Candil de la Calle

Las Libres en pantalla

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Todos los derechos, para todas las mujeres, todo el tiempo.

Lema de Las Libres

Adriana Manzanares Cayetano se levantó de su asiento en las primeras filas del Teatro Principal y caminó hacia el escenario, invitada por la fundadora y directora del Centro Las Libres, Verónica Cruz Sánchez.

La mujer, indígena guerrerense, estuvo en Guanajuato como una de las invitadas de honor en la premier del documental “Las libres…la historia después de…”, el martes 4 en ese recinto universitario.

Adriana es protagonista, fue una de las protagonistas de este documental, por ser mujer. Por ser una mujer indígena en una comunidad donde se practica aún la justicia tribal. Por ser mujer en una comunidad con mínimas condiciones o acceso a educación, a servicios de salud. Por ser esposa de un hombre migrante que se fue a los Estados Unidos y la dejó con dos hijos. Por haber encontrado otro compañero; por haberse embarazado; por sufrir un aborto en su casa, donde no había nadie para ayudarla; porque su hijo nació muerto.

Porque por ser mujer, indígena, pobre, sin conocimiento del español, nadie le creyó. No hacía falta siquiera escucharla, interrogarla, preguntarle cómo había vivido esos momentos.

Estuvo presa siete años, nueve meses, tres días. Es una cuenta que repite a donde quiera que va, ahora que es libre gracias a Las Libres. Lo dijo en el documental dirigido por el colombiano Gustavo Montaña, presente en el estreno. Lo dijo hace unas pocas semanas, cuando por fin salió, con el amparo para su libertad inmediata y total resuelta así por los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a solicitud de Las Libres y sus aliados jurídicos de primerísimo nivel, los abogados de la Clínica de interés público del Centro de Investigaciones y Docencia Económicas (CIDE) con Javier Cruz Angulo y Antonio Caballero a la cabeza.

Grupo de andantes a la caza de injusticias. Por razones muy simples, y así lo dicen en el documental voces tan claras, tan estudiosas, tan documentadas, tan rotundas como las de la maestra Julia Pérez Cervera: imposible creer que nuestra sociedad es justa o democrática si sigue negando derechos a las mujeres; si nosotras tenemos menos.

Si no podemos ser dueñas de nuestro cuerpo, como lo son los hombres. “Si no somos dueñas de nuestro cuerpo, no tenemos nada”, dijo Julia.

En el Teatro Principal estaban también algunas de estas mujeres guanajuatenses que vivieron varios años prisioneras en una cárcel y en un inequitativo sistema de justicia que las condenó, no por haber sufrido un aborto —los argumentos oficiales sostienen que fueron provocados— sino por homicidios en razón de parentesco, con penas de más de 25 años casi todas.

Salieron libres hace tres años, por intervención de Las Libres y los abogados de la Clínica del CIDE. Esta alianza —que hoy defiende a María Luz Salcedo Palacios y espera un amparo para que se juzgue al hombre que la atacó por lo que hizo, y no por lo que creen que ella se merece que le hiciera— por una salida jurídica y una negociación política que puso por delante, por encima de cualquier otra cosa, la vida y la libertad de estas mujeres.

Susana, Yolanda, Ofelia, Ana Rosa, son también protagonistas del documental, que gira en torno a la visión sobre el aborto en varios puntos del continente: Estados Unidos y los retrocesos republicanos; Argentina y la lucha de “Las Rojas” por el aborto no punible, y México.

En todos lados se cuecen habas. En todos lados, el común denominador es el de políticos que creen que llegan a sus cargos no a acatar y a hacer cumplir la ley, sino a imponer dogmas religiosos y creencias personales sobre los ciudadanos que los eligieron.

Y entonces, la vida de las mujeres pasa siempre a un segundo plano. Los dueños de nuestros cuerpos son todos los demás: políticos, jueces, Iglesia, gobiernos. Todos, menos nosotras.

“Ninguna mujer en el mundo se embaraza para abortar. No es placentero abortar como para que haya filas y filas de mujeres para que el día que se despenalice el aborto todas vayamos rápidamente a abortar”. Son palabras de Verónica Cruz que encuentran eco en muchas, en muchos, pero parecen incomprensibles para otros tantos.

Desde la pantalla, mujeres encarceladas (ahora libres), defensoras de derechos humanos, abogados, investigadoras, periodistas, dijimos lo que teníamos que decir.

Y lo seguiremos haciendo.