Literaria

El género en el español

Compartir

Entre la expresión y la educación

Desde que entre las décadas de los cincuenta y sesenta el movimiento feminista como una fuerza afanada en reivindicar los derechos de la mujer ante el género masculino, los hablantes de la lengua española han hecho hincapié en que incluso el idioma español en sí mismo es una lengua sexista pues muchas palabras sólo tienen forma de expresarse en género masculino y más cuando se trata de formar plurales inclusivos, pues en esos casos el género que adopta la palabra debe ser por regla gramatical en forma masculina (por ejemplo si hay un conjunto formado por alumnos y alumnas el plural será formado como: alumnos, si el conjunto es de doctores y doctoras entonces el plural absorbe automáticamente el género masculino doctores).

Sin embargo, al menos en el contexto social mexicano actual, desde hace algunos sexenios presidenciales la inclusión de ambos géneros gramaticales bajo una sola palabra se ha sustituido por el uso del plural masculino y el femenino también, dando lugar a llamadas del tipo “niños y niñas”, “padres y madres”, “ingenieros e ingenieras”, etc. Este fenómeno del habla ha sido criticado múltiples veces por las academias de la lengua española, pues la regla indica que las formas plurales masculinas en la mayoría de los casos son inclusivas. Mas si la medida gubernamental se implementó fue por razones de índole equitativa, que pretende hacer sentir a las mujeres tomadas en cuenta de igual manera que a los hombres en la sociedad, pero independientemente de estas determinaciones, la polémica de la desigualdad de géneros sigue dando mucho que opinar y de qué hablar.

Primeramente, debemos tener en cuenta que una cosa sustancialmente distinta es el género asignado mediante roles sociales a determinadas personas que por su sexo determina cierto tipo de vestimenta, costumbres y tareas en la sociedad, es decir el estereotipo que por ser hombre o mujeres estamos de algún modo “destinados a realizar”; y otra cosa muy distinta el género gramatical de una palabra que en muchas ocasiones sí está ligado a la distinción de sexos entre hombre y mujeres, pero muchas otras está destinado a las palabras incluso por cuestiones fonéticas si la palabra suena mejor de un modo u otro; por lo que los asuntos de discriminación de género, la violencia de género y las constantes disputas que hasta la fecha siguen existiendo en la sociedad podrían no ser consecuencia directa del uso del lenguaje puesto que por ejemplo en países cuya lengua natal es, por ejemplo, el inglés, que no está marcada con el género sobre los adjetivos calificativos, los hechos de violencia contra las mujeres no son una excepción, la discriminación, la desigualdad de oportunidades y toda clase de problemas derivados del sexismo no son una excepción, y si el lenguaje entonces fuera determinante en este tipo de comportamientos entonces los países de habla inglesa deberían ser ejemplares en igualdad de condiciones, sin embargo no es así.

Es bastante inocente, e incluso un tanto fantasioso, pensar que con solo modificar la forma de expresar el plural de los adjetivos colectivos en español será determinante para comenzar a ver cambios sociales sustanciales sobre la aún presente discriminación sexual, lo que es definitivo es que la base de cualquier comportamiento social proviene de algo, un concepto abstracto y no muchas veces materializable llamado EDUCACIÓN. Esta parece ser la palabra mágica y perfecta que podría solucionar este tipo de problemas sociales; el hecho de educar desde el núcleo familiar al hombre para tratar a las mujeres como a otro semejante (no igual, de ningún modo, la biología no miente) que merece el mismo respeto que cualquier otro ser vivo, y a la mujer misma a verse y aceptarse con respeto, no sería necesario tomar esta clase de soluciones relámpago que no hacen más que tapar el sol con un dedo, presentando ante la población ilusiones de que se vive en un mundo equitativo, al menos hasta que se destapan las cloacas de la realidad y se publican las estadísticas de los actuales feminicidios, la violencia doméstica mucho más inclinada a hacer de la mujer una víctima, el acoso sexual laboral que etiqueta a las mujeres bajo sobrenombres redundantemente innombrables, las diferencias tajantes entre salarios de hombres de mujeres; etc.

En resumen y pocas palabras, la carencia de cultura, los usos y costumbres que se rehúsan a regular y legislar de manera igualitaria, la deficiente educación que se padece en muchos sectores sociales, casi sin excepción, entre otras muchas deficiencias de sentido común y respeto son las causas verdaderas de una desigualdad entre géneros que como se puede ver, está bastante lejos de los géneros gramaticales que poseen las lenguas.