Histomagia

LEE y ANDA Guanajuato

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(Foto: Archivo)

Cosas extrañas pasan en Guanajuato. La ciudad se queda sola para poder reponerse de la vida estudiantil. Los muchachos dejan las calles vacías de algarabía que se retoma con el inicio de clases. Pero la verdad, la pura verdad es que Guanajuato vuelve a su estado natural: la magia del silencio de sus calles y callejones, de sus plazas que por la noche las toman tanto los espíritus vivos como los espíritus de los muertos; no por nada las momias de Guanajuato deambulan por la ciudad para encontrar su verdadera casa cerca del Panteón de Santa Paula y lejos del centro. Dicen que las han visto en la subterránea, pero no como en las películas del Santo, sino como cualquier alma en pena que se respete: vagando libre, visitando cada ruina enterrada y cada ruina en que a vistas, algunas veces, se convierte la ciudad por los excesos. Esto a ellas no les importa, saben que la vida en la ciudad es transportarse mágicamente al salir a las calles y oler el viento que se desata de vez en vez como un vendaval (algunos lo llaman el viento de la desgracia, como hace remolinos, pues eso es del diablo, dicen); al ver la luz de la luna que nos guía por los estrechos callejones para llegar aunque sea pisando peña hasta el cerro más alto en donde queda nuestra casa; al escuchar el silencio que sólo lo interrumpe el ulular del aire chocando con los árboles, las estatuas y monumentos de las plazas, las esquinas, puertas y portones de las casas, los estrechos callejones. No, no importa por dónde pasemos, si salimos o entramos, si subimos o bajamos. Porque en Guanajuato sabemos que cuando decimos te espero arriba es arriba y te veo abajo es que tendremos que reunirnos en el centro porque por la geografía de que la ciudad está en una cañada; las referencias de lugares depende, como gramaticalmente debe ser, del hablante: así, que yo subo o bajo según el referente, donde yo esté. Esto es vox populi heredado por los que en vida hace años estuvieron y ahora son espantos, espíritus o personajes de leyendas. Por eso, el dar un paseo por las noches en la ciudad, nos llena de misterio y de curiosidad por saber si nos encontraremos con algo o alguien que esté vivo o muerto. Eso es común. El que alguien te diga: ayer por la tarde, como a las siete, te vi abajo, cerca del mercado Hidalgo y no me quisiste saludar, y tú: pues yo a esa hora estaba bien dormida en mi casa. No, si de que existen las que les encanta andar en la calle, existen; a ver: eso de pasearse por la ciudad cuando estás bien dormida, ni qué decir.

Guanajuato de noche es una sensación inconfundible. Es como saberse listo para una aventura al pasar por cada lugar que ya pisaste alguna vez, pero de plano la emoción de esperar que la ciudad te reconozca como suyo, es indescriptible. A veces eres tú quien de repente te sientes perdido al reconocerla diferente: oye este callejón ya tiene piso nuevo, u, oye la Calle del Truco ya está bien iluminada, nunca la había visto así. No, si la ciudad se pone bella por las noches. Te abraza. Paciente y solitaria cada noche se pone traje de gala, de luces de colores y de cantos de estudiantinas que evocan una época en donde sólo había guitarras, mandolinas, capas, espadas, mujeres amadas, balcones floridos, faldas largas, caballos y uno que otro carruaje. Eso sí: mucho oro y mucha plata. Dicen que del Mineral de la Valenciana fue sacada la tercera parte de la plata que en la actualidad circula por el mundo y que aún hay vetas por descubrir. Por eso te espera, tienes una cita. Ven, lee y anda Guanajuato.