El Laberinto

De extremo a extremo

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Cierta vez que viajaba en el metro bus me tocó presenciar cómo un hombre despistado abordaba el transporte por la parte frontal que se supone está destinada a las mujeres y cómo una señora en “nombre de todas las mujeres” lo agredía llamándolo “degenerado” y “cara dura” obligándolo a bajar en la siguiente estación muy avergonzado, a pesar de que no estaba molestando a nadie y de que se disculpó por el error.

El movimiento feminista que busca la equidad (ojo, que no igualdad) de hombres y mujeres es muchas veces confundido con el vulgar hembrismo que tan solo busca invertir los papeles a través de la masculinización de la conducta femenina y la búsqueda despiadada de poder sobre el otro sexo. También se les conoce popularmente como “feminazis” y se distinguen por un odio encarnizado e intolerante hacia el género masculino.

Por otro lado encontramos que para reproducir el machismo, que aun impera más de lo que quisiéramos reconocer, se encuentran en primer lugar las mujeres, así vemos que critican la forma de vestir, de comportarse o de relacionarse de otras mujeres partiendo del clásico “ese no es trabajo de mujeres”, “la floja no se ocupa de su casa” o “es una zorra” (esta última expresión es muy suave para no usar la palabra más común que significa meretriz). Es decir que para sancionar la conducta fuera de lo común de las mujeres los hombres no tienen ni que preocuparse, el peor enemigo de una mujer es otra, reza el dicho.

Pareciera que, como mujer, las alternativas fluctúan entre odiar a todos los hombres o a nuestras congéneres insurrectas, el caso es que ambas se basan en una competencia bastante desleal que consiste únicamente en descalificar al otro para engrandecerse a sí mismo. Pero existe una tercera opción, que es poco conocida y menos practicada: la sororidad, que es justamente ver al resto de las mujeres como nuestras hermanas.

Más allá del discurso político o del lamento de mujer oprimida, debemos comenzar por no juzgar a las demás, sean cuales sean sus decisiones de vida y esto involucra también al resto de la sociedad, liberar a las mujeres de parte de otras mujeres libera también a los hombres que si no cumplen con las reglas de masculinidad viven también verdaderos infiernos y en total nos da a todos la posibilidad de realizar nuestros deseos personales en un ambiente respetuoso y equitativo.