El río de las letras

Cuando me fui

Compartir

El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.

Aldous Huxley

Mucho antes de irme del pueblo, una noche cualquiera, nos encontrábamos recostados en la cama de mi habitación, cobijados bajo la misma manta de algodón mientras una tenue luz entraba desde la ventana. Viéndonos frente a frente, fui la primera en hablar y le dije que era imposible que fuese conmigo esta vez. Para que no sufriera comencé a explicarle que no quería que fuéramos juntos a la ciudad  porque de ser así no podría hacer todas las cosas que había planeado y mucho menos conseguir todo lo que yo quería para mi futuro así que lo mejor para ambos sería que él se quedara con todos los demás en el pueblo ya que de cualquier manera no me haría falta.

Cuando terminé de hablar no dijo ni una sola palabra, solo se quedo mirándome con los brazos cruzados sobre su pecho tratando de comprender la situación, pero se notaba que estaba herido y después de un instante en silencio, salió por la ventana con el viento y por semanas no volví a sentirlo ni a verlo.

Pasó un mes y llegó el día de mi partida. Me sentí feliz de dejarlo atrás, al fin era libre, capaz de hacerlo todo, sentí que era indestructible. Cuando recién llegué a mi destino comencé por hacer lo necesario para llevar a cabo mis planes sin detenerme a extrañarlo ni a pensar para nada en aquella noche en la que lo vi por última vez. El tiempo transcurrió como de costumbre y no supe nada de él por meses, incluso creí ingenuamente que no volvería jamás hasta que un día, mientras me encontraba perdida en algún lugar desconocido, noté su peculiar aroma e inmediatamente un escalofrío recorrió por completo mi cuerpo.

Miré alrededor tratando de buscar su figura entre la gente que transitaba por la ruidosa calle pero no había señales de él por ninguna parte. Rápidamente comencé a avanzar intentando buscar un sitio seguro donde esconderme pero era demasiado tarde, me había encontrado sin esfuerzo alguno a pesar de que jamás le dije a donde iría. Antes de que pudiera reaccionar me atacó de frente tomándome por la muñeca y me arrastró hasta un sitio apartado del bullicio en donde nadie pudiera vernos. A pesar de mis intentos por soltarme no pude hacerlo, quise pedir ayuda pero parecía que mi boca no emitía sonido alguno, quise correr pero no podía moverme y fue así como el miedo volvió a mí luego de tanto esfuerzo por dejarlo atrás, luego de tanto empeño por comenzar una vida nueva ya sin él.

Ahora me había vuelto a poseer y no dejaba que me moviera. Mi miedo me congeló, vendando mis ojos y mi boca, llenando mi cerebro con temor por las cosas que aun no sucedían, dándome inseguridad, aprisionándome dentro de un mundo relativamente seguro pero muy pequeño y vacío, predecible, confortable pero lleno de temores.

Comencé por gritar y pedir ayuda. Al principio la mayoría de las personas solo me miraron sin hacer nada pero al cabo de un rato salió de entre la multitud de curiosos alguien que llegó a mi rescate. A pesar de eso todavía faltaba la parte más difícil: aprender a enfrentarme al miedo yo sola, con mis propias armas, con mis propios métodos, con mi propia fuerza y fue lo que más trabajo me costó, es lo que más trabajo me cuesta hasta la fecha. Hay días que al caminar por la calle o cuando tengo que tomar alguna decisión se aparece. A veces lo veo, otras veces solo siento su presencia pero intento ignorarlo. Odia que yo haga eso, pero tengo que aceptar que en ocasiones intento hacerle caso sobre todo porque sé que hay cosas de las que me previene.

Aprendí a vivir con él, siempre va detrás de mí, caminando precavido, pero ya no intenta detenerme mientras avanzo, mucho menos controlar mi vida. De cuando en cuando me detiene pero también de cuando en cuando lo venzo y sigo igual que siempre, es parte de mi vida.