El Laberinto

En defensa del agua tibia

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Imaginemos una entrega de Oscares donde premiaran la actuación regular, unos juegos olímpicos donde todos los atletas se dedicaran a otras cosas además de ser atletas y ejecutaran sus disciplinas mediocremente, escuchar música simplona sin nada especial o tener relaciones de pareja donde el “te tolero” o “me caes bien” sustituyeran al intenso “te amo”. En fin que sería un mundo ni fu ni fa, como se dice coloquialmente.

Ahora que, visto desde el otro lado, imaginemos un mundo donde todo mundo viviese intensamente guiado por sus pasiones, donde todo se realizara hasta sus últimas consecuencias y no hubiese lugar para el “ai se va”, seguramente habría grandes actores, atletas, escritores y artistas pero nadie que quisiera levantar la basura o llevar la contabilidad de un lugar.

Los extremos hasta para pensar en los extremos son malos, la sociedad necesita para garantizar su existencia y funcionamiento a futuro la cobertura de ciertas posiciones que pueden ser ocupadas por casi cualquier individuo dependiendo en muy poca medida de su capacidad. Esto ayuda a las personas promedio a obtener un lugar útil en el mundo, aunque cierra la puerta a que las posiciones vitales sean llenadas por aquellos que tengan más capacidad para llevarlas a cabo.

Evidentemente esto no funciona a la perfección y eso es una ventaja, cada día nacen en el mundo nuevas tecnologías, actividades y necesidades que deben ser cubiertas y que son realizadas por aquellas personas cuya creatividad o talento ayudan a llenar esta nueva vacante, además de que si todo el mundo solo hiciera lo que debe hacer, las cosas nunca cambiarían ni para bien ni para mal.

El agua tibia es la mejor explicación para lo que se requiere para que una sociedad funcione y avance, porque no es solamente la parte intermedia entre un rango de temperaturas si no que es la síntesis entre dos extremos que son nocivos por sí solos, lo hirviente que quema y lo frio que mata de hipotermia. Puede no ser lo más agradable, satisfactorio o sorprendente, pero podemos pensar que cada uno de nosotros tenemos en nuestras manos el poder de decidir qué vamos a vivir con pasión y que cosas solo haremos por cumplir sin compromiso ni quebraderos de cabeza.

Normalmente se piensa que las personas “tibias” no llegan a ningún lado, yo más bien creo que las que nunca llegan a ningún lado son aquellas que se quedan a medio camino entre un lado y otro, como aquel que titubea al cruzar una calle y al no pisar ninguna acera es arrastrado por un camión.