Candil de la Calle

Mismo programa, misma gata

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Si la miseria del pobre es causada, no por las leyes de la naturaleza, sino por las instituciones, grande es nuestro pecado.

Charles Darwin

(Foto: Especial)

Al expresidente Carlos Salinas de Gortari se le achaca la autoría de verdaderas conspiraciones en las que han sido cómplices un grupo de privilegiados que gobiernan el país a través del dinero, algunas de las cuales han significado un parteaguas (por motivos criminales como un magnicidio, por ejemplo) en la historia moderna de México.

Más recientemente, se le achaca ser el poder tras el trono, el innombrable de regreso, el virrey reinstalado, primero a raíz del impulso a la candidatura presidencial del exgobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y posteriormente del triunfo que llevó a este a Los Pinos, con todo y el séquito de ascendencia salinista, inconfundible por su sello de corte neoliberal, sus acuerdos cupulares con el Partido Acción Nacional, su desprecio a la rectoría del Estado en rubros como los valores del subsuelo y su propensión a entregar éstos valores a la inversión extranjera, despreciando a pobladores, herederos y defensores ancestrales de los territorios en distintos rumbos del territorio nacional.

En su gobierno, entre 1988 y 1994, Salinas de Gortari creó un programa denominado “Solidaridad”, destinado, según el concepto, a revertir la disminución del nivel de vida de los mexicanos.

Solidaridad, como lo vimos al paso del tiempo, se convirtió en un programa multimillonario, bandera del gobierno salinista, principalmente de corte paternalista y empleado al máximo para la cooptación de voluntades (entiéndase, votos) por parte del PRI en tiempos electorales. Y, cuando el mapa político fue dando espacio cada vez más a los gobiernos de otros partidos políticos, estos aprendieron y supieron también usarlo para cambiarle de color al beneficio y capitalizarlo desde los gobiernos estatales y los municipios.

Datos oficiales revelan que, en realidad, al concluir el sexenio de Salinas de Gortari había varios miles de mexicanos más clasificados en los rangos de pobreza: cerca de un millón más, con todo y su Solidaridad.

Ernesto Zedillo le cambió el nombre a Progresa (Programa nacional de educación, salud y alimentación). Sin embargo, las modificaciones en las reglas de aplicación, y fundamentalmente, en sus propósitos de corte electorero, no fueron más allá de un efecto cosmético.

Zedillo terminó su sexenio en el 2000 con un 15 por ciento menos de población pobre; la cual, no obstante, siguió siendo alrededor de la mitad de los mexicanos.

¿Qué hizo su sucesor, el primer presidente panista, el que logró sacar al PRI y sus tepocatas y víboras prietas de Los Pinos? Vicente Fox Quesada le puso a este mismo programa otro nombre: Oportunidades. Los cambios en realidad consistieron en abarcar a otros sectores de la población, como pobres en zonas urbanas (antes, los priistas lo destinaban principalmente al campo, donde el control del voto suele ser abrumador) o a jóvenes, otra carne de cañón típica de los partidos en las jornadas de votación.

Las mediciones de pobreza indicaron una baja en las cifras al terminar el sexenio foxista. Pero llegó Felipe Calderón, y le metió más dinero al programa, que dejó con el mismo nombre: Oportunidades. Incluyó un rubro de apoyo alimentario, pero la suma de estos factores tuvo, en los hechos, un efecto contrario: con Calderón aumentaron los pobres en un 20 por ciento, cifra récord (entre las varias acumuladas por el panista, hoy feliz pensionado de nuestros impuestos con alrededor de 250 mil pesos mensuales).

En su segundo informe de gobierno, presentado hace unas horas, Enrique Peña Nieto no renuncia a la ascendencia salinista (con mayor razón, si no lo hicieron sus antecesores) y nuevamente le cambia el nombre al principal programa social de combate a la pobreza (y de recolección de votos) del gobierno federal. Oportunidades ahora se llama Prospera.

De la danza de los millones (73 mil millones sólo en este año) que se han asignado a este programa a lo largo de cuatro sexenios y el que inicia, resulta estrepitoso, rotundo, desolador el fracaso reflejado en el hecho de que el número de pobres en realidad, sigue siendo el mismo que cuando aquél comenzó.

Con Carlos Salinas.