Ecos de Mi Onda

El vínculo entre la ciencia y el arte

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Para Raquel, mi mamá, hoy 9 de julio de 2015.

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La ciencia es la progresiva aproximación del hombre al mundo real

Max Planck

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Hay más divinidad en el arte que en la ciencia;

la ciencia descubre, el arte crea.

Henry Miller

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(Foto Especial)
(Foto Especial)

El pasado lunes 22 de junio, Jorge Volpi presentó en el Teatro Juárez el programa de Festival Internacional Cervantino del 2015, anunciando como países invitados a Perú, Chile y Paraguay, y como estado invitado a Morelos. Informó asimismo que el FIC girará alrededor de dos ejes temáticos. Un primer tema (sin orden de importancia) es el fenómeno de las transiciones, orientado a explorar las dinámicas sociales en el tiempo y en el espacio, así como entre épocas definidas y sus condiciones transitorias. Un segundo tema lo constituye La Ciencia del Arte, el Arte de la Ciencia, para analizar la indisoluble relación entre el conocimiento científico y las expresiones artísticas.

Para tratar el tema referente al vínculo entre ciencia y arte, se anunció que el FIC se verá engalanado con la presencia de dos premios Nobel del campo de la ciencia, quienes a través de su trayectoria han evidenciado más allá de un mero interés por el arte, Roald Hoffmann, ganador del premio Nobel de Química en 1981 a la edad de 44 años, por estudios que condujeron al establecimiento de las reglas de Woodward-Hoffmann, herramientas para elucidar mecanismos de reacciones químicas. Hoffmann quien ha alternado con éxito las funciones de investigador con las de escritor de poesía, tiene cuatro importantes títulos editados, The Metamict State (1987), Gaps and Verges (1990), Memory Effects (1999), Soliton (2002) y Catalista: Poemas Escogidos (2002), expondrá la conferencia La Belleza de la Química, además de que se dará lectura a algunos de sus poemas en inglés y en español. En la prensa se mencionó, curiosamente, que los honorarios que percibirá y que se estiman en dos mil dólares, los invertirá en libros para regalar entre los asistentes a sus presentaciones.

El otro científico invitado es el astrónomo George Fitzgerald Smoot, premio Nobel de Física en 2006, por su trabajo utilizando un satélite artificial, para demostrar que tras el Big Bang se formaron en el universo ciertas semillas de irregularidades que explican la formación de las estrellas y galaxias. Las experiencias que vivió para lograr los propósitos planteados en el proyecto, las narra en un libro de título muy sugestivo: Las Arrugas en el Tiempo. Fitzgerald Smoot tiene programada la conferencia magistral Ritmos y Bellezas del Universo, la Inspiración que despierta ver el cielo.

En contraparte, habría sido interesante la inclusión, por ejemplo, del PhD Brian Harold May, quien a principios de los setenta, como estudiante del Imperial College, ya concluida su experimentación y con dos artículos publicados en importantes revistas especializadas, dejó inconclusa la elaboración de su tesis doctoral en astrofísica, forzado por su ocupación de guitarrista (posición 26 en la lista de los mejores de todos los tiempos) y compositor del exitosísimo grupo Queen. Tras la muerte de Freddie Mercury, la banda disminuyó notoriamente su actividad y Brian May decidió retomar su proyecto doctoral, referente al estudio de título poético Reflejo de la luz del polvo interplanetario en el Sistema Solar, y finalmente logró graduarse el 14 de mayo del 2008. No dudo que May ocupe muchas noches en observar el cielo y las estrellas, teniendo al lado su famosa guitarra eléctrica Red Special, que él mismo fabricó a los 16 años, haciendo anotaciones científicas y esperando la inspiración para concebir una canción romántica, pero dándose tiempo además, para fungir como rector honorífico de la Universidad John Moores, de Liverpool.

Mucho se menciona si la ciencia y el arte configuran dos esferas separadas, cada una con sus propios propósitos, herramientas y procedimientos. A la ciencia (gr. scientia, conocimiento) se le refiere como un conjunto de conocimientos estructurados, obtenidos sistemáticamente por el método científico, razonamiento y experimentación, aplicado a los campos seleccionados en los que se plantean los cuestionamientos a dilucidar. Con los nuevos conocimientos, la ciencia articula modelos de predicción, cuantitativos y comprobables, de los que se deducen tanto las explicaciones plausibles de los fenómenos observados, como las aplicaciones tecnológicas que se integran en los sistemas de producción de bienes y servicios.

En la antigüedad, con más supersticiones que conocimientos científicos, los alquimistas se afanaban en perseguir la opus magna, el objeto más codiciado por la alquimia, la Piedra Filosofal, sustancia química capaz no sólo de convertir los metales considerados innobles, como el plomo, en oro o al menos en plata, sino de constituirse también en el Elíxir de la Vida, la cura para todas las enfermedades, el rejuvenecimiento, la inmortalidad (¿No era esto también poesía?). Ante el tótem búho los iniciados imaginaban además creaciones como la lámpara perpetua, la conversión del cristal común en diamante, la revitalización de los cuerpos muertos, el homúnculo de Paracelso, el golem judaico, entre otras manifestaciones desbordadas.

Por su lado, el arte, definido como la actividad humana destinada a recrear con fines estéticos, los aspectos de la realidad o los sentimientos, descritos con belleza a través de las diferentes manifestaciones artísticas, siempre ha avanzado en el tiempo abriendo espacios propicios a la creatividad, para expresar la visión humanas, real o imaginaria, pero siempre sensible, del mundo y sus circunstancias. En el Renacimiento, el diseño artístico y la técnica de construcción de la cúpula de una catedral iban de la mano. Con da Vinci, la observación cuidadosa del sistema motriz del vuelo de una ave, generaba diseños estéticos para el potencial vuelo del hombre. Pero en su marcha, el mismo ser humano empezó a clasificar las cosas y las ideas y así fue separando, al menos en la cultura occidental, los espacios del cuerpo y del alma, de la materia y del espíritu, de la razón y la intuición, del arte y de la ciencia.

A las preguntas inquietantes sobre de qué está hecha la materia y cómo se constituye, John Dalton, científico británico, a principios del siglo XIX recuperó las ideas de Demócrito, expresadas casi 2200 años antes (s. IV a.C.), proponiendo que la materia estaba constituida por partículas pequeñísimas indivisibles ¡los átomos!, para elaborar el primer modelo atómico con bases científicas. A partir del modelo de Dalton los avances en este campo de la física se desarrollaron con rapidez sorprendente, hasta llegar a los conceptos del modelo cuántico. Tal vez pueda decirse que en este punto, las diferencias entre ciencia, con sus avances tecnológicos, y el arte individualizado y subjetivo, se pronunciaron, diferenciándose en dos ámbitos ajenos. Sin embargo, conforme se profundizaba cada vez más en el conocimiento de la materia, se reconocía un concepto que para Einstein se alejaba de la formalidad científica, el principio de incertidumbre de Heisemberg, relacionado con la posición y movimiento de las partículas subatómicas, es decir, la ciencia, al fin humana, adoptaba humildemente valores sólo probables y no absolutos.

Actualmente la ciencia se vuelve a ocupar de los sueños alquimistas, piensa que ha encontrado la Partícula de Dios, en la biología se ocupa de la clonación, bombardea núcleos para trasmutar elementos, plantea humanoides en la robótica, viaja a Marte en busca de otras formas de vida, indaga en las estrellas el origen de la vida terrestre, y como vislumbró Arthur C. Clarke, lo que hoy ha empezado como novela de ciencia ficción, mañana será terminado como reportaje. Adán y Eva comieron del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal y fueron expulsados del paraíso, pero el ser humano conserva la idea de ser como dioses, tratando de equipararse a Dios en su capacidad creadora. Para ello ha encontrado en sí mismo la potencialidad creativa para generar conocimiento utilizando las herramientas y procedimientos del arte y de la ciencia.

La física italiana Fabiola Gianotti, directora del Laboratorio Europeo de Física de Partículas, ha señalado que entre la ciencia y el arte no existe fractura, ni diferencia, ni distancias, y que en sentido amplio, humanista o científico, ambas son expresiones desarrolladas por el ser humano, como ser pensante, en su entorno cultural. La ciencia y el arte conviven en la misma esfera, estoy totalmente de acuerdo. No obstante, pienso que el científico se desgasta mayormente en la competencia consigo mismo y entre su gremio para cambiar los paradigmas vigentes, es decir, no se conforma fácilmente con el conjunto de teorías de su momento histórico y continuamente trata de rebasarlas. Por otra parte, cuando compara los objetos científicos de su creación con los de la naturaleza que trata de imitar, normalmente se siente limitado, lejos de la perfección que le abruma. Por su parte, ante los observadores, el artista descubre en las obras producto de su imaginación y fantasía, mostradas a través de alguna de las manifestaciones propias del arte, una visión subjetiva del mundo que le rodea, pero que paradójicamente es asimilada por el receptor para generar a su vez una propia versión de las obras, lo que multiplica los procesos creativos del arte y los estados de satisfacción estética.

Cabe señalar que aún con los avances científicos desarrollados y la gran diversidad de manifestaciones artísticas disponibles, la humanidad sufre de brechas abismales entre los países del mundo y al interior de los mismos. Esto es evidenciado por el hecho lamentable de que el uno por ciento de la población mundial posee el insultante 98% de la riqueza acumulada en nuestro planeta. En la cúspide de la pirámide se encuentran los países desarrollados, en los cuales la ciencia y la tecnología constituyen armas de opresión y el arte se empaqueta en artículos de consumo disponibles para el disfrute preferente de las clases privilegiadas.

Así, si pensamos idealmente en la vinculación de la ciencia y el arte, podríamos evocarla como la oportunidad de generar sinergia para que la humanidad promueva la nobleza de los valores, sobre la codicia y el egoísmo, promoviendo el desarrollo de las enormes potencialidades creativas que tiene el ser humano, en beneficio de un desarrollo armonioso que conduzca a los estados de paz, libertad, justicia, salud, educación y cultura, con la generosidad, equilibrio y equidad que se requiere en nuestro mundo.

Esperemos que el Festival Internacional Cervantino del 2015, al ser espacio de este tema, sea un punto de nucleación de una semilla de irregularidad después de un nuevo Big Bang cultural.