Guanajuato, Gto. 29 de julio 2016.- Hay dos conceptos que resaltan en Still the water (2014): cultura e identidad. Naomi Kawase fue criada por sus abuelos y el no poder haber crecido al lado de sus padres, fue algo que influyó decisivamente para empezar a cuestionarse, a una temprana edad, sobre su propia existencia.
La isla de Amami Oshima, en Japón, es el lugar de origen de sus padres y el que decide utilizar como escenario para esta película en la que vemos a dos adolescentes tratando de sobrellevar las complicadas situaciones familiares que viven en casa: mientras que Kaito (Nijiro Murakami) experimenta el divorcio de sus padres, Kyoko (Jun Yoshinaga) -la chica que está enamorada de él-, la enfermedad de su madre.
Still the water (en japonés Futatsume no mado), es una cinta que transcurre a un ritmo muy lento y en la que hay muy poca acción en realidad; sin embargo, podemos observar con detenimiento lo significativo que es el mar en la vida cotidiana de los personajes: éste es comparado con el sexo y sus olas con la poderosa energía de los humanos, por mencionar algunos ejemplos.
Kawase busca mostrar la sensibilidad del adolescente desde su propia perspectiva y cómo la madurez consiste en cruzar un muro, una frontera.
La cultura de la isla, por su parte, es un aspecto al que nos acerca Kawase mediante un retrato de la vida cotidiana de los habitantes de la isla. La directora pidió inclusive a los actores que se fuesen a vivir una temporada allá para que experimentaran en carne propia su cultura, el día a día, el clima, los paisajes, el ambiente y así, las actuaciones fuesen más auténticas e íntimas.
El mejor soundtrack de esta película son los cantos folclóricos y el estruendo de las olas, cuyo ritmo varía en cada escena dependiendo de las emociones que estén experimentando los personajes.
Still the water fue presentada en el Teatro Principal como parte del homenaje realizado este año a Naomi Kawase en el Guanajuato International Film Festival (GIFF).
