Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Secuestradas

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(Foto Especial, tomada de centroprodh.org.mx)

Luego de un “prudente” silencio, la señora Michelle Obama expresó lo que podría ser un resumen de los sentimientos de muchas madres en el mundo como resultado del rapto de casi trescientas niñas que, en África, tomaron el riesgo de estudiar. Pasado mañana se cumple un mes de la incursión de rebeldes a una escuela de Chibok, en el norte de Nigeria y colindante con Camerún. Antes que el gobierno hiciera mucho, los familiares recorrieron el bosque, buscaron pistas de las cautivas, con la desesperanza de una acción coordinada de su gobierno, al cual le es más fácil pasar por alto estos actos de violencia social, explicado —nunca justificado— en términos de creencias religiosas extremas.

Estados Unidos, Gran Bretaña, China y otros países que conocen hechos como: la zona tiene las reservas de petróleo comprobadas más grande de África; el ejército de Nigeria dista mucho de ser confiable; esta no es la única atrocidad cometida por los integrantes del movimiento Boko Haram[1], que “no negocia con infieles”, decapitan a negociadores y en general enemigos; tratan a las mujeres como esclavas —incluso sexuales— y se sienten orgulloso de su líder Abibakar Shedaku por su frialdad y carencia absoluta de piedad.

Este individuo subió a las redes su imagen impresentable y monstruosa, jactándose con frases como: “Yo secuestré a sus niñas”, “Las voy a vender porque hay mercado de humanos y Alá me ordena que venda”, lo cual se liga con otro trabajo similar donde amenazó con quemar escuelas y matar maestros y alumnos. ¿Cómo es que personas instruidas académicamente —este sujeto al igual que el muerto Osama Bin Laden— estudió y se le considera erudito en el Islam, pueden vivir en planos de irracionalidad perpetua?

Casi al mismo tiempo que la ONU hacía pública su opinión y que la primera dama de USA condenaba la barbarie de un sádico de ideología torcida, a cuyo grupo se le responsabiliza por más de tres mil muertes, en México un grupo de madres recordaba su día, no celebrando sino marchando al Zócalo para exigir pistas de sus hijas desaparecidas.

Las inconformes mostraron pancartas con fotografías, nombres y fechas de desaparición de sus familiares. “hijo, escucha, tu madre está en la lucha”; “vivos se los llevaron, vivos los queremos”; “se hace indispensable, presentación con vida y castigo a los culpables”; eran algunas de las consignas de centenas de madres de cuyo destino similar al de las niñas secuestradas en Nigeria, ni la ONU, ni autoridad alguna ha dicho siquiera pío. Es cierto, el secuestro de estas niñas y también niños mexicanos no parece estar relacionado con cuestiones religiosas, ni con aspectos económicos —el rapto de las pequeñas africanas se dio en el marco del Foro Económico Mundial en Abuja, capital de ese país—. Aquí las desapariciones han sido como un goteo imperceptible, aunque pernicioso, para medios de comunicación interesados solo en el rating y sin mucha importancia para autoridades que le ponen más valor a otros temas como los nexos de las autodefensas con el crimen y la persecución de malos ex funcionarios que no les eran afines. ¿Qué se requeriría para hacer justicia a madres de niñas raptadas en Nuevo León, Coahuila, Chihuahua o el Estado de México? ¿Ayudará la presencia de Amnistía Internacional para que esta tercera marcha sea, como aquí decimos, “la vencida” de los indiferentes?

Resulta perturbador, que si bien en ambos casos el tema económico de personas a las que se cosifica[2] está presente en ambos continentes, cuando de rescatar niñas nigerianas se trata, el manejo mediático sea tan diferente al de menores de edad oaxaqueñas, chiapanecas y en general mexicanas o latinoamericanas. ¿Se requerirá un rescate de película como el de las tres chicas secuestradas en Cleveland luego de 10 años de encierro y violaciones continuas? ¿Cuentan en este mismo rango los casos en que la voluntad de los niños está secuestrada al interior de la propia familia, por tíos, primos, padres, que lo mismo los tocan, los violan o los proponen a amigos de estos como medio para “relaciones públicas”?

La sociopatía —producto en buena manera por métodos de información tan o más letales que los usados por Goebbels, el genio nazi de la manipulación masiva— llega al extremo de proponer el uso de imágenes pre-existentes[3] para sustentar campañas de procuración de fondos a favor de las niñas nigerianas, omitiendo dramas como la violación de leyes internacionales y nacionales que, como en el caso de España —según denuncia la organización Women’s Link, no hay interés de proteger a la víctimas— y también en México respecto de los menores de edad centro y sud-americanos, dejan a los niños migrantes a merced de traficantes de personas incluso para fines bélicos.

En Arabia Saudí, el jeque Abdulaziz ibn Abdulá Al al Seij, ya pronunció su condena a la secta islamita Boko Haram, pues considera sus métodos como “mancha a la imagen del Islam” que esencialmente está en contra del secuestro, el asesinato, la agresión y el matrimonio con niñas raptadas; y la pregunta que se impone es ¿quién tiene más culpa: el que vende o el que compra una menor de edad? ¿La que se prostituye o el que paga por sexo? ¿el ser humano dañado por el sufrimiento silencioso o los gobiernos incapaces de implementar políticas públicas eficaces para reducir al mínimo los casos de muertes prematuras —por suicidio, ingesta de drogas que todo mundo puede adquirir y hasta abandono de enfermedades— como resultado de daños en las etapas de desarrollo de la persona?

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[1] La expresión significa “educación es un pecado” y más aun si tal educación es “occidental. El tema se torna grave pues Nigeria —el país más poblado de África— tiene una población de 10 millones de niños, donde más del 60% son analfabetos.

[2] Este tipo de rapto de menores de edad casi siempre es para venta con fines de matrimonio, prostitución o trabajo.

[3] Una fotógrafa de apellido Vitale produjo imágenes para un proyecto de la Fundación Alexia. Tales fotos han sido tomadas sin autorización por varios medios para el tema del rapto de las niñas nigerianas, sin que los medios responsables de tal piratería siquiera se inmuten —la BBC, simplemente las retiró— según ha documentado Chris Brown.