Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

El mal atrae

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(Foto: Especial)

Desde relatos anteriores a la era cristiana, hay infinidad de testimonios acerca de lo que provoca el mal en la conducta humana y en las relaciones colectivas, más allá de la visiones aparentemente opuestas de Rousseau —todos los humanos son buenos pero la sociedad los pervierte— o su contrapunto —cristiano y no cristiano— que parte de la maldad innata de cada individuo en la sociedad.

Durante el reinado de Jeroboam II —a mediados del 700 a. de C.— quienes se constituían como voceros del pueblo —llamados entonces profetas— interpelaban a este gobernante advirtiéndole que conocían su grandes pecados como: afligir al justo, recibir cohecho, manipular los tribunales para que el pueblo perdiera sus causas, provocar el lloro en las plazas y en los viñedos y una serie de rebeliones que el rey pretendía minimizar con todo tipo de ritos, desde traer amuletos o consultar  adivinos, hasta realizar sacrificios. ¿Le parece coincidencia esta realidad antigua con las penurias de ciudadanos mexicanos del siglo XXI a los cuales sus exiguos ingresos no les dan para pagos de impuestos, altas tarifas de agua, luz y gas y un cúmulo de cobros por usar un auto?

En la antigua Grecia, el llamado padre de la medicina luchó para imbuir en sus seguidores ciertos principios morales, a grado tal que el juramento hipocrático tiene en su esencia el “no causar daño al paciente”; sin embargo en el siglo XXI un joven médico que procura ser exitoso en lo privado —la priva se dice en el argot de los hospitales— deja varias veces su horario institucional —en el IMSS, el ISSSTE o el hospital estatal o federal de la SS— para atender una cirugía programada que le dejará varios miles de pesos de ingreso, experiencia para el prestigio y habilidad acerca de la forma de servirse con los negocios de la salud ¿Se están conduciendo en el sector con cuales principios?

Siendo la culpa una de las cargas que más abruman al ser humano, es conducta tan antigua como la practicada por los herederos del homicida Caín, el desafanarse del “pecado” señalando a otro o alegando alguna  no imputabilidad en la conducta atribuida ¿Quién tiene más culpa en el incidente de Jalisco que llevó a la cárcel a 16 médicos, estos galenos, el padre del menor que llegó tardíamente a pedir atención o el sistema de salud pública sin controles eficaces y carente de honestidad?

Con similar criterio podríamos juzgar el tema de la conversación “privada” de una legisladora a la cual hacen picadillo los voceros del monopolio de comunicación masiva que se niega a compartir equitativamente el pastel de los espacios constitucionalmente  propiedad de la nación y que por años han explotado no como concesionarios sino como dueños absolutos para usar y abusar de los mismos. ¿Por qué los obligados a cumplir la ley no castigan a quien graba y difunde estas conversaciones? ¿Qué clase de justicia opera cuando por componendas políticas se deja sin castigo al que contrata mujeres con fondos fiscales para sus aviesos deseos lo mismo que al que reparte dinero —se dice cabildear— a fin de tener leyes que “legitimen” su actuar desviado?

Lo cierto es que el mal, además de ser engañoso y deshonrar a quien lo practica[1]da la impresión de poder. Una prosperidad que supuestamente les permite —lo mismo a los delincuentes organizados que a los malos funcionarios del gobierno— discursear y jurar falsamente —lo hacen sistemáticamente en las campañas cuando son candidatos y hasta pagan con recursos arrancados a quienes los producen— aumentando las angustias, produciendo hambre, llanto, tristeza, lamento y destrucción. Por supuesto otro de los efectos más visibles del mal es la división. Al afectado por las acciones perversas se le considera enemigo, pues este al ver la multiplicación de las afecciones políticas que le producen impotencia, tribulación y rebelión o se somete o reacciona con furia por la abundancia de vanidad y lo evidente de las falaces promesas.

El mal lo mismo en la época medieval de las brujas, que en la guerra de las galaxias atrae a las personas débiles y ansiosas de poder, por ello es que proliferan las pandillas de barrio, los grupos delincuenciales y los carentes de una moral o ética de la cual asirse. Si es poder de las tinieblas, perversiones del lado oscuro, libertad mal entendida o visión comercial futurista, al basarse en el encubrimiento de las trampas y enredos para engrandecer a unos pocos ansiosos del aplauso fácil, y la derrota del otro[2] siempre provoca ira y destrucción.

Generalmente los adictos al mal han sido primero “honestos” de temporal o de oportunidad. Critican, cuando están fuera al grado de taladrar la conciencia con datos espeluznante de seguridad, el aumento de la tortura[3] la contabilidad de cadáveres y fosas clandestinas, el acoso —sexual, laboral intrafamiliar, del gobierno y hasta de vecinos con alguna concesión oficial— aunque no tiene empacho en usarlo cuando arriban al poder. Al agotarse los temas malignos de manipulación surgen inquietudes novedosas como el riesgo por la disminución de la tierra cultivable a manos de los explotadores privados de petróleo, uranio y otros minerales; pero una vez que “los sistemas democráticos” les dan la oportunidad de ser parte de los beneficiados por el maná, oficial que no divino, empiezan a gastar, ostentar y por supuesto robar, porque a fin de cuentas el mal atrae, tornando en odio la justicia y la benevolencia. El verdadero amor —en términos políticos el servicio al otro— no practica el mal, no divide, no excluye, no difama, no abusa; en concreto no es egoísta, jamás resta siempre suma. ¿Usted está listo para defenderse de la atracción maligna?

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[1] Carta del apóstol Pablo a los efesios 5:11. 

[2] Lo mismo usando como arma la calumnia, que la fuerza desproporcionada con balas de goma, chorros de agua hasta todo tipo de tortura.

[3] Se supone que en ocho años ha subido en México en 500%.