Candil de la Calle

Donde manda el PRI

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La política es el paraíso de los charlatanes.

George Bernard Shaw

(Foto: Especial)

La principal acusación en la que se centraron las intervenciones de Gustavo Madero y Ernesto Cordero, candidatos a la presidencia nacional del Partido Acción Nacional, en el debate que ambos protagonizaron el martes, fue… su priísmo.

La relación que ambos han mantenido con las cúpulas del PRI —Cordero en su fase de Secretario de Hacienda durante el sexenio de Felipe Calderón, y Madero como presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN en los últimos años— fue la médula, con revelaciones y reiteraciones sobre los detalles desde pintorescos hasta grotescos de cada una de ellas.

La reelección de Gustavo Madero, dijo Cordero, sería “la continuidad de un partido sin rumbo que no se distingue del PRI” y que, por el contrario, ha sido comparsa alabadora, particularmente en el camino de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República.

La elección de Ernesto Cordero, dijo Madero, significaría dejar en manos del partido a alguien que desde su cargo en el gobierno de Felipe Calderón fortaleció financieramente a los priístas, particularmente a gobernadores como en su momento lo era Peña Nieto, que pudo sin problemas hacer campaña y usar el poder en el Estado de México para transitar a Los Pinos.

Ernesto Cordero acusó a Madero de haber dejado tirada a la ex candidata presidencial Josefina Vázquez Mota.

Gustavo Madero acusó a Cordero de haber pactado desde el gobierno calderonista el acuerdo para rechazar una alianza con el PRD en las elecciones del Estado de México, a fin de reservar ese amplio y poblacionalmente nutrido territorio para el peñismo.

Aunque en realidad la transmisión del debate fue una cadena, pero de errores que impidieron que la militancia que pretendió verlo en la página del PAN pudiera conocer varios episodios del zafarrancho verbal en que incurrieron los contendientes por la dirigencia nacional del partido en sus cruciales próximos años, ahora como oposición al presidencialismo priista al que le devolvieron el poder luego de 12 años.

Madero apuntó al arribismo por el que Ernesto Cordero se afilió formalmente a Acción Nacional “107 quincenas después” de cobrar en la burocracia federal.

Cordero atizó las cenizas del dedazo por el que Madero empleó la asignación de algunas candidaturas en el 2012 y los resultados electorales de ese año, que cada uno empleó para defenestrar al otro o para ensalzar su intervención desde el panismo.

La escaramuza del panismo terminará por llevar, en menos de tres semanas, a uno de estos dos personajes y su ambivalencia partidaria a la presidencia del partido.

Uno de ellos pactó con el peñismo acuerdos públicos y ocultos supuestamente por México, que en los hechos resultaron, una vez más, en la consumación de modificaciones de orden constitucional en beneficio de los económicamente privilegiados, los del poder financiero que manipulan al poder político a su libre antojo.

El otro, no menos gris y  mediocre, poco o casi nada hizo desde el calderonismo para modificar la estructura gubernamental empapada de priismo y de sus corruptas prácticas, y colaboró con dirigencias partidarias como la de Germán Martínez o César Nava, hoy develados en su dimensión también corrupta.

Con cualquiera de ellos en la presidencia, el PAN no se salva.