Histomagia

Agua en la infancia

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Presa de la Olla (Foto: Archivo)

Cada una de las personas que vivimos en Guanajuato sabemos que recordar la infancia en esta ciudad de cerros, evoca recuerdos de personas, cosas, mascotas, lugares muchas de las veces ya inexistentes. Aquí, como en verdad hay temporadas en que escasea el agua, para los habitantes el estar cerca de una fuente o receptáculos de agua que baja de la serranía, como lo son las presas, es en verdad una bendición que hay que disfrutar, ya sea viendo cómo el viento atraviesa los árboles que las rodean , oyendo cómo silba entre las hojas y, al pasar por el agua, el viento la mueve de una manera suave haciendo diminutas olas y pequeños oleajes que hace que parezca un agua tan cristalina, tan prístina que mueve el recuerdo.

Así, en otros tiempos, dependiendo del lugar en que vivieran , los guanajuatenses visitaban presas,  pozas o arroyos;  también se iban al riachuelo conocido como El Orito que está por el Barrio de El Carrizo, entre los cerros cercanos a San Javier, o a  Las Palomas un río que se origina en la presa de Mata, y baja por el barrio de Pastita. En el Orito,  se dice que se siente el frío del agua porque las vibras son muy fuertes, dichas vibras se le atribuyen a algunas malas artes que se pueden practicar cerca de los ríos, pues algo que Guanajuato tiene son muchos pirules y se dice que donde hay pirules hay brujas que ayudan a quien lo necesite con su magia y hechizos.

Algunos de los ahora adultos de esta nuestra ciudad, viendo paisajes como esos evocan y platican sus recuerdos de infancia de cuando sus madres los enviaban a los mandados (ir por algo a la tienda para hacer la comida o a las tortillas)  y se escapaban e iban a nadar a las presas como la de Pozuelos, La Esperanza, La de la Presa, la de San Renovatoo a la de Mata que está atrás del cerro de La Crucita o Sirena. En esos lugares, en donde  los chiquillos iban a bañarse sin el permiso de sus padres (quienes se daban cuenta de la fechoría al verlos con la piel ceniza, de tanto estar metidos en el agua y se enojaban muchísimo porque en su afán de divertirse los niños no medían el peligro de entrar en ellas), todo mundo cuenta de los ahogaditos que se quedaron en la presa porque de repente les llegó un calambre y ya no pudieron moverse o de plano se quedan entre el lodo de las presas que no son desazolvadas, es decir, no se les saca la tierra que luego, con el tiempo, se vuelve lodo fangoso que sume debajo del agua en cuanto un nadador inexperto las pisa para ayudarse a salir. No, si muertitos ha habido muchos.

Algo que me sorprendió saber es que existió una presa por la panorámica, cerca de la Prepa, le llamaban La Yuris. Ahora el lugar ya contiene uno de los caseríos que define a Guanajuato como una ciudad sui generis, parafraseando a Jorge Ibargüengoitia: en Cuévano sientes que la ciudad se te viene encima. Literal.

Cada vez que visito alguno de los lugares mencionados, me imagino cómo es que la vida pasa sin detenerse, sin dar tregua, pasa pero los recuerdos se quedan. Si quieres saber cómo son esos lugares o si quieres escuchar las historias de viva voz, visítanos, vívelos de cerca, quien quita y a ti también te hechiza el silbar del viento y la brisa fresca que produce el mágico reencuentro del hombre con la naturaleza, con su origen, con el agua. Por eso, ven, lee y anda Guanajuato.