El Laberinto

Tiempos/ presiones

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Si durante un hipotético desayuno alguien le preguntara, mientras se encuentra friendo los huevos que llegaran a la mesa: “¿Qué vamos a cenar?”, seguramente se sentiría incómodo y presionado, pues es una preocupación absurda y acelerada. Pero a todo mundo le parece normal preguntarle a una soltera “¿Para cuándo el novio?”, a una pareja “¿Para cuándo la boda?”, y a los esposos “¿Para cuándo los hijos?”.

Prisa y linealidad es lo que caracteriza a la presión social, prisa porque alguien pase de una situación a otra, a contra reloj como en competencia atlética, como si hubiese una edad obligatoria para cada circunstancia y linealidad porque pareciera que hay un camino exclusivo que todos deben seguir, cubriendo logros en cada etapa, palomeando cada uno en el formulario de la vida. A esto le podemos sumar un horripilante proceso de etiquetado donde cada persona vale porque tanto ha podido avanzar en línea recta.

Pensando que a través de la presión se construye la súper autopista del éxito, nos encontraremos con muchos casos que salen de la “normalidad”, como quienes están ahí sin desearlo atascando el trafico; los que recorren el camino para llegar a un sitio que detestan; los que optan por una vía alterna y se encuentran de pronto solos (para bien y para mal) en el camino; quienes dan un rodeo o se pierden y llegan tarde o aquellos cuyo auto se descompone, va más despacio o simplemente no están dispuestos a moverse.

Pensar que todos vamos para el mismo sitio con las mismas paradas obligatorias, es perjudicial a nivel colectivo, pues si la idea es repetir al infinito el mismo modelo no hay posibilidad de cambio para nadie, si todos hubiesen hecho caso al plan no sé qué tan diferentes seriamos ahora de nuestros antepasados medievales. Esto sin contar lo increíblemente saturadas que se ven las vías cuando todos, queriéndolo o no, buscan fines idénticos.

Estirando un poco más el ejemplo del desayuno, deberíamos de cuestionarnos primero si queremos desayunar, si deseamos comer los alimentos que están prescritos a esas horas e incluso si queremos invitar a nuestra mesa a los preguntones. Habiendo tantas opciones y espacio para todos, la idea debería ser, sin afectar a los demás y en la medida de lo posible, optar por aquello que nos haga felices y quitarle de una buena vez el pie de encima al acelerador.