El río de las letras

Dejarse ir con el río

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En la escuela de Letras nos enseñaban sobre la literatura, sobre teorías literarias, lingüística, historia, sintaxis, ortografía y por eso la abandoné, pues no era mi deseo saber tantas cosas si al final del día no iba a poder redactar un párrafo completo o si leer (uno de mis mayores placeres) iba a convertirse en otra obligación más aparte de aquellas que la vida nos impone. No. No podía permitir que eso me sucediera, yo quería seguir encontrando en las páginas de los libros un trozo de mi propia vida, verme en sus frases como si éstas fuesen espejos y todo mi ser se viese reflejado en ellas. Yo quería seguir sintiendo la compañía de Cortázar, de Paz, de Borges, de Bianco, sentir que todo eso que yo sentía ya había sido escrito antes por personas tan confundidas, solas, felices, enamoradas y vivas como yo, sentir que no estaba sola, que alguien me entendía. Por eso me fui. Aprender a analizar literatura hubiese sido como darle la espalda a mis sentimientos y darle la bienvenida a la razón, una razón innecesaria a la hora de plasmar exactamente lo que uno siente. Esto no significaba para mí una derrota, mucho menos el final.

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Vas pensando en ese día. El hombre de tu vida se acercará mientras lees un libro sentada en la banca de un parque, hará algún comentario sobre éste pues ya lo ha leído, resultará que son totalmente compatibles y te enamorarás perdidamente. Sin embargo puede ser que aquél hombre al que amarás ya esté sentado en frente de ti sin hablar, pues no tiene nada que decirte, ya te lo ha dicho todo, solo que sigues buscando tu amor de novela en lugar de buscar un amor de verdad….

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Sé que está mal ser materialista y amar las cosas, bla bla bla pero… ¿Quién necesita novio cuando uno tiene una laptop nueva?

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Y volvemos al inicio. Enfoque en lo que se hace, apartarse del mundo para contemplar como quien mira desde una ventana cómo llueve, cómo sale el sol, cómo pasa la gente caminando por la calle y no sale, solo contempla y piensa en el mundo. Eso es lo que uno hace, se queda dentro para no dañarse, para no romper más lo que ya se ha roto tantas veces, para no perder por completo la fe, porque sin fe no somos nada. Hay que recuperar la fe en nosotros mismos, no importa si tenemos que encerrarnos en la caja por un tiempo mientras el sol brilla, cuando salgamos nos parecerá más bello, más brillante, vamos a darnos cuenta de que ya lo extrañábamos y que el mundo, después de todo no es tan malo ni tan peligroso como creíamos.