Histomagia

Día de Muertos

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Los preparatorianos exigieron justicia por el homicidio de su compañero Francisco Aguirre (Foto: Archivo)
 (Foto: Archivo)

En días pasados, en Guanajuato, con el Día de Muertos todo es luz de velas, luces amarillas que borbotean en cada plaza y para que así, como en cada casa que decide recordar a sus muertitos, miles de historias se narran esos días: de sí el muerto fue visto disfrutando su ofrenda, de que si trajo amigos y  terminaron por comerse hasta la ofrenda de la mascota recién fallecida, que si  los vivos los ven, que si los muertos también, que si la convivencia con la muerte está a la vuelta de la esquina. ¡Ay! Vivir en Guanajuato es como si te transportaras a otras épocas, digo épocas porque abarca desde la cuestión de la época de la Colonia hasta los años 70 en que el Cervantino nació, así como pasar por la diversidad de fiestas religiosas y patronales que hace que la ciudad tenga un colorido especial.

Sí, en esta ciudad hay fiesta permanente, porque los guanajuatenses así son, buenos pa’l baile y pa’l chupe, el chisme del barrio, y muy  buenos para recrear literariamente —rayando en leyenda, por supuesto— la vida de quien sea en versión corregida y aumentada, pues es necesario darle sabor al caldo con las ilusiones de que las cosas puedan mejorar para la pareja de recién casados, para los estudiantes que no la tienen fácil en estos días, para los taxistas que siempre están listos para contarme sus historias.

Fiestas van y fiestas vienen, al igual que los ruleteros que recorren la ciudad en sus taxis verde-blanco o blancos completamente, ellos recrean una y otra vez historias que se quedan en su memoria, desde la mujer que llora y que ellos intentan darle consuelo, los señores, señoritas y señoras que de repente —solo de repente— les avientan los perros, no importa que sea alguien conocido de la UG, hasta historias de cómo los maestros de esta ciudad cuentan sus cuitas por la situación actual de la educación en México. No, si los taxistas han vivido cada cosa: asaltos, venadeadas, corretizas, pagos por propuestas indecorosas. Pero  ya entrados en gastos, la historia que he visto le impactó más al narrador, es la historia  del señor X que viaja en taxi (con su joven amante) para ir a ver a su mujer a pedirle dinero para el galán, pues no importa el tiempo que pase, el joven enamorado lo espera impaciente en el taxi, mientras la mujer amorosa le da el dinero solicitado y un beso que el Señor X esquiva con alevosía, pues sabe que el amor de su vida nocturna lo espera impaciente en el auto de alquiler. Eso al parecer, para el taxista no era el problema, el asunto fueron los besos que sí le correspondía amorosamente al chico enfiestado ya de licor y de amorosos fantasmas de reconciliación, además de que cuidando a su amor, lo  acompaña a un antro de mala muerte diciéndole primores y dándole 5 mil pesos para sus gastos para después el Señor X regresar —en el mismo taxi— a la casa con su mujer.

La otra vez uno de ellos me contó de cuando trabajaba en la mina de las preciosuras y rarezas que encuentran allá abajo: que si una piedra transparente con agua dentro, que si un cuarzo grandísimo con paisajes incluidos por las fracturas de la misma piedra y que le daban una cantidad grande por ella y que él no quiso, pero que cuando vinieron unos parientes de Michoacán, su suegro la dio como regalo de agradecer la visita de tan lejanas tierras. Obviamente el afectado no se jaló los pelos porque vivían en casa del suegro, por eso digo yo: el casado casa quiere y así cada quien sus cosas y colecciones particulares.

También me narró la crudeza de los accidentes abajo en la mina, de cómo algunos son accidentes y de como otros son destino y de cómo él se salvó de ser aplastado por una piedra de 13 toneladas sólo por salir un poco antes, si no, me hubiera tocado a mí” me dijo asustado y aliviado a la vez de que esto ya sea sólo un recuerdo.

Un día de seguro harán películas de esto, porque la vida en Guanajuato está hasta en las entrañas de la misma tierra, hasta lo más profundo de la riqueza de sus vetas, de la belleza de sus paisajes y de los decires de su pueblo, en las vivencias diarias y, en el caso de los taxistas, somos sin querer les damos más para sus archivos secretos. Pero no me creas, mejor ven, lee y anda Guanajuato.