Histomagia

La casa de mis antepasados

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De las historias y seres fantasmales que las casas antiguas en Guanajuato tienen.

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Las casas antiguas de Guanajuato tienen su historia. Muchas de las veces no creemos que puedan esconder energías que de repente se les manifiestan a los habitantes vivos de las casas, porque sí, en esta ciudad convivimos vivos y muertos. Para mi amigo Carlos, esto no era creíble, pese a haber experimentado cosas extrañas en la casa antiquísima de su abuelita.

Me cuenta Carlos que su abuelita vive por Los Pastitos. Su casa está ubicada a pie de calle y es una de las primeras que se construyeron en la ciudad. Él me dice que cuando niño jugaba en solitario en los enormes cuartos de la casona y que, algunas de las veces, llegó a sentir que no estaba completamente solo, pero como nunca creía en historias de fantasmas, no le daba importancia al asunto, incluso lo atribuía a que en verdad había estado soñando. Todo estaba bien en su imaginario, hasta que una de esas veces que en las reuniones familiares se da el momento nocturno de contar sobre los antepasados y las vivencias que de niñas tuvieron sus tías, descubrió un velo que en verdad lo llenó de terror.

Esa noche, Carlos se enteró de que la experiencia vivida de niño en esa casona, no había sido un sueño. Sus tías le contaron que la casa siempre era algo sombría, incluso en los soleados días de abril cuando el viento y calorcito se entra por las ventanas. Las tías le contaron cómo uno de esos días iluminados, jugando en la casa a bailar en el patio para reconocer sus sombras, vieron cómo éstas no hacían lo que ellas. En el juego, ellas rieron y pensaron que eran imaginaciones suyas, pero cuando pusieron más atención observaron cómo sus sombras bailarinas se movían a su propio ritmo. Horrorizadas se quedaron quietas y cuál fue su sorpresa que esas sombras suyas pararon también, pero luego, en el colmo del horror, vieron cómo lentamente se iban acercando hacia ellas. Espantadas corrieron y entraron a la casa gritando a contarles a los adultos lo que les había pasado,  y no les creyeron absolutamente nada de lo dicho, los adultos pensaron que era la imaginación de niños.

A la pregunta expresa de que si habían sido felices ahí, sus tías le contaron que sí eran felices cuando niñas ahí, pero sólo de día, porque por las noches, afuera, en el barrio, los perros del vecindario aullaban fuertemente como avisándoles que la maldad estaba por venir. Y así era,  cuando llegaba la hora de dormir, ninguna quería ir a su cuarto ya que, pasando las 3 de la madrugada, cada noche, durante más de veinte años, sintieron que alguien entraba a su recámara con paso firme, y en ese momento la temperatura del cuarto descendía, entonces ese ser se sentaba en sus camas y se acostaba, cuan largo era, a un costado de ellas respirándoles cerca de la nuca, haciéndose presente como reclamando el lugar en su cama.

Dicen que las primeras veces pensaron que era su mamá o su abuelita, y hasta llegaron a pensar que eran bromas de sus padres para que se fueran a dormir temprano, pero no, ellas sabían que esa cosa estaba “viviendo” con ellas, y no jamás le dijeron a sus padres porque nunca les creían lo que les sucedía. Dicen que también veían al fantasma sentado en el sillón de la sala, viendo hacia la calle, por la ventana, como pensando en qué hacía en ese lugar después de haber muerto hace más de cincuenta años, porque ese ser, luego se enteraron por su madre y abuela de Carlos, fue uno de sus antepasados que llegó desde la fundación de la ciudad y que se niega a dejar la casa familiar que construyó con tanto esfuerzo.

Mi amigo Carlos, desde esa noche, comprendió que todos los entes que conviven con nosotros en esta ciudad, viven errantes entre las antiguas construcciones y se aparecen de vez en vez para garantizar su permanencia aquí, en este mundo de los vivos. ¿Quieres ver a alguno de ellos? Ven, lee y anda Guanajuato.