Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Barbarie y Traición

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Entre los 7 últimos muertos en Iztapalapa, la crisis de seguridad en el Ajusco[1] —distribución de droga, tala de bosques, violaciones— la continuidad de ataques de grupos armados acostumbrados a la barbarie —secuestros, quema de viviendas, enseres e incuso personas como recién ocurrió en Urique, Chihuahua— o las agresiones a negocios que según la Encuesta Nacional de Victimización de Empresas costó en promedio más de cincuenta mil pesos a diversos establecimientos, cifra que se incrementaría pues apenas el 12% de los afectados denunciaron; la demanda de tomar acciones en contra de la corrupción ha sido justamente una de las más fuertemente acogidas por la población en todo el país.

Este panorama seguramente estaba en la mente del nuevo titular de la CNDH al recibir el pasado 10 de diciembre un exhorto de diversas ONG´s para esmerarse en el cumplimiento de sus funciones. Tarea harto difícil toda vez que, como muchos han reconocido, recibió un organismo desprestigiado, carente de credibilidad y alejado de la ciudadanía.

Enfrentar problemas tan graves como los que nos abruman cada amanecer a grado de desear la inexistencia de noticieros ¿se resolverá enviando a los bisoños miembros de la gendarmería al Ajusco con facultades para cruzar líneas de límites municipales y estatales? ¿Se aligerará la carga del ex abogado general de la UNAM, con el sustento de una buena imagen pública? Dentro de dos años ¿seguirá siendo el centro del anhelo popular o las encuestas, cual espada de Damocles, dirán que su popularidad ha bajado?

Mucha tinta se usado para señalar en tono de escándalo a personajes responsables de lo público; pero mientras por un lado se exige seguridad por el otro se presiona para ser laxo en el deber de castigar a quienes cometen delitos como daño en propiedad ajena, amenazas cumplidas y toda una caterva de conductas reprobables que nos colocan en la disyuntiva de: libertad o represión. ¿Será que de verdad somos un pueblo con inclinación a lo ilegal? En diversas latitudes se habla de una “leva” de jóvenes desempleados y sin horizonte por el crimen organizado; pero a no ser que se convierta en algo tan redituable en términos de rating, como el caso Ayotzinapa respecto del cual las sospechas de vendetta entre partidos o contra miembros del gabinete se incrementa, prevalece la fatal sentencia de que en México no pasa nada. ¿Qué afanes y ocultamientos hay detrás de la ley anti corrupción y el nombramiento de fiscal para esta materia? ¿Están conscientes los senadores que pospusieron tal agenda, del interés de una ex-primera dama de hacer llegar a un personaje que hoy mismo carga dos averiguaciones penales no mencionadas en su curriculum? ¿Por qué lo penal se ha convertido en instrumento de persecución a modo y solo camina si la denuncia es contra de algún ciudadano de a pie? ¿Cuántos casos conoce de inocentes recluidos incluso en penales de alta seguridad solo para dar gusto a algún funcionario —hasta de medio pelo— con ansias de perjudicar a otro ciudadano?

Se multiplican la voces que invitan a cerrar filas en torno al presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos[2] así como a un compromiso de todos —sociedad, tres niveles de gobierno, empresas etc. — para legislar lo pertinente a fin de poder actuar contra autoridades corruptas lo cual incluye a quienes se hagan de la vista gorda ante omisiones. ¿Se configura un delito cuando el alcalde en Tlaquiltenango, Morelos destituye al comisionado de mando único? ¿Es un acto de corrupción ejercer su autoridad municipal? Cosas como estas ocurren cuando el trabajo legislativo se hace a modo, con el fatal resultado, no solo de la vulneración del Estado de Derecho sino la desconfianza generalizada de un pueblo que no puede asumirse seguro frente a ninguna autoridad.

¿Podremos llegar al cumplimiento de la urgencia de secrecía en las indagatorias penales? ¿Por qué se debe satisfacer en primera instancia el hambre mediática de alimentar el escándalo? “¡Ya basta!” claman muchos, basta de bandas empeñadas en destruir degradando la política, amenazando con desconocer las instituciones mediante el uso del engaño y la propaganda para propiciar el miedo e inhibir la participación civilizada en las cosas de interés común. No más caos, necesitamos orden y autoridades capaces de crearlo y mantenerlo. ¿Esperan un golpe de Estado los instigadores? ¿Buscan otro magnicidio como el que cegó la vida de Luis Donaldo Colosio? ¿A quién conviene este ambiente? En vez de compadecer al joven que sin un ápice de educación irrumpió en Oslo en una casa que no era suya para insultar nuestra bandera, deberíamos reflexionar en el daño que a México hacen este tipo de manifestaciones que indudablemente no son espontáneas y tienen detrás suyo el interés de alguien que no ama a nuestra patria. ¿Habrá el valor suficiente para denunciar a los autores de una articulación de traiciones en las que han participado lo mismo legisladores, dirigentes políticos y partidistas, ministros y magistrados y hasta asesores, comisionados, auditores y muchos servidores públicos comprometidos con el desorden? ¿Tocarán a los poderes de facto —empresariales, de comunicación, de represión e incluso cómplices de criminales—, molestos por la inercia de aplicar cortapisas a sus excesos? Ya es tiempo de poner límites a la barbarie y la traición; ¡lo que está en juego es México!

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[1] Cuatro de cada 10 delitos de alto impacto cometidos en Tlalpan entre enero y septiembre de este año ocurrieron en el Ajusco, pese a ser una zona con baja densidad poblacional. De acuerdo con el informe de Incidencia Delictiva por Delegación de la Procuraduría capitalina, en ese periodo se denunciaron, a lo largo de las cuatro coordinaciones territoriales de la Delegación, mil 350 delitos violentos. Fuente periódico Reforma.

[2] Jorge Carlos Hurtado, secretario Técnico del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), se pronunció en tal sentido en Querétaro luego de asumirse como priísta al exhortar a sus correligionarios a defender al ejecutivo federal. “El país no está para críticas y descalificaciones; el país vive momentos difíciles y hay que tomar decisiones difíciles”.