeneración del planeta mismo.

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[1] No todas las producciones agrícolas tienen valor alimentario, también existen numerosos cultivos dedicados a producir materias para la industria, tales como el caucho, semillas oleaginosas para fabricar pinturas o compuestos químicos sintéticos, plantas para la obtención de fibras, etc.

[2] Día mundial  de la alimentación (16 octubre), Día Internacional de los Bosques (21 de marzo), Día Mundial del Agua (22 de marzo), Día Meteorológico Mundial, Día Mundial de los Humedales (2 de febrero), Día de la Biodiversidad (22 de mayo), Día Mundial del Clima (26 de marzo), año internacional de los desiertos y la desertificación (2006).

 [3] Arroz, en el oriente, piñas en Hawái, palma de aceite —traída de África— en Chiapas; soya en Argentina; sorgo forrajero en países en desarrollo pero manejado por transnacionales; maíz transgénico en México.