Histomagia

Los aires devotos

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Es bien sabido que aquí esperar que los milagros existan es vehementemente solicitado a voces, en especial cuando se trata del agua, pues, por la zona, Guanajuato ha sufrido sequías en donde no queda otra que racionar el agua a sus habitantes para dar prioridad al centro de la ciudad que vive de los miles y miles de visitantes que llegan durante todo el año, ya sea para visitarla, estudiar el español como segunda lengua, o ya de plano quedarse aquí. Porque esta ciudad enamora, atrae, convence, seduce. Hace que esa tranquilidad de años adosada en las calles y geografía propia se sienta en cada brisa que llega desde la sierra o en el soplo de vida que representa tener entre tu pelo el frío de una madrugada que invita al placer de la espera ya sea de tu novio, amante, compañero de vida o de escuela pues es una ciudad Universitaria, para poder ir a tomar un café o de ya iniciar la fiesta que cada noche hace revivir la ciudad.

Nunca he podido imaginar un Guanajuato sin esas noches en que, separados del barullo de la fiesta, el viento libre camina por las calles augurando la lluvia, vientos de lluvia les dicen los de por aquí, pues depende de dónde vengan, la lluvia es prodigiosa o nos cae la desgracia e inunda a su paso todo lo que puede. El frío rueda por los cerros y callejones en la búsqueda de tocar como con pétalos el rostro de los transeúntes que pasean uniéndose al mágico andar de los aires devotos de esta ciudad capital. Y digo devotos porque una de las cosas que identifica a los guanajuatenses es el amor y respeto por sus santos de los más de siete templos de la ciudad: La Basílica Colegiata, La Compañía, San Diego, San Francisco, San Sebastián, Belém, Pardo, incluyendo La Casa Santa, San José y las múltiples capillitas que los habitantes de los diferentes barrios de la ciudad acondicionan o construyen en sus propias casas o en el mismo callejón que los ha visto subir y bajar por tantos años. Hay para todos los Santos: San Miguelito, El Niño Doctor, La Virgencita de Guadalupe, entre muchos otros, pues la vida en Guanajuato es mística por la devoción y la creencia en fuerzas espirituales que lo arropan y abrigan de esos vientos de la desgracia que de repente se dejan aparecer de vez en vez anunciando ventarrones voraces que levantan tanto polvo que pareciera que estamos en el desierto, o vientos huracanados y desatados que traen buenas lluvias o chaparrones acompañados con granizo y que refuerzan las peticiones religiosas implorando por que cese el agua tan pedida en oraciones y cánticos, pero que  muchas de las veces llega con una fuerza descomunal inundando todo a su paso y al estar la ciudad en una cañada no la ayuda, pero sí a las presas que rebosan de alegría para poder surtirnos cada año con la bendita agua que permite tener algunos de los paisajes más bellos como La Presa de la Olla, por ejemplo, donde además tenemos un embarcadero. No importa que hayan tirado prácticamente todos los árboles que lo rodeaban, que porque eran Eucaliptos, en fin, lo que importa es que imponentes cerros cobijan y protegen dando cauce alevoso a los vientos mágicos que mueven los pirules, fresnos, jacarandas, truenos y alguno que otro eucalipto sobreviviente.

Mayo es un mes especial para los guanajuatenses. En ese mes, diferentes gremios peregrinan para dar gracias a la Virgen de Guanajuato que está en La Basílica Colegiata, en el mero centro de la ciudad. Taxistas, tablajeros, mineros, comerciantes, choferes de camiones urbanos, concheros (danzantes), entre muchos otros, caminan hasta su altar reconociendo que sin su protección no estarían aquí. Por ejemplo, es impactante ver desfilar algunas de las máquinas que utilizan en las diferentes minas de la ciudad, además los niños son felices, pues los mineros reparten dulces como agradecimiento de seguir vivos en una de los trabajos más peligrosos en la ciudad. Así mismo, ver el colorido plumaje de los concheros en sus penachos, su baile rítmico al son de los tambores, es impresionantemente bello.

Guanajuato es vigilada por los antepasados, a veces pienso que son quienes realmente nos resguardan del infortunio, nos acompañan y viven en nosotros.  No estamos solos. Créeme. Ven, lee y anda Guanajuato.