Histomagia

Historias de estudiantes

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Miles de historias de fantasmas se cuentan sobre las casas, calles y callejones de Guanajuato que, como es sabido, es una ciudad con una población flotante de estudiantes universitarios que cada verano y fiestas decembrinas, se regresan a sus lugares de origen para descansar de todo lo real e irreal que les sucede en esta ciudad antigua, tan antigua como sus yacimientos mineros que, hasta la fecha, le han dado vida oro por oro, plata por plata y piedra por piedra.

Cada paso que se da por esta ciudad es una visita a otro mundo, un mundo que, aunque nos neguemos, existe, aún hoy. Esta semana una estudiante de mi clase me contó horrorizada cómo es que en la casa que vive, ahí en pleno centro, en la Calle del Truco, espantan. Ella me cuenta que la casa es grande y muy antigua, por ello tiene como atajos por donde puedes llegar a la cocina. Me relata que un día, una de las muchachas que hacen el aseo le dio la oportunidad de entrar a un pasadizo que tiene la puerta de entrada en el patio, ahora cochera, y sí, efectivamente llegas a la cocina, no sin antes tropezar con cuanto objeto imagines: esculturas y cuadros diversos, estatuillas de santos, ropajes antiguos que de tan viejos pareciera que al contacto con el aire se convierten en polvo, trastos viejos, etcétera. Lo que precisa esta alumna es que las puertas son muy pequeñitas y que al interior existen algunas más que están cerradas, totalmente clausuradas con grandes cerrojos y aldabas que sólo hacen volar la imaginación e inventar en tu cabeza qué más puedes encontrar en este lugar y hasta dónde irán y con qué otras construcciones de la ciudad se conectan. También existe un sótano donde se quedaban los sirvientes hace muchos, muchos años, pero no ha entrado ahí.

En sí, la casa cuenta con una profusión de puertas cerradas, pero hay un cuarto donde guardan muchos títeres que al verlos dan miedo, pues pareciera que te miran, que te observan a cada paso. Me dice que uno en particular, cuando te acercas a él para oírlo bien, parece que respira y su pecho se mueve en cada inhalación y exhalación. Otros hacen ciertas muecas como intentando sonreír, hablar, como maldiciéndote… No sabe el año en que fue construida, pero sabe, por la tía de una de las chicas que se hospeda ahí, que las propietarias eran, asimismo, dueñas de la Escuela Normal donde daban clases.

Dice que la actual dueña de la casa un día le contó que las persona que cuidan el hotel que está al lado, le relatan que han visto muchas veces a una señora asomarse por los balcones. La señora piensa que se trata de su tía Elisa, pues cuando la señora era joven y salía de fiesta, su tía Elisa solía asomarse para ver si ya venía de regreso. Mi alumna señala: “la señora asegura que no pasa nada, pero —pienso que por lo mismo de que no nos quiere asustar— a veces se le salen datos como el de la tía Elisa”.

Entre tantas historias vividas en esa casa, la más reciente es la sucedida el jueves pasado al llegar por la madrugada a la casa. Ella y sus compañeras de cuarto, fueron a la cocina a beber un vaso con agua para, ya después de ello, disponerse a dormir. Así, mientras estaban en la cocina, comentaban amenamente lo sucedido en la fiesta de bienvenida, de repente, escucharon con horror cómo de a poco surgía de dentro de uno de los cajones un extraño sonido, parecido al aletear desesperado de un pájaro. Asustadas salieron de prisa, y con espanto escucharon cómo a ese ruido se les unió el de la puerta de la cocina que se cerraba y abría con fuerza y frenesí. Los ruidos se calmaron cuando ellas ya estaban en sus cuartos.

Ella me cuenta muchos más eventos que les han sucedido ahí, pero creo que no quiere cambiarse de casa, igual y le ha tomado cariño, pues de hecho, ella ya es un nuevo personaje, sin querer, de esta historia. Ven, conócela, pero lee y anda Guanajuato.