Candil de la Calle

Decena trágica

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            Diciembre de 2006-Diciembre de 2016.

Así hemos sentido muchos mexicanos los últimos diez años de la vida nacional, a partir de esos primeros días de diciembre del 2006 cuando, apenas a unas horas de haber asumido el poder, el Ruth Lugo Felipe Calderón Hinojosa destacada (Foto Archivo)entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa  vistió uniforme militar y se dirigió a su tierra de origen, Michoacán, para iniciar lo que desde allí anunció como una estrategia frontal para frenar al narcotráfico, metido hasta la entraña en la economía, la cultura, la vida social y, desde luego, en la política, los partidos, las campañas y los gobiernos a lo largo y ancho del territorio mexicano.

            Muy pocos estaban preparados para lo que siguió.

            Primero, porque las complicidades del poder con el poder fáctico del narcotráfico demostró que la “guerra contra el narco” no es contra todo el narco, lo que permitió el fortalecimiento de estructura como la del Cártel de Sinaloa con Joaquín “Chapo” Guzmán o Ismael “Mayo” Zambada a la cabeza, y más recientemente, del Cártel Jalisco Nueva Generación que ha irrumpido a sangre y fuego en terrenos guanajuatenses y de otras entidades de la región.

         ejercito   Segundo, porque el despliegue del Ejército convertido en policía para enfrentar y capturar a éstos y otros delincuentes ha resultado en un enorme desgaste institucional; entró a raudales a los círculos de corrupción y se ha demostrado con creces el grave error de lanzarlo a combatir cuerpo a cuerpo con cientos de miles de “daños colaterales” traducidos en víctimas, mientras los gobiernos lanzaron los programas de prevención a la basura y dejaron de actuar en sus niveles de responsabilidad municipios y estados.

            Dejaron hacer y dejaron pasar.

            Más de 28 mil desaparecidos en el registro oficial actual; más de un centenar de periodistas asesinados, otros desaparecidos o exiliados; decenas de miles de personas asesinadas, entre los delincuentes y los que no; la “normalización de la violencia”, la militarización de policías estatales y municipales sin que ello haya llevado a un mejor desempeño de las mismas (a pesar de lo cual esta  tendencia continúa) y miles de familias peregrinando por el país en un recorrido inagotable, que primero buscaron a sus desaparecidos en hospitales, cárceles, anfiteatros o Semefos, y ahora los buscan en cuarteles militares, en fosas ilegales, algunas creadas por delincuentes, otras por gobiernos que así pretendieron ocultar incapacidad, omisiones o complicidad.

            Lo que ahora nos parece normal, hace diez años era impensable, imposible de concebir, exagerado e inverosímil.

            Hay quienes apelan al olvido, a la amnesia nacional.

Lo hacen aquéllos que desean perpetuar personajes, grupos políticos, partidos, estirpes partidarias y también seguir protegiendo a éstos y a otros grupos delincuenciales.

            Yo no quiero olvidar.

            No quiero perpetuar.

            No quiero callar.

            No quiero ser cómplice.

¿Y usted?