Candil de la Calle

Las niñas

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Varios temas en el programa preparado por la UG (Foto: Archivo)
(Foto: Archivo)

Leo los análisis de la revista/programa México Social dedicados a revisar el panorama situacional y lo que parece deparar a niñas y niños en nuestro país, y surge una realidad patética que tampoco puede generar expectativas mejores: ni siquiera el 20 por ciento de niñas y niños mexicanos tiene garantizados sus derechos.

Paupérrimo porcentaje.

En la mente ronda todavía la escena que hace unas semanas vimos y conocimos: una bebé de ocho meses de edad fue encontrada muerta dentro de una bolsa de plástico, abandonada —tirada— en el lecho de un río, en las inmediaciones del Centro infantil Teletón en Irapuato.

La primera versión de esta historia la dio el padre de la niña: manejaba su automóvil por la carretera con la bebé —no vivía con la madre, por lo que se dividieron la semana para tenerla cada uno— cuando, al orillarse en la carretera, fue abordado por unos hombres en una motocicleta, quienes le robaron el auto con la bebé en su interior.

Se detonó la Alerta Ámber. Unas horas después del reporte del padre, su automóvil fue encontrado cerca del CRIT. No había rastros de la niña.

Al día siguiente, a consecuencia de la búsqueda, se le halló ya sin vida dentro de una bolsa por el mismo rumbo, en un lecho de varios metros de fondo, a donde fue arrojada.

Inconsistencias, contradicciones, el informe forense, el interrogatorio. Afloró una historia muy distinta, que apuntó a la responsabilidad del propio padre en el asesinato de la niña, en medio de la disputa con su pareja por las obligaciones de paternidad, incluyendo la manutención respectiva.

Adrián, el padre, tenía también una historia. Una pareja anterior lo describió como un hombre violento, que le había hecho daño durante su relación.

El Ministerio Público acusó a Adrián del feminicidio de su hija.

El feminicidio de una niña de ocho meses. Independientemente de las características del tipo penal que encuadran en la clasificación de este delito, el comentario obligado es un razonamiento simple: es muy probable que Adrián no dispusiera de esa vida si hubiera sido un niño. Un hijo.

El atraso de nuestro México en materia de atención, de oportunidades, de salud, educación, bienestar, desarrollo de niñas y niños es elocuente. En el espectro internacional, México es uno de los países que más incumple las recomendaciones de Naciones Unidas sobre la niñez; que desatiende y no aplica siquiera protocolos especiales para investigar la desaparición de niños y niñas; que descuida el acompañamiento de niñas y niños migrantes; el presupuesto destinado a programas de atención a la niñez va en decremento, y así lo refleja ya el presupuesto federal autorizado para el 2016.

El balance expuesto en México social, es el de un país carente de perspectiva de infancia en todos sus programas y políticas sociales.

A eso hay que agregar que la visión de atención a la familia es, casi siempre, reduccionista, con tintes conservadores o carices paternalistas y de uso electorero.

Las estadísticas respaldan los vacíos: 21.3 millones de niñas y niños son pobres; 24.9 millones de niñas y niños carecen de seguridad social; hay un retroceso en la tasa de mortalidad infantil; entre los delitos más denunciados que tienen como víctimas a niñas y niños figuran la violación y el abuso sexual.

Aquí viene el obligado acento: es las niñas, víctimas de la inequidad, la violencia y la falta de una perspectiva de género, en quienes inciden con mayor saña las carencias, los atrasos, la falta de políticas, la pobreza, la marginación, la falta de acceso a educación, la ausencia de justicia.

Eso es un hecho.

No se ve un golpe de timón en esta ausencia de políticas, visión prospectiva, planeación gubernamental, trabajo con la sociedad civil.

He ahí donde la agenda de género, un principio esencial en los propósitos buscados por la paridad en cargos públicos, en cargos de elección, puede y debe entrar.

Es lo menos que quienes han sido impulsadas a esos cargos —diputadas federales, locales, senadoras, alcaldesas, regidoras— deben al activismo y la sociedad civil organizada que impulsó e impulsa la garantía de espacios en un país donde más de la mitad de sus habitantes son mujeres.

Niñas en espera.