Ecos de Mi Onda

Utopía, soñar no cuesta nada

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Yo tengo un sueño

que un día esta nación se elevará

y vivirá el verdadero significado de su credo,

creemos que estas verdades son evidentes:

que todos los hombres son creados iguales.

Martin Luther King

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

El término Utopía fue utilizado por Tomás Moro, santo católico, gran pensador y escritor inglés, en su Libro del Estado Ideal de una República en la Nueva Isla de Utopía. En esta obra escrita en 1516, uno de los personajes, Rafael Hitlodeo, filósofo y navegante aventurero, narra a Moro las experiencias vividas en la isla ficticia de Utopía, que para él constituían todo un catálogo de conocimientos referentes a un modelo de gobierno en el que, en un marco de justicia y equidad, el objetivo fundamental era justamente el bienestar común, circunstancia impensable en los estados de esa época. Para ello, asienta Moro, era condición imprescindible que los gobernantes se ajustaran al perfil configurado en La República de Platón.

Los hombres y mujeres de paz siempre han aspirado a lograr el respeto a los derechos humanos. Platón en La República (350 a.C.) planteó en un diálogo ficticio, conceptos básicos para un buen gobierno. Sócrates dialoga que no es obra del hombre justo el hacer daño ni al amigo, ni a ninguna otra persona, pues esto es obra del injusto. Sobre la máxima que señala que en justicia se debe hacer el bien a los amigos y el mal a los enemigos, responde tajante que esto sólo puede ser afirmado por alguien rico y engreído en el poder. En el diálogo platónico Trasímaco responde que en el tiempo es patente que la justicia es lo que conviene al más fuerte, cada gobierno establece las leyes según su conveniencia: democracia, leyes democráticas; tiranía, tiránicas… Al establecerlas, los que mandan muestran a los gobernados que lo justo es lo que a ellos conviene, y al que se sale de esto es castigado como violador de las leyes y de la justicia. Sócrates lo refuta indicando que nadie que tiene gobierno, en cuanto es gobernante, examina y ordena lo conveniente para sí mismo, sino lo conveniente para el gobernado y sujeto a su arte, y dice cuanto dice y hace todo cuanto hace mirando a este y a su conveniencia y ventaja.

El ideal platónico establece que un gobernante jamás debe guiarse por intereses personales, sino por el de los gobernados, procurando siempre lo provechoso para su desarrollo integral. Esto requiere, por tanto, que el gobernante sea una persona sabia y virtuosa, contrapuesto al tirano, siempre propenso al fraude y a la violencia represora para imponer sus fines. Todo se complica para la sociedad gobernada cuando el tirano es capaz de asociar la injusticia con la fama fingida de persona honrada, lo que en las infinitas contradicciones que reinan en el alma, ocurre con mayor frecuencia de la que se desea, al punto que los mismos filósofos recapitularon expresando que el estado ideal que han trazado para La República, sólo en nuestro pensamiento existe.

Así pues, la historia muestra páginas plagadas de referencias a regímenes totalitarios, represivos y corruptos, liderados por protagonistas soberbios, instruidos o ignorantes, sin escrúpulos en utilizar la fuerza para someter al pueblo, privándolo de los derechos humanos elementales y perpetuándose en el poder. Hasta hoy, esto se estima como nefasta tendencia, lo que corresponde al significado etimológico de utopía, del griego ou y topos, lugar que no existe. La Real Academia Española define utopía como un plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.

Las utopías brotan de la imaginación humana con el anhelo de mundos ideales en los que prive la paz, la justicia y la felicidad para todos, el regreso al paraíso perdido. Sin embargo, las comunidades humanas no se libran de verse distribuidas y clasificadas en estratos o clases sociales. Los magistrados, guerreros y productores del estado platónico se traducirían en el actual sistema democrático en los poderes del Estado, que vinculado a los sectores empresariales, se funden en una oligarquía que la más de las veces privilegia intereses particulares y en el fluir de la tendencias humanas acapara poder y una cantidad de bienes, que repartida en forma equitativa daría bienestar a la humanidad.

En el siglo XX la humanidad vivió experiencias de efectos funestos con la crueldad de dos guerras mundiales, pero tuvo como consecuencia alentadora que muchos países se reunieran para hablar de paz y del respeto a los derechos humanos como requisito para sostenerla, aprobándose el 10 de diciembre de 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos, compromiso de la comunidad internacional para concretar una intención (que no deja de tener tintes de utopía): no permitir nunca más atrocidades como las sucedidas en esos conflictos.

La Declaración Universal enfatiza que ningún Estado tiene el derecho de revocar o interpretar el contenido de los artículos establecidos, con el fin de suprimir cualquiera de los derechos y libertades proclamadas, que comprenden la igualdad de todos los seres humanos en dignidad, derecho a vida sana, libertad, equidad, identidad, privacidad, trabajo y remuneración, descanso y recreación, educación y cultura, protección social, goce de los beneficios de la ciencia y tecnología, señalando que la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad con derecho a la protección de la sociedad y del Estado.

No obstante, el cumplimiento de estos acuerdos, que la mayoría de los países están hoy comprometidos a respetar, en la práctica se violan de manera constante, reiterada e impunemente, en diversos lugares del mundo, sin que la comunidad internacional cuente con órganos efectivos, objetivos e imparciales, tanto para evaluar los estados situacionales, como para administrar justicia y aplicar las medidas plausibles para restablecer el orden: De todos modos, mi querido Moro, voy a decirte lo que siento. Creo que donde hay propiedad privada y donde todo se mide por el dinero, difícilmente se logrará que la cosa pública se administre con justicia y se viva con prosperidad. Cabe señalar que en los ensayos comunistas, los resultados respecto a la concentración de bienes y poder por los estratos burocráticos, tampoco han sido halagadores.

Los principios de la Declaración están comprendidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que desde el primer artículo señala que en México todas las personas gozan de los derechos humanos reconocidos internacionalmente, así como las garantías para su protección.  Sin embargo, en todas las constituciones del mundo, el Estado se atribuye la facultad de restringir o suspender temporalmente en todo el país o en regiones determinadas, el ejercicio de los derechos y garantías, en casos graves de invasión, perturbación grave de la paz pública, o conflictos que pongan en peligro a la sociedad, a fin de hacer frente a la situación de manera rápida y eficiente, pero sin restringir ni suspender el ejercicio de los derechos humanos básicos, ni las garantías judiciales para la protección de tales derechos. Este punto, que como principio es loable, bajo ciertas condiciones puede ser (y ha sido en algunos casos) la puerta que abre las posibilidades a intenciones totalitarias, apelando a la defensa de la patria contra fuerzas oscuras (internas o externas) que la amenazan. Un sistema que decide unilateralmente lo que es trascendente para la sociedad.

Imaginar un mundo mejor es un proceso muy complejo que cae en el terreno de las utopías, las cuales son propiciadas (y asumidas) por sus autores y hasta constituyen un género literario específico. Los individuos y las entidades colectivas están relacionados con sus propias vidas en el espacio de una realidad social total, que se configura en un sistema de relaciones entre planos superpuestos sobre los que ocurren en la dinámica del tiempo las variaciones en los fenómenos económicos, jurídicos, religiosos, mitológicos y culturales, las proyecciones de la sociedad.

En la visión de un mundo mejor se trascienden situaciones en el sistema de relaciones entre los fenómenos sociales, pero para trascenderlas es imperioso conocerlas y determinar lo que es significativo para el reordenamiento de esas relaciones, de esta forma, los visionarios son quienes deciden lo que es sustancial para decretar el enfoque del futuro de convivencia pacífica, bienestar físico y moral, justicia y disfrute común de bienes.

Dentro de la esfera religiosa es importante considerar la utopía cristiana de San Agustín de Hipona, en La Ciudad de Dios (siglo V d.C.), que sostiene que bajo la condición terrena, en la que predomina la debilidad en la naturaleza humana, inclinada al pecado, a permanecer bajo el dominio de las pasiones, la felicidad plena sólo es alcanzable en el Reino de Dios, fuera del mundo, pero que para habitarlo después de la muerte, se exige que en cuerpo y alma, el ser humano se conduzca por el estrecho y difícil camino de la virtud, un proceso de reconstrucción del alma.

Paul Ricoeur estima que una utopía puede esencialmente realizarse, que no es un mero sueño, y que al enfocarse a destruir un orden dado, precisamente, cuando se comienza a destruir ese orden dado se tiene una utopía, siempre en proceso de realizarse desde un estado inicial, para alcanzar un nuevo equilibrio. Pero tanto en la obra intelectual, como en la aplicación de los modelos, en el terreno de los hechos la idealidad se enfrenta rotundamente y con frecuencia a los poderes del estado y a los poderes fácticos, muchas de las veces incluso, con cierta ingenuidad. Los resultados de aquí y ahora, siguen permaneciendo en los espacios de la utopía.

Se comentó antes, que todo se complica cuando una sociedad es gobernada por un sistema opresor, que bien pudo llegar al poder por medio de la vía legal, con la aprobación y complacencia de toda la comunidad, pero que tiene la astucia suficiente para fingirse honesta, puesto que el tirano una vez aferrado en el poder, no satisfecho con disolver por el imperio de la fuerza cualquier mínimo intento de disidencia, exigirá cínicamente que se le den las gracias y se le brinde culto, desgarrando ideologías y creencias pasadas para constituirse en un tótem que simboliza la historia y el espíritu del pueblo, un mito atemporal.

En los miles de años narrados por la historia, se puede decir que ha sido limitada la medida de los avances alcanzados en la lucha contra la esclavitud, la guerra, la pobreza y la injusticia, de tal forma que los signos de estos flagelos se siguen observando de manera evidente en todos los rincones del planeta. Soñar no cuesta nada, mientras el sueño no se convierta en pesadilla. En tanto, la utopía sigue siendo una esperanza.

Todos los seres humanos son

también seres de ensueños.

El soñar une a toda la humanidad.

Jack Kerouac