Candil de la Calle

Depredadores

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

El negocio es primero.

“La dictadura perfecta” ha resultado ser un chiste de cantina en comparación con las escenas de la realidad.

Apellidos que se ostentan como ilustres, de ascendencia política pero sin vocación o amor por la tierra natal, asumen el papel de auténticos depredadores que, en aras de dizque atraer al gran turismo (al turismo “de alto nivel”) imponen voluntad, influencias, relaciones, compadrazgos y proyectos caprichosos, con la colusión, como siempre y como nunca ha de faltar, de funcionarios que con frecuencia hacen las veces de lacayos auténticos dispuestos a acatar cuanta orden reciben.

Los Peña Nieto viajan por Oriente. En México, en medio de la pertinaz tragedia, del vacío criminal del Estado y de la falta de certezas en materia de justicia, investigaciones periodísticas nos llevan a presumir auténticas tele candidaturas, la sospechosa y ostentosa propiedad de dos inmuebles ajenos a la arquitectura mexicana y decorados con obras de artistas extranjeros (todos) que cuestan otros miles de dólares.

El vocero presidencial trata de dar explicaciones y acaba enredando más la madeja. Que hay una casa a nombre de una empresa filial de aquélla que recibiría el contrato para la mega obra del sexenio: el tren interurbano. Que unos días antes de la divulgación del reportaje (seguramente ya esperándolo) la Presidencia anuncia, sorpresivamente, la cancelación de este proceso y la reposición de la adjudicación del tren.

Que esta casa es custodiada por el Estado Mayor Presidencial, y que colinda con otra que sí está a nombre de la esposa del presidente, la actriz Angélica Rivera. La Presidencia afirma que ambas son de ella. Que la segunda “se la entregó” Televisa. Que la nueva casa “la está pagando”.

Entre ambas casas, el costo supera los cien millones de pesos.

Ayer, la hija de una lideresa sindical “charra” llama nacos a los manifestantes que participan en las protestas por la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. “¿Y luego porqué los queman?” escribió, mal, en su muro de Facebook, donde lo privado deja de serlo, por si no estaba enterada.

También su veta intolerante se ha vuelto asunto público.

Y mientras tanto, en el PRI nacional, su dirigente César Camacho exhibe, presume, porta relojito de a 600 mil pesos en la muñeca izquierda.

Parece que le gusta coleccionarlos.

Pero en Guanajuato no cantamos mal las rancheras, ni estamos lejos de las farsas, de la ostentación de influencias, amistades y poder, aunque sea podercito, en la escala de las tragedias y de las residencias.

En el Paseo de la Presa, por ejemplo, los pretendidos dueños de la calle se valen de la subordinación de la autoridad municipal —específicamente del alcalde Gutiérrez Márquez— para imponer obras, modificaciones, postes de energía eléctrica al contentillo del paisaje que quieren ofrecer a sus huéspedes, modificando como sea y aun, a costa de los daños en inmuebles antiguos vecinos, no sólo algunas de las emblemáticas viejas casonas del paseo, sino el paisaje urbano.

Me pregunto a cuántos empresarios del ramo se les han otorgado tantas concesiones, licencias, autorizaciones a posteriori; cuántos han recibido las visitas del alcalde, del gerente de la CFE, el delegado el INAH y otras altas autoridades para “negociar” e interceder en su favor ante los vecinos perjudicados por las obras, y frente a ciudadanos hartos del consabido argumento de que es “para que venga mucho turismo y haya derrama económica para todos”.

Con ese discurso tan gastado, hoy vemos sombrillotas para tapar el Teatro Juárez, jardines centenarios arrasados por la voracidad del diezmo, parques “minimalistas” rodeando, sin sentido, una fuente de nuestros ayeres…

Y otros ejemplos como éstos, hay muchos hoy, aquí en nuestro Guanajuato.

El negocio es primero.