El Laberinto

Agujeros negros

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Nueve de la mañana. Ese día tenía muchos pendientes por realizar. Me levanté temprano y prendí la computadora, y antes de abrir el editor de texto pensé para mí misma: “veamos qué ha pasado en internet”, La siguiente vez que consulté el reloj eran las doce del día. ¿Qué había hecho? Había leído como se llaman Hugo, Paco y Luis (los de las Pato aventuras) en diferentes países; un portento de productividad.

El tiempo puede percibirse de formas muy variadas, puede ser lento y pesado cuando esperas, o irse como el viento cuando lo estás disfrutando, en este último caso se siente como caer en un agujero negro.

Para los físicos y los astrónomos un agujero negro es una región finita del espacio cuya masa es lo suficientemente grande para generar un campo gravitatorio del que ninguna partícula puede escapar; las reglas del tiempo y del espacio cambian dentro de ellos, es una densa aspiradora cósmica que se traga y transforma lo que lo rodea.

Creo que todos tenemos nuestros propios agujeros negros (no piensen obscenidades) actividades, objetos o personas que nos atraen, nos absorben y que mueven absolutamente todos nuestros parámetros, por lo menos en los momentos en que nos encontramos bajo su influencia, aunque después nos preguntemos atónitos cómo es que pudo pasar tanto tiempo.

No creo que haya problema en disfrutar de ciertas cosas, a final de cuentas no podemos vivir solo para el deber o para la vil subsistencia, ni sacarle jugo productivo a las veinticuatro horas del día, necesitamos distracción para mantener la cordura; pero ¿qué sucede cuando la distracción nos hace perderla?

Actualmente vivimos rodeados de tecnología que nos facilita la comunicación, nos abre puertas a otras realidades y que nos proporciona entretenimiento ilimitado. Esto es un arma de dos filos, que puede acelerar el tiempo en las esperas obligadas pero que igual puede robarnos las horas que necesitamos para realizar otras actividades, como a mí con el asunto de los patos. Por cierto, para que no haya sido tan absoluta la pérdida de tiempo, les contaré que en España se llaman Juanito, Jorgito y Jaimito.