Candil de la Calle

La embajadora de la moda

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Nada más fashion que una primera dama nuestra adorne las revistas más prestigiadas para que los mexicanos sintamos cómo transitamos, lentamente y poco a poco, del morbo popular al jet set.

Angélica Rivera, esposa del presidente Enrique Peña Nieto, alimenta nuestras más surrealistas fantasías y desparrama algo que los que dicen que saben llaman buen gusto, chic y glamoroso, en la portada y en las páginas de cuanta revista de ésas puede (o se lo permite con cargo al erario público destinado al gasto de publicidad oficial o de la caja chica que le destinan en las oficinas del DIF nacional que supuestamente preside de manera honoraria).

Tales aberraciones para las mentes lúcidas de la ciudadanía mexicana son bienvenidas, recibidas, elogiadas o festinadas por el ejército de cortesanos que rodea a la primera dama de Los Pinos, y, por supuesto, por las revistas del corazón (y de los pies y del trasero, francamente).

Así que por estos días, Angélica Rivera nos embadurna otra crema de valemadrismo por el país, fotografíandose y apareciendo en la portada de la revista Hola!, nada menos que caracterizada como “La dama de Oriente”.

Así dice la portada, ¿eh? Ni en mis peores pesadillas se me hubiera ocurrido ese título para la “historia” del vestuario utilizado por la esposa de Peña Nieto y presunta dueña del “Museo de la corrupción” (ahora sabemos que así aparece en Google Maps la dirección del inmueble que conocemos como “la Casa Blanca” presuntamente vendida por el consorcio constructor favorito del sexenio a la pareja presidencial).

El conteo turístico presidencial reporta 42 a favor (viajes al extranjero) y cero en contra (en austeridad y prudencia). La otra historia de esos viajes la encontramos documentada en esas revistas que dedican páginas y páginas, por supuesto ninguna de cortesía, mediante el registro del vestuario y adquisiciones de accesorios por y para Angélica Rivera y sus hijas, como ocurría cuando la frivolización de Los Pinos entró por la puerta ancha con Marta Sahagún de Fox y se instaló con más ganas que nunca.

La primera dama Angélica Rivera pone cara de aburrimiento en eventos oficiales en los que se hace acompañar de representantes de los pueblos indígenas. Una foto en la que aparece junto a Peña Nieto en esa pose de ostracismo circuló profusamente en redes hace no mucho. Pero no escatima sus dotes de modelo para las portadas de esas revistas, mientras exhibe prendas que también sabemos carísimas.

Marcas de diseñadores famosos, artículos que se venden en las tiendas exclusivas de las zonas exclusivas en México y en otros países, nos son restregadas por la señora Rivera, luces, cámara y acción de por medio, nada más para que podamos soñar más y sentirnos menos jodidos.

Aunque el efecto sea el opuesto.

La trilogía del traje Dior, la cartera Chanel y los zapatos Louboutin está, definitivamente, ausente del imaginario colectivo de la mexicana de a pie. Verse reflejada o sentirse identificada con Angélica Rivera, esposa del presidente, no tiene nada qué ver con el reto cotidiano de tantas mujeres que a lo más que aspiran es a sobrevivir. Un día más.

Tristemente, el tema no pasa de un póster o de una portada de revista. Y así hace su aporte —más bien— a los estereotipos, a la banalización del papel de la primera dama, al concepto de mujer-objeto.

A la pena ajena con cargo al erario.