Candil de la Calle

Las dos caras de San Cristóbal

Compartir

 

Centro Fox (Foto: Especial)
Hacienda de San Cristóbal (Foto: Especial)

La comunidad de San Cristóbal, en territorio de San Francisco del Rincón pero pegadito a León, es un pueblo de dos caras.

Caras que han ido transformándose, particularmente a partir de finales de los noventa a la época actual. Pero que no han dejado de ser dos rostros.

En mucho, el erario público ha definido los rasgos de ambas caras. Y ha sido bajo el sino del capricho, la veleidad del presidencialismo mexicano exacerbado que, en este caso, está encarnado en Vicente Fox Quesada.

Alcaldes, gobernadores, recursos públicos, contratistas. Todo a disposición y en espera de la señal del cacique del rancho, expresidente para colmo.

Es posible que San Cristóbal sea, si no la más, una de las comunidades más favorecidas por todo tipo de obras y gestiones en la última década y media, marcado su destino por la suerte del ranchero de las botas metido a político.

Habrá quienes opinen que los pobladores de esta comunidad son también, como Fox, unos suertudos, ganadores de la lotería apenas pintada de blanco y azul, y que, como ocurrió con el Agualeguas de Carlos Salinas de Gortari, o alguna otra cuna de gobernador, presidente o político con posibilidades de abrir arcas públicas, en realidad han resultado ser unos privilegiados porque les han pintado la casa.

Nada más que, en un país donde la distribución de la riqueza confirma la regla del 3 por ciento (ése el porcentaje de mexicanos que concentran en sus manos el 70 por ciento de los dineros nacionales), la inequidad otorga exenciones de impuestos o devoluciones multimillonarias a los grandísimos capitales mientras joroba al maestro y al pequeño empresario, cualquier parecido con el favoritismo con cargo al erario, suena lo más parecido a un insulto.

Recuerdo cuando, en vísperas de la visita del entonces presidente estadunidense George W. Bush, varios periodistas recorríamos palmo a palmo los entretelones y veredas de esta comunidad, buscando la nota de color, la crónica previa, la historia que daría marco al encuentro entre ambos presidentes, que duró un par de horas y cuyos resultados fueron todavía más efímeros e insustanciales.

A la vuelta de la ex hacienda, cuyo acceso principal ya estaba empedrado, con banquetas y guarniciones, pero sin que se previeran las conexiones para un futuro drenaje (del que carecían la mayoría de los sancristobelenses), escurría un lodazal cuyo olor fétido conducía a unas casas de adobe con techos de lámina, con cocinas de leña y niños jugando entre el agua que llevaba los desechos, que se amontonaban en un par de cuartos para una familia de once integrantes.

Esa era la cara oculta de San Cristóbal; rostro lavado y cuerpo malnutrido, de cuando Fox ya había sido diputado federal y gobernador de Guanajuato.

Fue cuando quiso recibir invitados “de otro nivel”, ya metido a presidente, cuando los servicios de los gobernadores en turno, de los alcaldes trienio a trienio, llevaron ampliación de carretera, centro de salud (que durante un tiempo estuvo cerrado porque quedó bonito pero sin doctores), centro deportivo envidia de las comunidades de los alrededores (de todas) y así, detallito tras detallito… todo alrededor de la ex hacienda San Cristóbal y el Centro Fox, modificada la primera y erigido el segundo con patrocinios de esos pocos ricos que tanto recibieron del sexenio foxista y sahaguniano.

Un Fox que no fue capaz, ni como gobernador ni como presidente, de visualizar las estrategias para acortar la distancia entre la calidad de vida de éstas y de aquellas otras regiones, verdaderamente marginadas del estado como el Noreste, con un Atarjea y un Xichú al que los candidatos hacen las visitas que los gobernantes no harán más nunca.

¿Qué habría ocurrido si Fox viviera en Atarjea?

Como se ve, esta historia de cortesanos y bufones de la corte imperial no ha terminado. Unos a otros se alaban, se festinan, se hacen reverencias y se aprestan a continuar con la tragicomedia del presidencialismo intocado… claro, ninguno de los integrantes de estas cortes dispondrán, jamás, de un solo peso salido de sus bolsillos.

Para eso está el dinero de todos.